Miguel Ángel Ordóñez
Antonio (Mastroianni) regresa a su ciudad natal, Catania, después de vivir una temporada en la capital. Guapo e irresistible para las mujeres, Antonio es admirado por todos los hombres y es el orgullo de sus padres. Éstos, a la búsqueda de una tranquilidad futura, han amañado su enlace matrimonial con la hija de un notario (Cardinale). La boda se celebra por todo lo alto pero al año las cosas no parecen ir como debieran, ya que el notario, atendiendo a la confesión que su virginal hija realiza a un prelado, reclama la nulidad del matrimonio por no haberse consumado.
Con el funcional Mauro Bolognini tras la cámara (este filme supone lo mejor de su irregular filmografía) y con Pier Paolo Pasolini en el guión, un año antes de su salto definitivo a la dirección (la película está producida por Alfredo Bini, en el futuro, inseparable colaborador del genio boloñés), la cinta da cuenta, con sumo tacto, del delicado tema de la impotencia, dejando a la imaginación del espectador sus posibles orígenes. Sin embargo, y contrariamente a la novela de Brancati, la adaptación de Bolognini deja de lado la alegoría socio-política entre la fragilidad de Antonio y la Italia de la época fascista que sugiere el texto, alejándose de esos años para seguir una orientación narrativa más intimista, sin el humor original y ceñida al desgarrador aislamiento físico e intelectual de su protagonista.
A pesar de verse inmiscuido en multitud de proyectos comerciales a los que el cine italiano debe su popularidad en los 60 –la comedia ligera (muchas de ellas compartiendo cartel con su amigo Sordi) y el spaghetti western (con algunas insólitas muestras próximas al pop/rock como “In Nome del Padre, del Figlio e Della Colt”)-, Piero Piccioni puede considerarse una rara avis en comparación con los más conocidos músicos de su generación. Arriesgado e innovador, Piccioni, maestro de la sutilidad y de la nostalgia, es pionero en la introducción del jazz en la música de cine europea. Versátil y ecléctico, en sus mejores trabajos es capaz, tanto de situarse en la frontera de lo tonal (“El Extranjero”, “La Ciudad Prisionera”), como de vincularse al campo melódico encontrando siempre el equilibrio perfecto entre dramatismo y sensualidad (“Un Tentativo Sentimentale”, “No Encontré Rosas para mi Madre”, “Amore Mio Aiutami”), de explorar, casi improvisadamente, en el campo del jazz (“Le Mani Sulla Cittá”) como de mostrarse modernamente épico (“El Faro del Fin del Mundo”) o adustamente renacentista (“C´era Una Volta”), siempre a través de un lenguaje y estilo muy personales marcado por el cine de los Rosi o Pasolini, sus dos grandes mentores, y quizás, por ello, un tanto ajeno a las modas imperantes en su país natal.
Lo primero a destacar de “Il Bell´Antonio” es su intencionado distanciamiento del folklore italiano, cliché estilístico recurrente a la hora de retratar a la Sicilia apegada a las viejas costumbres. Piccioni pasa por alto cualquier referencia musical a la teatral y claustrofóbica sociedad patriarcal que influye sobre los actos de Antonio, retratando las consecuencias de esa presión, su martirio psicológico. El tema central (corte 1), recoge los dos rasgos que conforman la personalidad de Antonio y que finalmente contribuyen a su infelicidad: su belleza y el apetito sexual que despierta en las mujeres está espléndidamente retratado por las maderas, las cuales emergen radiantes, limpias, lineales y perfectas (su mejor desarrollo lo encontramos en el corte 4); por otro lado, su fragilidad y aislamiento, su incapacidad sexual, queda plasmada por el saxo con contrapunto de cuerdas y contrabajo (corte 6), aproximación jazzística que se conjuga con la introducción de notas tenidas de fuerte impronta psicológica (corte 18). Para comprender mejor la angustia del personaje, Piccioni diseña un cuerpo sonoro que al margen de modelar la figura de Antonio, la conecta al entorno machista de la sociedad siciliana de su época, un entorno plasmado a través de cortes diegéticos de un jazz explícitamente sensual (corte 3) o de piezas de alto componente erótico (el tango del corte 2), que introducidas en las fiestas y escapadas nocturnas del protagonista se ven asociadas a juergas donde los hombres buscan los servicios de alguna prostituta, de manera que este grupo de piezas jazzísticas aluden a unos componentes sexuales que impregnan directamente el tema de Antonio, logrando Piccioni que el discurso cale con facilidad en el espectador, aún más consciente de su incapacidad sexual y obsesión, del sufrimiento psicológico del personaje (sin llegar a la maestría de North en “Un Tranvía Llamado Deseo”, Piccioni busca efectos similares: sexualidad explícita y represión emocional).
Dominada la relación entre Antonio y Barbara, su mujer, por este tema (recordemos que el matrimonio no llega a consumarse dando lugar a situaciones infantiles pero creíbles en su contexto), Piccioni introduce un verdadero tema de amor, dulce y noble, que emplea por primera vez cuando Antonio, en un monólogo interior, hace referencia a su necesidad de amar y a la búsqueda del amor (corte 8), lo que pone de relevancia que Bolognini pretende desligar desde el primer momento la incapacidad sexual del personaje respecto de su capacidad, y grande, de amar. Con posterioridad, acompañará a la discusión de Barbara y la madre de Antonio, al hablar ésta del amor puro que ofrece su hijo (cortes 19 y 20), demostrando cómo el tema, de dirección única, con cualidades casi onanistas, alude a un amor intelectual desprovisto de componentes físicos, ideales de un Antonio que finalmente entiende que para la sociedad siciliana sólo alcanzará el status de “hombre” abrazando la mentira (el embarazo de la criada se acompaña del tema de amor casi desdibujado, mancillado, en el corte 28).
A pesar de no contar con títulos en sus 29 cortes, requisito que se antoja necesario para imaginar las intenciones narrativas del compositor sin la obligación que supone verse la cinta, la edición que nos propone el sello Dagored dispone de un sonido bastante aceptable. Quedando patente que ciertos aspectos de la presentación podrían haber sido mejorados, no podemos más que recomendar abiertamente uno de los grandes scores del maestro italiano. Evocador y nostálgico, “Il Bell´Antonio” contiene en sus más de 45 minutos las claves del estilo personal y directo de uno de los compositores más destacados de la cinematografía transalpina.
22-septiembre-2008
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