Frederic Torres
No es de extrañar que tras el éxito obtenido con la anterior entrega de esta franquicia galáctica, por los excelentes resultados musicales pero también por la optimización de unos recursos mucho más limitados que los empleados en la aparatosa primera parte de la serie, se volviera a contar con James Horner para repetir experiencia. El compositor, un valor en alza en aquella época (de la misma datan algunas de las partituras más recordadas de toda su carrera como “Brainstorm”, “Krull” –editada en compacto hasta tres veces- o el mismo episodio anterior de esta “Star Trek”), con un atrevimiento e inventiva (aunque todavía estaban por llegar las proteicas percusiones de “Aliens” o los grandes bloques orquestales de “Braveheart” y “Apollo 13”, también las polémicas citas a Kachaturian en la misma “Aliens” o la “inspiración” en la 8ª Sinfonía de Schubert para “Willow”) con los que sabía dotar de un inusitado dinamismo el embrionario sinfonismo que volvía a florecer en aquella primera mitad de la década de los 80 cultivado también, tan exitosamente, por ejemplo, por Bruce Broughton (con sus excepcionales “Silverado” y “Young Sherlock Holmes”), Alan Silvestri (con sus frescos “Romancing the Stone” y “Back to the Future”) o Trevor Jones (con su imponente “The Dark Crystal”), logró generar, con su sola participación, las expectativas del aficionado ante este nuevo trabajo relacionado con la ciencia ficción, algo que, paradójicamente, está muy lejos de conseguir hoy en día.
Así las cosas, Horner optó por lo que seguramente pudo entender una opción de continuidad con su trabajo anterior en la serie al reutilizar gran parte del material musical escrito en aquél para esta nueva entrega, dadas las características argumentales que conectaban un film y otro, al retomar este último la trama argumental justo en el mismo punto donde la otra finalizaba (resumen fílmico incluido antes de los créditos iniciales), conformando un díptico coherentemente ensamblado pero adoleciendo, por ello mismo, de la frescura demostrada en el episodio anterior al incurrir en la confección de una partitura de parámetros previsibles debido a lo poco novedoso de sus propuestas. Tanto es así que, probablemente, sea de las obras menos valoradas de toda la longeva franquicia musical de la serie que ha contado, ciertamente, a lo largo del tiempo, con brillantes nombres de la música de cine entre sus filas tales como Jerry Goldsmith (en, al menos, casi media docena de ocasiones) o Leonard Rosenman (que llegó incluso a ser nominado al Oscar por la cuarta entrega), pero que también ha ofrecido la oportunidad de promocionar a jóvenes promesas (entre ellas, el propio Horner), las cuales, posteriormente, en mayor o menor medida, han logrado consolidar su carrera tras su paso por la franquicia (casos de Cliff Eidelman, en el sentido menos provechoso pese a lo digno de su trabajo, y de Michael Giacchino, en el de la proyección profesional).
Llegados a este punto y probablemente gracias al efecto arrastre del éxito propiciado, precisamente por la actual reformulación de la serie a manos de J.J. Abrams (que incluso ha permitido una lujosa reedición en dos discos de la partitura completa de Giacchino, tan sólo un año después de que la misma Varèse la hubiera lanzado en formato estandarizado), Film Score Monthly reeditó el año pasado, ampliándola, la banda sonora de la segunda entrega, para culminar, disco doble mediante (al estilo de las ediciones de Intrada), con esta tercera entrega, posibilitando así la adquisición de unas partituras hace tiempo agotadas en su anterior edición de Crescendo. Desde esta perspectiva, es evidente que estamos ante un producto cuidado, pero excesivo, puesto que realmente no es tanta la música ausente entre el disco expandido y el original, máxime si tenemos en cuenta que más de diez minutos del disco supuestamente ampliado se deben a la inclusión de varios estándares de la música ligera americana (de características jazzy, pero con los típicos –e insípidos- arreglos de estilo fusion/fashion de los 80) escuchados de segundo plano sonoro (puro relleno diegético) en una secuencia fílmica totalmente intrascendente protagonizada por Bones (el doctor que encarnaba el difunto DeForest Kelly). Si además, gran parte de los temas de la primigenia grabación (la que ocupa el disco 2) son exactamente los mismos (o presentan alguna ligera e intrascendente variación) que los que figuran en la versión expandida (la del disco 1), la verdad es que se argumenta bien poco a favor de los propósitos de la edición como no sean los estrictamente pecuniarios, máxime cuando los cortes realmente novedosos alcanzan tan solo los quince minutos de música y son poco significativos. Lo más interesante hubiera sido, pues, seguir la estela de la edición anterior y editar en un solo disco esta nueva versión expandida, pero los imperativos comerciales mandan.
Nos queda, pues, un producto estrictamente restringido al ámbito del coleccionismo más purista, ya sea en la versión del aficionado completista del autor o del seguidor de la franquicia espacial, puesto que musicalmente Horner estructura su partitura de acuerdo a los temas centrales dedicados a los personajes de Spock (el gran ausente-presente del film) y el capitán Kirk, así como los secundarios dedicados a los Klingon, a los rituales vulcanos o a la misma Enterprise, prácticamente todos ellos compuestos para la anterior entrega de la serie. Aún así, se percibe el brío y el dinamismo con que el compositor se manejaba en la época, de lo que da fe “Stealing the Enterprise”, el bloque más extenso de la función (de algo más de ocho minutos de duración y auténtico tour de force de la partitura), protagonizado por un vibrante scherzo y un auténtico vaivén de crescendos, como también “Klingons”, con toda la (exótica) parafernalia percusiva (combinada con la inclusión de unas cuantas trompas tibetanas e, incluso, alpinas) que caracteriza los rasgos de la raza alienígena en cuestión. En la mezcolanza de ambas circunstancias contextuales se encuentra “Bird of Prey Decloaks”, que enfrenta el tema de Kirk al de los klingons revistiendo ambos de una percusión muy marcada con la que reforzar el aspecto bélico de las imágenes a las que sustenta.
Justo en el punto contrario se encuentran “The Mind-Meld”, “Returning to Vulcan” y “The Katra Ritual”, todas ellas representantes musicales del contexto étnico vulcano (contando para ello con el empleo de marimbas, ocarinas, EVI, gongs, etc.) y más o menos proveedoras del misticismo requerido con que envolver el tema de Spock, así como “Sunset Genesis” y “Genesis Destroyed”, dos de los nuevos cortes incorporados a la versión expandida, que, en realidad, no hacen más que intentar dotar de cierta coherencia estructural a la mencionada reutilización de los temas del episodio anterior (uno en clave de lirismo evocador –atardecer mediante- y el otro como punto culminante del enfrentamiento entre el famoso capitán de la Flota Estelar y su mortal enemigo klingon) que culminan en los “End Titles”, auténtico pastiche musical de los temas empleados en “The Wrath of Kahn”, casi literalmente sustraídos de su misma grabación.
Por supuesto que no falta, para redondear la guinda del pastel, “The Search for Spock”, la versión pop del tema dedicado al famoso personaje vulcaniano a cargo del propio Horner con la colaboración del así llamado Group 87 (entre cuyos miembros parece ser que se encontraba, según informa el libreto del disco, Mark Isham), que no es otra cosa más que un pequeño engendro, en versión pop, del tema de Spock, al parecer incluido como single de regalo en la versión americana del vinilo comercializado en la época, que no debe/puede tener otro motivo de audición más que el puramente nostálgico (por justificarlo de algún modo). Un final, pues, a la altura de la sensación de “tomadura de pelo” con la que se queda el aficionado tras la adquisición de este disco doble que, realmente, no merecía, en absoluto, tal distinción pese a los ecos vibrantes de un enérgico Horner pasado ya a mejor vida.
17-agosto-2010
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