José-Vidal Rodriguez
”Oscar, Una Pasión Surrealista” supone el debut en la dirección del joven canario Lucas Fernández, quién se embarca en un drama de tintes históricos en el cuál toman protagonismo dos caracteres en principio antagónicos (uno ficticio y otro verídico), diferenciados por épocas bien distintas, pero que comparten paralelismos en su devenir inexpugnable hacia la muerte. Por un lado, Victoria Abril interpreta a Ana, una abogada a la que, tras diagnosticársele una enfermedad terminal, decide vivir su aventura póstuma embarcándose en la concienzuda búsqueda del último cuadro pintado por el que es, a la postre, el eje central del relato: El pintor tinerfeño Oscar Domínguez (interpretado por el siempre eficaz Joaquim de Almeida), personaje real que se convirtió en uno de los mayores exponentes del surrealismo del siglo XX, codeándose con autores tan trascendentales del movimiento como Andrè Breton o el mismísimo Pablo Picasso.
Diego Navarro, quién parece estar catapultando a su ciudad natal Tenerife como otro referente español de la música cinematográfica mundial, es el encargado de poner acordes a esta afligida historia melodramática, bien rodada, interpretada y recreada con grandes medios, pero la cuál sufre de un pretencioso montaje que acaba por desconcertar al espectador y hacer perder enteros al filme.
Es digno de reseñar, en primer lugar, el grado de implicación con el que Navarro interviene en la partitura, acreditándose no sólo como compositor sino también en su calidad de conductor, orquestador, productor e incluso intérprete a piano de varias piezas; pluralidad de tareas ésta que en Europa tan sólo osan emprender -y cada vez menos-, autores del calibre de Ennio Morricone. Aun cuándo en su anterior ”Puerta del Tiempo" acudiera ya a los servicios de la Sinfónica de Tenerife, es ésta la carta de presentación de la recién creada Tenerife Film Orchestra & Choir, una agrupación que nace con el objetivo de potenciar la grabación de scores en nuestro país (sin necesidad de acudir a las tan manidas orquestas del Este), ofreciendo además una calidad en la ejecución que no dista mucho de cualquiera de las formaciones de ámbito internacional más importantes del sector.
Fuera de las excelentes virtudes técnicas e interpretativas apreciables en la grabación del score, lo mejor que se puede decir de la música incidental de ”Oscar, Una Pasión Surrealista”, es su intachable cordura y cohesión a la hora de afrontar aquella trama desdoblada en dos historias afines, separadas sin embargo por medio siglo de trasfondo. Pese a la concepción de la obra en términos de excelso sinfonismo y poderosa intervención coral, el cariz de la historia origina que Navarro opte por soluciones que en no pocos momentos alcanzan un tono cuasi camerístico, adquiriendo la música un calado orgánico materializado en un buen puñado de ejercicios solistas, entre los que podríamos destacar, por encima del resto, el piano de “La Couleur du Destin”, la flauta de “Recital de Piedrahita” o el nostálgico chelo de “La Verité” (nótese el detalle de Navarro al renombrar en francés los títulos de cada corte, muy posiblemente en reconocimiento al país del que partió la corriente surrealista).
El compositor asienta la partitura sobre los acordes de un magnífico tema principal, introducido en el cuarto corte “La Terre n´est pas une Vaillée de Larmes”, y con el que interpreta perfectamente la amargura de dos personajes que se vuelven escépticos de sus propias vidas ante el ocaso inminente de sus existencias; al mismo tiempo, esta idea musical anticipa de alguna forma el sentimiento de derrota que padecerán ambos en sus últimos momentos de existencia. No obstante lo anterior, el marcado lirismo de este motivo es aprovechado por Navarro para reconducirlo con fortuna en secuencias en las que impera lo romántico y sensual (“Portrait de Roma”), o incluso utilizarlo a modo de falsa diégesis (“La Fin du Voyage”), en una clara demostración de la versatilidad de un tema central que en algunos instantes, sin embargo, puede llegar a sobrecargar la narración (mucha música escuchamos en el filme, quizás demasiada).
El color ampliamente dramático e introspectivo con el que el compositor nos acerca a aquellos dos personajes encauzados a lo funesto, encuentra en varios fragmentos una vía de escape con la que mitigar de algún modo esa linealidad armónica tendente a potenciar el triste proceso de descenso a los infiernos de Ana y Oscar. Ejemplos de estos cambios de registros no faltan en el álbum, destacando especialmente la contenida vitalidad del “L´arrivée de la Belle Epoque” o el agresivo cariz hostil y marcial de dos fragmentos dedicados a la influencia de sendos conflictos bélicos en la vida del pintor: la Guerra Civil Española (“La Liberation de l´Espagne?”), que acarreará el exilio del artista a su isla natal (“Retour a l´origene“), y la ocupación de Paris por las tropas nazis durante la Segunda Guerra Mundial (“Le Défilé de la Mort”). Pero es "La Nation Surréaliste" en donde Diego Navarro se desmarca completamente del tono global del trabajo en un ejercicio rítmico-disonante que no sólo se erige como uno de los highlights del compacto, sino que además se amolda con precisión a aquellas secuencias que nos muestran la última genialidad en vida del artista Oscar Dominguez: la creación de un esperpéntico lienzo surrealista, que cobra vida propia por obra y gracia de los enfermos y empleados drogados del sanatorio psiquiátrico en el que transcurre internado durante su última etapa.
Llegados al final de la partitura, el tinerfeño nos regala una atractiva e imponente suite (como ya hiciera en su mencionada “Puerta del Tiempo”) con la que da rienda suelta a las veleidades del tema central, flanqueándolo con una apertura de acabado casi barroco, desgranándolo a través de tempos lánguidos y “estirándolo” en definitiva, mediante continuas reiteraciones entregadas indistintamente a piano, coro y masa orquestal. Seis destacados minutos que a su vez conforman el bloque musical escrito para el emotivo epílogo del filme, adornado por esta recreación de la que seguramente es la frase más afortunada escrita por Navarro en su corto periplo por el cine. Y en una sabia decisión, el ecléctico corte electrónico “Le Trou de la Serrure“ (programado y ejecutado por el propio compositor), se convierte en la pieza que clausura el compacto, cuando en realidad es usada en los títulos de crédito iniciales, siendo desplazada con acierto al final del álbum para no romper así con la coherencia y formas clásicas del resto de los temas.
Visto el acabado global de la obra, parece claro que Diego Navarro confirma con ”Oscar, una Pasión Surrealista” su marchamo de autor coherente y con el suficiente talento como para encontrar hueco dentro dentro del panorama cinematográfico patrio. O mucho nos equivocamos o este notable score debería servir para proporcionarle más encargos con los que engordar su aún diminuto curriculum en la gran pantalla (tres partituras compuestas hasta la fecha), así como para seguir demostrando, de paso, la calidad y buen hacer de la Tenerife Film Orchestra & Choir y del equipo técnico del que se ha rodeado en la presente grabación.
2-octubre-2008
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