Pablo Nieto
La sobrevalorada, al tiempo que superflua, “The Yards” ya apuntaba maneras de pretenciosidad en su director James Gray. Éste, tratando de emular a maestros del género policíaco de los años 70, construye ahora una nueva fábula sobre la base de un mensaje moral de tintes fatalistas, donde una familia rota busca en vano la redención a través del sacrificio de un héroe que busca justicia y venganza a partes iguales.
En “La noche es nuestra”, Gray se hace acompañar por sus actores fetiches, Joaquim Phoenix y Mark Whalberg, acompañados en esta ocasión por el siempre sobrio Robert Duvall. Quizás, como suele ser habitual en el director, lo mejor del largometraje lo tenemos en la recreación de ambientes turbios y siniestros, con una fotografía sórdida que trata de plasmar la bajeza del mundo de los narcotraficantes, de la delgada línea roja que separa la decisión de unirse a ellos o luchar contra ellos. Esta historia de venganza encubierta, de luchas de familias, de choque de modos de vida, termina por convertirse en un ejercicio cinematográfico cansado y empalagoso
Si Howard Shore se sentía como pez en el agua en la propuesta visual y argumental de “The Yards”, elaborando una partitura efectiva y profesional a la par que anodina, es ahora Wojciech Kilar el encargado de pisar el mismo terreno. Y si de inesperada y aplaudida puede calificarse su elección (tras varios años alejado de la composición cinematográfica), también lo es su decepcionante y servil composición a los intereses de Gray.
La melancolía que trata de imprimir Kilar a través de la densidad de las cuerdas, el tempo pausado, la compensación por medio de las maderas, los leitmotiv> cuasi-naif, da lugar a una banda sonora con personalidad propia, pero carente de atractivo. Y eso en Kilar es imperdonable. El Maestro polaco se encarga de tomar partido en ese ying y yang que plantea el director en la relación y decisiones vitales que toman los dos hermanos (Phoenix y Whalberg), elaborando dos simples motivos repetidos hasta la saciedad, donde las variantes son mínimas.
El asociado a Bobby (Phoenix) es el más oscuro, el que más trasfondo dramático emite, ofreciéndonos un intenso empleo de las cuerdas, a la par que una orquestación contenida. Una buena representación del mismo lo tenemos en cortes como "Bobby Gets News", "Bobby Breaks Leg" y el emocionante "Funeral".
El contraste está servido con el tema de Joseph. Una melodía de caja de música, inocente y emocional, que invadirá la escena a la hora de confrontar el mundo del policía honrado y trabajador con el del hermano vividor y desfasado. Podemos escucharla en "Bobby Sees Joe" y en "Bobby and Joe Talk", antes de su redención musical con la elegiaca “Vadim Dies”, a la que seguirá una revisitación del tema de Bobby en los “End Credits”.
Los apenas 25 minutos de score incluidos en la edición de la banda sonora de Lakeshore Records, se complementan con una más o menos acertada selección de música diegética aparecida en el film, bien representada por clásicos de David Bowie como “Let´s Dance”, de Blonde, “Heart of Glass” y “Rapture”, o clásicos de guateque como “A Message to Your Rudy” y “A Little Bit f Soap”. Un recopilatorio curioso, pero que choca diametralmente con la propuesta de Kilar. Aunque, ¿sería ese el efecto buscado por Gray? Sea como fuere, su depresiva mirada termina por contagiar al espectador y a la monótona partitura construida por Kilar, un compositor con el suficiente crédito como para perdonarle estos deslices.
6-mayo-2008
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