José-Vidal Rodriguez
No cabe duda que uno de los aspectos que siempre se han destacado del maestro Jerry Goldsmith ha sido su incansable ritmo de trabajo, que le convirtió en unos de los autores más prolíficos y activos del panorama hollywoodiense. En particular fue la década de los 80 un periodo especialmente productivo en su carrera, sobre todo teniendo en cuenta la gran cantidad de bodrios cinematográficos (que no siempre musicales) abordados por un compositor que parecía no querer rechazar ningún proyecto fílmico que cayese en sus manos, por ridículo o estrepitoso que éste fuera. ”Poltergeist 2: The Other Side” bien pudiera ser uno de los ejemplos antedichos. Secuela de la estimulante cinta de Tobe Hooper (dirigida realmente en la sombra por su valedor Steven Spielberg), la producción reúne al reparto original para dar una vuelta de turca a la historia de fenómenos paranormales acaecidos alrededor de la pequeña Carol Anne, que en esta ocasión descubrirá con sorpresa cómo su propia madre y su abuela ya poseían los poderes que le jugaron tan mala pasada en el filme original.
Escrita unos meses antes de su magnífica ”Hoosiers”, la partitura de Jerry Goldsmith para esta continuación es, sin género de dudas, de lo poco rescatable de un filme con guión deleznable y altas dosis de efectismo barato, secuela al fin y al cabo innecesaria que quedaba en cueros ante la impecable factura de la cinta de 1982. Para consuelo de su director Brian Gibson (”Tina”, “The Juror”), lo peor estaba por venir con una tercera entrega infumable tanto en lo cinematográfico como en lo musical.
Con un Goldsmith ya entregado por entonces a su pasión por colorear sus trabajos con los sintetizadores de la época, ”Poltergeist 2” no deja de ser una obra menor del californiano en la que no obstante se aglutinan los atractivos más identificables del autor, y con la que logra trasmitir (cierto) empaque a una narración por momentos sonrojante. Teniendo como referente la apoteósica obra maestra compuesta para el primer ”Poltergeist”, se aprecia a un Goldsmith que sin eludir la reutilización de temas de inclusión más que justificada (cómo iba a faltar la archiconocida nana del “Carol Anne´s Theme”), se afana sin embargo en dotar de una sustantividad musical propia a la secuela, como ya hiciera de forma similar en ”Damien: Omen 2” y en mayor medida y brillantez en ”The Final Conflict”. Esta intención de innovar y evitar el copy-paste de material previo no solo tiene su reflejo esencial en la exposición de nuevos motivos escritos ex profeso para la secuela, sino también en el lavado de cara de un discurso musical que ya no fluye por el exquisito terror sugerido de la primera entrega, sino que en “Poltergeist 2” se presenta con rasgos mucho más expresos y enfáticos. Algo lógico si tenemos en cuenta que la labor del autor es tratar por todos los medios de potenciar el nulo efecto sorpresivo de la cinta. En este sentido, las texturas electrónicas resultan aquí claves para transmitir una atmósfera de desasosiego, no solo a través de numerosos efectos sonoros (algunos de ellos basados curiosamente en los usados para ciertas secuencias de “Gremlins”), sino que incluso el compositor confía en los teclados para ejecutar varios de los nuevos temas expuestos en la partitura.
De modo similar a la anterior entrega, Goldsmith acude a la clásica confrontación temática del bien y el mal, luz y oscuridad, mediante los correspondientes identificadores musicales que esta vez conceden mayor relevancia a dos personajes ajenos a la niña protagonista. En el corte inicial “The Power”, el compositor desarrolla una frase a sintetizadores, completada por colores étnicos, en alusión al chamán indio que protegerá ahora a la familia frente a la nueva amenaza, lo que explica el tono esperanzador que alcanza el tema en el inédito “Butterflies” o su traducción épica escuchada en “Reaching Out”. Los enemigos a combatir ahora no son otros que la legión de espíritus capitaneada por la siniestra figura del Reverendo Kane, encarnado por un Julian Beck cuyo rostro esquelético ya de por sí aterroriza. Para reflejar esta fantasmagórica presencia, Goldsmith se decanta por un recurso antagónico que a la postre se erige en el gran acierto del score; lejos de dotarle de un tono disonante o funesto, la música aplicada al Reverendo es en cierta forma luminosa, ya que el compositor adapta una canción litúrgica católica (“The Mall”, “The Visitor”), de tal suerte que la melodía sirve de puente entre la luz y la oscuridad, tal y como sucede de algun modo con el personaje. Lo cierto es que este sugestivo concepto musical consigue despertar en el espectador una sensación ciertamente escalofriante en su conjunción con las imágenes.
El obcecado énfasis que demuestra Goldsmith en los momentos más agresivos del filme, le llevan a incorporar violentos segmentos corales deudores de la saga “The Omen”. Es el caso de fragmentos tales como las partes finales de “Wild Braces” y “The Worm / Out of the Ceiling”, que no sólo presentan los rasgos esenciales del discurso dinámico del autor, sino que destacan sobre el conjunto por el protagonismo de virulentos cánticos demoníacos dedicados a subrayar los ataques sobrenaturales sufridos por la familia. Son ni más ni menos que la cara real de las voces “del otro lado”, que contrastan con la aparente candidez del motivo escrito para el Reverendo. Como vemos, dentro del tono de funcionalidad que subyace en el trabajo, no faltan momentos en los que el californiano aplica interesantes matices dignos de destacar, sobre todo en la interacción de leitmotivs.
En definitiva, si bien “Poltergeist 2” es ante todo un score más que correcto y el vehículo primordial para que la trama tenga un mínimo de interés dentro de su mediocridad, la verdad es que se nos antoja exagerado que la obra merezca las innumerables ediciones discográficas aparecidas hasta la fecha. Cuando el sello Varèse pareció dar el carpetazo con aquella “Deluxe edition” publicada en el año 2003, es ahora Kritzerland quién riza el rizo ofertando un álbum con la música íntegra escrita y grabada para el filme. Pocos atractivos presenta el doble compacto en relación a la mencionada versión de Varese, fuera de las clásicas versiones alternativas de temas ya conocidos por el aficionado y de algún que otro segmento inédito con escasa trascendencia en el conjunto. Siquiera destacar la sorpresa (en este caso no demasiado grata) que depara el último corte, “Star Spangled Banner”. Sonando un órgano que tan sólo interpreta las últimas notas del himno nacional de los USA, el equipo de Kritzerland introduce acto seguido una versión del “Carol Anne´s Theme” sin la mezcla de los coros infantiles, lo que le resta la tremenda expresividad innata a esta inolvidable pieza. Superfluo colofón para una partitura interesante, pero tradicionalmente sobrevalorada y que por descontado no resiste comparación alguna con la original. Aunque ya sabemos, Goldsmith siempre será para muchos el maestro Goldsmith aún en sus obras aparentemente menores.
18-septiembre-2013
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