Miguel Ángel Ordóñez
Icono, junto a “Victor/Victoria”, de la comedia transformista de los 80 (invirtiendo los roles al disfrazar a un hombre de mujer para la obtención del éxito en el mundo del espectáculo), “Tootsie” es una retorcida clase de retórica feminista, en la que Sydney Pollack enuncia una metáfora tan peligrosa como sórdida: cuando el hombre es capaz de convivir con su lado femenino se convierte en el hombre perfecto preparado (atención) para arrancar de su inconsciente estado de estupidez a las mujeres. De este modo, la Tootsie del título (Dustin Hoffman) se vale de un discurso donde viene a dejar claro, entre otras cosas: que la integridad moral y la inteligencia están por encima del físico (nada nuevo, pero difícil de creer viendo al personaje interpretado por Jessica Lange en la película), que no es necesario el culto al cuerpo cuando, por otro lado, la cinta lo fomenta como clara demanda masculina (del propio Hoffman sin ir más lejos), e incluso, que ha llegado el momento de que un hombre se convierta en adalid de la dignidad de las mujeres para que éstas encuentren un sentido a su vida más allá del rol de florero otorgado por el sexo opuesto (speech que es recibido con una alarmante profusión de aplausos entre las inocentes señoritas del reparto). Toda una sarta de tópicos machistas que sirven al director para caricaturizar a la mujer fea (Hoffman), infantilizar a la bella (Lange) y estereotipar a la histérica (Garr).
Debido a la profusión de elementos dramáticos en el relato (chica inocente despechada por director mujeriego, hombre cuarentón en paro incapaz de conocer el amor, mujer mayor que seduce por su inteligencia a hombres y mujeres), Pollack necesita fijar la trama en el marco de la comedia y aligerar, de paso, los aspectos más trascendentales y críticos del relato (esa doble moral americana que impide hacernos creer que el héroe pueda tener inclinaciones no heterosexuales). Es en este punto, donde la música de Dave Grusin actúa de ancla y evita la aparición de clichés demasiado estereotipados, dando un toque de modernidad a la acción, fijándola en los moldes del sainete. La adopción de un estilo jazz fusion nos revela que la estrecha relación entre la trama y la realidad que se pretende representar está altamente mediatizada. En este caso la narrativa se pone al servicio del estilo. Si la carrera cinematográfica de Pollack aparece marcada por una cierta tensión entre apariencia y realidad, entre teatro y vida, en “Tootsie” la balanza se decanta por el lado del ilusionismo, por el carácter teatral y cómico de la experiencia.
De paso, “Tootsie” supone la sexta colaboración entre cineasta y músico, relación que iniciada siete años atrás con la magistral “The Yakuza”, no había ofrecido aún sus mejores réditos. En ella, Grusin opta por abandonar los esquematismos dramáticos y centrarse en imitar la estructura de uno de sus álbumes en solitario que desde 1978 se encarga de publicar a través del sello GRP (creado por el músico junto a Larry Rossen), en concreto el famoso “Mountain Dance” (ejemplo de su enorme éxito y difusión, el corte que abre el disco será utilizado como tema central de la película “Enamorarse”, una vez “Tootsie” abre el camino a la popularidad y vigencia de este nuevo estilo). La partitura, vitalista y poblada de cortes diegéticos con función extradiegética (cuya semántica incide sobre esa realidad representacional), descansa sobre la creación de tres ideas musicales vinculadas a una orquestación donde predominan guitarras, metal, sintetizador, percusión, bajo y piano.
La obra se abre con el tema que ejerce de hilo conductor de la trama y representa, con aire desenfadado, la difícil situación profesional de Michael Dorsey (Hoffman), un problemático actor en paro que pierde, uno tras otro, los papeles a cuyo casting se presenta (“An Actor´s Life” y “Visit to Agent”). Cuando decide vestirse de mujer y convertirse en Dorothy Michaels el éxito pasa a sonreírle, lo que aprovecha Grusin para introducir un nuevo tema que partiendo de aquél y utilizando idéntica instrumentación (no deja de ser el mismo personaje) resalta la parte cómica de esa paradoja, el lado femenino del héroe. Así, la canción “Tootsie” acompaña el plano de presentación de Dorothy en las calles de la ciudad y obtiene una rendición más breve cuando consigue un respaldo definitivo en el desmoralizante culebrón de sobremesa (“Southwest General”) que protagoniza. Por último y para la inevitable relación amorosa entre Michael (travestido de Dorothy) y Julie Nichols (una cándida Jessica Lange), Grusin introduce, a la hora de metraje, un tema de amor que conduce la visita de Dorothy a la granja paterna de Julie (“Montage Pastorale”), cuya versión cantada (“It Might Be You”) se convertirá en el tema más recordado de la película (obtendrá una nominación al Oscar en 1982).
La aparición de otras piezas de “source music” (“Don´t Let it Get You Down”, “Out the Rain” o “Sandy´s Song”), ambientando las dos primeras la fiesta de cumpleaños de Michael, la última, la velada de éste en casa de Sandy (Garr), adquieren una sencilla justificación: sirven al propósito principal de Pollack de desdramatizar los numerosos desengaños amorosos, los dilemas morales y sexuales de los que hace gala su legión de personajes (funcionando contra la acción), y lo que es más importante, en su conjunto constituyen el vehículo de expresión de una sociedad moderna que acepta el nuevo rol de la mujer, que se alinea con su liberación, dentro de los marcos de la farsa (lo hace con la boca pequeña, contentando a los sectores más conservadores al enmarcar la historia en el terreno de la comedia romántica); apuesta tan sutil como irrelevante respecto de los valores intrínsecos de la propia partitura. Y es que, no se puede decir que Grusin no cumpla, pero se limita a ofrecer un álbum tan disfrutable como poco reflexivo e insustancial, tan ameno como ligero y olvidable.
2-agosto-2010
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