José-Vidal Rodriguez
”To Heal A Nation”, otro sempiterno telefilme basado en una historia real, narra las vivencias de Jan Scruggs, un ex combatiente del Vietnam (interpretado con inusual soltura por el impávido Eric Roberts), que en su regreso al hogar experimenta su hundimiento psicológico ante el horror de lo vivido y el desprecio de una sociedad todavía herida por la derrota. Solamente con la ayuda de su abnegada esposa Becky, Jan encontrará una ilusión para seguir adelante, al encabezar una campaña institucional en todo el país cuyo objetivo le servirá, además, de redención emocional: recaudar fondos y apoyos estatales para la construcción de un monumento en honor a los veteranos de guerra.
Sin renunciar casi nunca, por pequeña que sea la producción, a sus postulados sinfónicos y a sus habitualmente atinadas orquestaciones, la tarea de Rosenthal queda aquí enfocada al desarrollo de un digno subrayado musical, en el que la contención dramática se alza como la nota característica de varios momentos del encargo. Un lógico tratamiento al estilo Americana abre el compacto con el tema que da nombre al filme, en el que guitarra acústica y trompeta solista evocan esa pesadumbre de Jan ante sus secuelas del conflicto bélico (“Main Title”); aproximación ésta que podría recordar, siquiera levemente, algunos instantes del ”First Blood” de Jerry Goldsmith, pero cuyos posibles paralelismos se encarga Rosenthal de disipar inmediatamente, reconduciendo su partitura a una melódica lánguida y sutil, el recurso idóneo con el que reivindicar el proceso evolutivo del protagonista en su afán por pasar página a la etapa más dura de su vida.
De esta forma, las cicatrices psicológicas del personaje, asimiladas musicalmente a un despliegue de áridas y opresivas frases disonantes (“Reconnect”), comienzan a sanar tan pronto como Jan arranca su particular cruzada administrativa en pos del recuerdo a los ex-combatientes. Es entonces cuando Rosenthal introduce una paleta de colores aferrada a lo esperanzador, a un optimismo que se presenta siempre igualmente comedido. Sensaciones materializadas en aquel grueso de motivos melódicos, que rescatan al score de ese leve carácter de énfasis ambiental que poseía hasta entonces. Así, el clasicismo del “An Ivory Moment”, contrasta con la ligereza del “To the Capitol” o el vivaz “The Compromise”, en donde la música ya se nos presenta abiertamente risueña, con esos arreglos pop dinamizando la cruzada de Jan en pos de sus ideales.
La progesión lógica e inevitable de la obra, queda plasmada en su último y más sentimental corte, “The Names”. Funcionando más que nunca como un auténtico tema de redención (y que además aglutina en sus seis minutos algunos de los leitmotivs escuchados con anterioridad), la pieza conforma un estupendo epílogo en clave elegíaca, tono éste perfectamente asumido por el autor ante la resolución de la trama: el objetivo de Jan se ha conseguido, y por ello Rosenthal enfoca aquí la música a la obviedad de un sentido homenaje lírico, dedicado a aquellos que una vez lucharon por un país que no les agradeció con suficiencia su sacrificio.
Mención especial merece el tema que representa la relación entre el protagonista y su esposa, desarrollado íntegramente en las pistas “Hope No Mistake” y “Jan & Becky”. Trompa, maderas y cuerdas ejecutan con delicadeza una sencillísima frase compuesta básicamente por tres notas en variación; no obstante, coincidirá el lector en que su elegante presentación, así como su cautivador planteamiento tanto lírico como armónico, parecen apelar a otros tiempos musicales mejores, a sonoridades envolventes de otra década bien distinta a la de los 80. Leve guiño a una impronta old-fashioned, que no resulta extraña en muchos de los encargos del compositor de Detroit.
Si en este ”To Heal A Nation”, la guitarra es usada por Rosenthal con propósitos de aflicción, como expresión de un vacío social y psicológico, muy diferente resulta el uso de idéntico instrumento en la segunda obra incluida en el compacto. ”Proud Men”, western contemporáneo dirigido en 1987 por William A. Graham (cineasta bastante prolífico en el género), ahonda en la difícil relación de Charles Mc Leod (Charlton Heston) y su hijo Charlie Jr. (el televisivo Peter Strauss), dos hombres de marcado carácter que viven enfrentados durante años, y a los que únicamente les une su condición intrínseca de cowboys modernos. Sólo será la enfermedad terminal del padre, el motivo que impulse a su hijo a una reconciliación necesaria.
Para esta segunda partitura, Laurence Rosenthal compone un entusiasta trabajo plenamente asimilado a la estética musical coplandiana. Mientras que la contención era la nota característica de los primeros veinte minutos del compacto, ”Proud Men” permite al de Detroit deleitarnos con un vigoroso discurso, en el que la música ya no actúa meramente soterrada entre los diálogos, sino que incluso depara instantes de trepidante épica. Por descontado, un score mucho más convencional y “facilón” que su compleja y mejor para el género, ”The Return of A Man Called Horse”, pero de estimulante escucha en determinados instantes.
El atinado y locuaz tema principal (“Main Title”), que será desgranado a través de sucesivas rendiciones a lo largo del score, sitúa al oyente ante un relato familiar al que el director pretende empacar de ciertos tintes épicos, lo que explicaría la intensidad y magnificencia de las cuerdas, siempre dentro de los límites de la justita orquesta empleada. El mayor logro del compositor no es otro que el de dotar a este tema central de la suficiente “maleabilidad” como para que funcione con soltura en sus diversos registros: tan pronto una de sus frases acaba por asociarse al progresivo acercamiento de los dos protagonistas (“Proud Men”), como también sus intensas secciones de metal acaban por explotar en juguetonas muestras de música claramente orientada a un western de los 80, que sin embargo no renuncia a las raíces musicales que lo engrandecieron años atrás (“Busting The Bronco”).
Como hemos mencionado anteriormente, la guitarra acústica actúa aquí no sólo como elemento localista, sino además como instrumento clave en el devenir de ciertos fragmentos. Particularmente acertada es su intervención como complemento al corte de mayor brio del score y de todo el compacto, el “The Round-Up”. Esta secuencia de rodeo recibe un sugerente tratamiento por parte de Rosenthal, apelando a dinámicas acotaciones de la frase principal, virtuosos ejercicios a metales al más puro estilo williamsiano (génesis obvio de algún que otro capítulo compuesto por Laurence para la posterior ”The Young Indiana Jones Chronicles”), y ofreciendo un adecuado cierre melancólico, el cuál parece apelar al cada vez más cercano perdón entre padre e hijo.
Evocando el trasfondo emotivo de reconciliación, ante la inminente muerte del papel encarnado por Charlton Heston, aquella guitarra irrumpe de nuevo en los “End Credits” finales aferrada a una conmovedora introspección, equiparándose este tema -en parte- a lo que acontecía en el epílogo del anterior ”To Heal A Nation”. Cierre bucólico para un álbum que, desde su humildad, se antoja recomendable, sobre todo como botón de muestra de la innegable cualidad resolutiva de un Laurence Rosenthal al que, todavía hoy, la televisión le sigue brindando el único cobijo en el que demostrar sus buenas maneras artísticas.
24-junio-2008
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