Miguel Ángel Ordóñez
El esfuerzo de Chandos, un sello mayoritariamente dedicado a la música clásica, por la recuperación de la obra fílmica de grandes compositores, la mayoría de ellos británicos, que como indicaba Rozsa tuvieron una “doble vida” (la cinematográfica y la concertística, siendo especialmente recordados por la segunda) no puede más que calificarse de loable y adoctrinadora. Arnold, Walton, Alwyn, Bax, Addinssell, Bliss o el gran Vaughan Williams, han sido sólo parte de los colosales músicos del siglo pasado cuyo obra fílmica ha sido rescatada por el sello (añadamos maestros no británicos como Shostakovich o Korngold cuyas composiciones para el cine han pasado también por su catálogo).
De un tiempo a esta parte, Chandos parece interesada en editar música de compositores que tuvieron su fuente de inspiración principal en la gran pantalla (Goodwin, Black o Rodney Bennett). Perteneciente a este grupo, John Addison es un músico al que las discográficas han maltratado sistemáticamente. Junto a Malcolm Arnold, Kenyon Hopkins o David Amram, Addison es uno de esos autores que no han logrado apenas que su obra cinematográfica se haya visto publicada en formato CD, ello a pesar de contar con innumerables trabajos impresos en viejos vinilos.
Siendo ésta la razón principal del atractivo que la edición presenta, sin embargo, el sello demuestra una vez más ser víctima de sus propias convicciones. Una y otra vez, se empeña en trasladar la partitura fílmica a la sala de conciertos, modificándola, codificando una música que ha nacido para acompañar un conjunto de acciones cuya naturaleza es ser, precisamente, contextualizada.
Siendo, sin duda, un maestro de los matices, un revolucionario irónico que no dudó en convertirse en una de las banderas del free cinema, Addison se sintió siempre en la necesidad de crear nuevos caminos de exploración musical que poco tenían que ver con el tono clásico y decimonónico de sus antepasados británicos (en ocasiones parece más bien burlarse de épocas pasadas). Sin embargo, el director Rumon Gamba, la verdadera estrella de las últimas grabaciones del sello dedicadas al cine, trata en esta edición al compositor de “Cortina rasgada” como a sus antecesores. De esta suerte, Chandos no hace sino distanciar, sistemáticamente, al músico del público. Despopularizar la música, convertirla en un ghetto destinado a supuestas elites, recubrirla de un innecesario sustrato clasicista, convertirla al fin y al cabo, desprovista del significado de su íntimo acompañamiento (la imagen), en una rigurosa, plana y uniforme sucesión de notas destinadas a un público que parece asistir ad hoc a la propia sala de grabación, supone un ejercicio desnaturalizador que pretende mudar algo vivo e imperfecto en materia muerta, inmóvil.
La música de Addison adquiere un especial compromiso durante la década de los 60 y 70. Fresca, amplia y dinámica, deudora de un contexto determinado por la propia época, utiliza elementos y maneras que se remontan a siglos atrás. Su acercamiento al barroco siempre provisto de un alto grado de cinismo y divertimento, supuso una de sus marcas de fábrica, especialmente tras el éxito de “Tom Jones”. Ese tono irremisiblemente irónico pasa por completo desapercibido bajo la batuta de Gamba.
Baste un ejemplo. “El corsario escarlata” (Swashbuckler”), prototipo de un cine de piratas que no es más que un reflejo de aquellas aventuras transitadas en la época dorada de Hollywood, nos entrega uno de los temas más vivaces y logrados de Addison. Alegre y sagaz, pleno de diálogos entre maderas y metales, con un predominante e ilustrativo uso de la trompeta y la percusión (epicentro sobre el que se diseña un inteligente y marcado uso del tempo) es prototipo de una música hecha en los 70 por un maestro que gusta homenajear el pasado. Lineal, falto de vida, en manos de Gamba la aventura pierde todo ese tono de pillaje y de dobles lecturas. Ni siquiera su arrebatador tema de amor (uno de los mejores dedicados al género, junto a ese fantástico amor primerizo y doloroso de Anne Providence en “La mujer pirata” de Waxman) adquiere en la pulcra y uniforme interpretación de la BBC Concert Orchestra, el tono lírico y rotundo de los agudos de cuerda original. Tampoco es especialmente afortunado el acento cómico que Gamba introduce en la inolvidable escena de la persecución, tercera parte sobre la que centra su suite, a años luz del dinamismo marcado por Addison en el corte “The Incredible Chase”.
El resto de obras no inéditas de Addison incluidas en esta edición tampoco se salvan de la comparación. No es necesaria una rigurosa pulcritud respecto del original para valorar la falta de fuerza de “A Bridge Too Far”, exagerando el rancio estilo aplicado por el maestro de Surrey en su obra bélica, o el académico y desnaturalizado acercamiento al barroquismo macarra de su archiconocida e innovadora “Tom Jones”, la falta de epicidad y la adormecida uniformidad de los pasajes bélicos en la Guerra de Crimea que mantienen Inglaterra y Rusia en “The Charge of the Light Brigade”, una de las peores suites respecto al material de base utilizado donde se obvia por completo la importancia que el coro tiene en la original, o el deliberado tono de sainete teatral que Addison entrega a la tuba en la obra maestra de Mankiewicz, “Sleuth”, ignorado por un director de orquesta más preocupado por ponerle pajarita a la farsa.
Dentro del material inédito incluido en la edición destacan un par de filmes bélicos compuestos durante los 50, “I Was Monty´s Double” y “Reach for the Sky”, especialmente el segundo por su virtuosismo y belleza, así como varios encargos de Addison en el terreno de la comedia, entre ellos “Touch and Go” para la mítica Ealing, o la televisión (el conocido “Se ha escrito un crimen”). La duda estriba en recomendar la compra de un disco que de origen está construido más acorde a los completistas de Gamba (o del re-orquestador no acreditado) que a los de Addison. Para aquel la música cinematográfica realizada en los 30 o 40 tiene los mismos matices y formas que la ejecutada tres o cuatro décadas después. Como músico, nadie en su sano juicio discutirá la capacidad de Addison. Sin embargo, les aseguro a aquellos que se acerquen por primera vez a la obra del compositor inglés a través de este disco que se encontrarán huérfanos de ese ánimo que alimenta a cualquier artista: la emoción. Algo que, incomprensiblemente, Gamba es incapaz de trasmitir.
3-agosto-2007
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