Miguel Ángel Ordóñez
En julio de 1972, Elmer Bernstein publicaba un artículo en la revista High Fidelity donde se quejaba amargamente del olvido en el que habían caído grandes scores clásicos. “¿Qué ocurre con la Gran Música de Cine?” es el germen sobre el que entre los años 1974 y 1979, se cimienta la edición de 19 scores no editados hasta la fecha (repartidos en 14 discos), con los que el propio Bernstein pretendía rendir un merecido homenaje a los maestros del cine clásico. Publicados en formato LP, Film Score Monthly nos los rescata ahora, con magnífica calidad sonora, en una edición de doce compactos donde se recupera todo aquel material a excepción del “Scorpio” de Jerry Fielding (curiosamente el único score contemporáneo de la serie y el único que ofrecía el material en su versión original) por razones contractuales (este score fue publicado por el sello Bay Cities en su maravillosa edición en tres volúmenes dedicados al maestro de Pittsburg). Además, FSM incluye en primicia la grabación, destinada a ser editada por su sello Amber Records, que el propio Bernstein llevó a cabo en el 2003 con la City Of Prague Philarmonic Orchestra de su score “Kings of the Sun”, poco antes de su muerte, como complemento último.
Nada malo puede decirse de una de las ediciones más necesarias jamás publicadas hasta la fecha, de un valor histórico incalculable, ni mucho menos poner en entredicho su recuperación actual, a pesar de que un gran ramillete de aquellos scores han visto ya la luz en su formato original. Bernstein demuestra con ella amar profundamente su oficio y el trabajo de sus compañeros de profesión, ejerciendo de pionero en la recuperación, con mimo, de una terna de obras de indudable valor que sucintamente procedemos a repasar.
El CD 1 gira alrededor de la figura de Max Steiner, con la inclusión de dos de sus obras tardías. Por un lado, “Helen of Troy” (1956) nos presenta a un compositor fiel a los modos compositivos de una década atrás. El canto del cisne de un autor ajeno a los importantes cambios que sufre la industria. Desde luego, “Helena de Troya” resulta memorable por su magnífico tema central, el asociado a los amantes Paris y Helena (heráldico en los “Main Title”, arrebatadoramente romántico en el “Love Theme”) donde Steiner se acerca más que nunca a los modos y maneras de Korngold, aunque en su debe cabe remarcar una interpretación por la orquesta algo endeble y carente de fuerza con relación a su original. Por otro lado, “A Summer Place” (1959), uno de los grandes scores a reivindicar del maestro, es un magnífico retrato sobre el conflicto generacional, donde sabiamente Steiner contrapone el tema de amor adúltero de un padre y una vieja amante (el tema de Sylvia que domina el “Main Title”, una melodía que Steiner rescata de su rechazado trabajo para el remake de “Adiós a las Armas” que finalmente compondría Nascimbene) con el de sus adolescentes hijos (el “Johnny and Molly Theme”), este último uno de los grandes hits de Steiner en su carrera, una famosísima melodía cálida y juvenil que Bernstein presenta en una versión menos “moderna” que en su original. Sobre estos dos temas basculan los seis cortes integrados en una grabación a la que se le echa únicamente en falta el impetuoso scherzo asociado al personaje de Johnny.
El CD 2 reúne tres de los trabajos compuestos por el propio Bernstein (si omitimos el nuevo bonus que supone la regrabación de “Kings of the Sun”). De todos ellos, por carecer aún de edición discográfica fuera de esta recopilación, destaca “The Miracle” (1959), una obra que centra su atención emocional en la cuerda. Frente a un tema religioso entregado al órgano, Bernstein construye un asombroso tema de amor que define el complejo dilema moral de su novicia protagonista y que tiene una fantástica rendición en uno de los grandes y desconocidos cortes compuestos por su autor, “Decision”.
“Tocatta for Toy Trains” (1957) es una de las colaboraciones del maestro neoyorkino con el matrimonio de diseñadores Charles y Ray Eames. Un Bernstein minimalista que compone un divertimento para flauta, oboe, clarinete, fagot, trompeta, piano y tres percusiones; un delicioso ejercicio de estilo que suponía la séptima colaboración del autor de “Los diez mandamientos” con la pareja. Por último, poco puede decirse de una de las grandes obras maestras de la música en el cine. “To Kill a Mockingbird” (1962) resume maravillosamente la cándida niñez de unos jóvenes reflejados en estado de gracia por un Bernstein sutil y preciso. El difícil camino que estos emprenden hacia la adolescencia ante un universo hostil que por momentos recuerda la memorable “Noche del cazador” de Laughton, es retratado desde la nostalgia con un cercano cuasi-impresionismo, más afín a Schumann que a Debussy, que Bernstein convierte en una música claramente adulta escrita para niños.
El tercer CD se centra en una de las obras más incomprendidas de Franz Waxman. “The Silver Chalice” (1954) es una más de la gran hornada de películas que durante los 50 utilizaron el entorno del dramático conflicto del cristianismo y la persecución romana. Un score al que Waxman sabiamente supo dotar de ideas musicales sumamente modernas (una armonía deliberadamente compleja) en conjunción con una visión religiosa anclada en la música barroca y en los “ancianos” intervalos de quintas. Un trabajo muy original dotado de una gran variedad de temas, de entre los que destaca el afectivo dedicado a Deborra (“Main Title”), el místico y cromático asociado a Simón el Mago (una de las joyas del disco, atrevido y sorprendente) y la violenta y corta fuga de “The Chase”.
La maravillosa versión que Bernstein ofrece de la obra maestra herrmaniana “The Ghost and Mrs Muir” (1947) ocupa el CD 4 (el único disco de la colección editado oficialmente en CD por Varése Sarabande en 1985). Una de las grandes partituras románticas de la historia en la que hábilmente, Herrmann huye de la música de fantasmas prototípica logrando convertirse en un instrumento poderoso al servicio de la trama. Sus tres temas centrales emergen en su inicial “Prelude”, el tema del mar que alterna perturbación y calma, el asociado a la fantasmagórica casa de campo, sostenido por arpegios en las maderas que desarrollará posteriormente en su ópera “Wuthering Heights”, y el sublime y romántico tema de Lucy, eje central del satinado romanticismo que invade una historia que puede incluirse entre ese ramillete de representativas producciones americanas, que recién terminada la II Guerra Mundial con sus significativos traumas aún presentes en la sociedad americana, apostaban por una visión amable de la muerte.
El CD 5 presenta el primero de los tres trabajos dedicados a la figura del húngaro Miklos Rozsa. “La Reina Virgen” (Young Bess) (1953) narra las desventuras de Isabel I, coronada Reina a los 25 años a pesar de la muerte de su madre, Ana Bolena, decapitada bajo el mandato de Enrique VIII. La esplendorosa época de los Tudor es retratada por Rozsa desde un prisma jovial e inocente, potenciando la visión ingenua y desde luego entusiasta de la protagonista, una joven Reina a la que el maestro entrega un tema de amor de exquisita ternura. No falta música procesional, en clara referencia a la corte inglesa y un elenco de temas secundarios solemnes y siniestros, símbolos de la manipulación y la extorsión a la que es sometida la joven por parte de políticos sin escrúpulos. Un score no demasiado conocido dentro de la vasta filmografía del compositor húngaro (existe una edición oficial del material original a cargo del sello Prometheus que adolece de ciertos ruidos de fondo y distorsiones) que puede ser oído en todo su esplendor en esta magnífica versión que Bernstein logra arrancar de la orquesta.
El clásico de Emily Brontë, “Wuthering Heights” (1939), ocupa el siguiente disco de la colección. Compuesto por Alfred Newman, logra capturar la atmósfera pasional, melancólica y lírica, con brillante uso metafórico de los elementos naturales, de esta compleja y trágica historia de amor, sobresaliendo por su vigoroso uso de la melodía y por una corriente musical arrebatadoramente romántica (magistral el tema de Cathy), que acaba conjugando con otros componentes más sombríos, como la obsesión, el juego de las apariencias, la amargura, la pasión, la venganza y la irracionalidad, desde una perspectiva íntima, como contraposición a momentos entregados a un hiperbólico sinfonismo.
La mítica historia de un malvado visir que expulsa del palacio al príncipe heredero del trono de Bagdad, para así casarse con la princesa y quedarse con el reino constituye uno de los grandes highlights de la colección. “The Thief of Bagdad” (1939) es uno de los principales argumentos a tener en cuenta para no dejar pasar la compra de esta edición. 44 minutos donde un joven Rozsa, ajeno a los clichés imperantes, se imbuye de lleno en una fantasía musical para gran orquesta y coros de donde sobresalen con maestría su delicado tema de amor (“The Prince and the Princess”) y toda una cohorte de motivos secundarios originales y frescos, saturados de color, que generan en el oyente una imaginería propia de la aventura exótica, sin ser ésta explícitamente oriental. A destacar, igualmente, la esplendorosa reconstrucción del score a cargo de Christopher Palmer.
El CD 8 recoge dos de las tempranas partituras compuestas por el sobresaliente Alex North. Aunque los main titles de “Viva Zapata!” (1952) son interpretados por la Royal Philarmonic con un exceso de ralentización en el ritmo, esta obra demuestra a las claras la genialidad del compositor de Chester. Ejemplo claro de la ruptura de motivos y ritmos del autor, supone una rica fusión del folklore mejicano con rotundas percusiones avant-gardé que simbolizan perfectamente el ambiente revolucionario de la cinta. La partitura se enfoca hacia dos vertientes rítmicas: el tempo vivace asociado a la lucha de un pueblo contra la opresión por un lado, la romántica epicidad (Josefa y Emiliano) vinculada a la exposición de ideales, por otro. Un portentoso trabajo, síntesis de la amistad entablada entre North y el maestro mejicano Silvestre Revueltas.
Los 25 minutos que Bernstein dedica a “Death of a Salesman” (1951) suponen la única posibilidad de disfrutar de este estupendo score en formato digital. “Muerte de un viajante” ofrece un tema muy cercano a la iconografía de su autor Arthur Miller: el éxito profesional, la autoestima y el juego social que permite la búsqueda de dinero y fama como condicionante de las relaciones familiares. El acercamiento de North a la figura de Willy Loman se centra en el terreno de la ternura, de la soledad, un doloroso retrato del sueño americano. Con un uso de la trompeta bello y trágico, North procura erigir la música en contrapunto sonoro a una historia de frustraciones, tratadas en ocasiones desde un lado ciertamente cómico, a pesar del sentimiento de ambigua nostalgia y melancolía que se apodera de toda la grabación.
Ríos de tinta se han escrito sobre la última colaboración de Bernard Herrmann y el maestro del suspense Alfred Hitchcock. El score rechazado de “Torn Curtain” (1966) fue recientemente regrabado para el sello Varése por Joel McNeely al frente de la National Philarmonic. Pero ya en los 70, Bernstein conduciendo la Royal Philarmonic, se había preocupado de recuperarlo. El deseo de Hitchcock de una edición comercial en disco de la banda sonora de este mediocre filme (finalmente compuesta por John Addison), condenó en gran parte el planteamiento musical de un Herrmann que construyó un score físico y diabólico que muy bien hubiera podido contribuir a convertir a este, por momentos empalagoso y mentiroso filme, en un perturbador producto que se adentrara terroríficamente en los tortuosos entresijos de toda historia de intriga y espionaje (atención al sorprendente empleo de 12 flautas), sin utilizar tan burdamente como pretexto el paroxismo anticomunista generado en una sociedad americana dispuesta a echarse en brazos del salvador Nixon, pocos años más tarde (Hitchcock cometería el mismo error con la anémica “Topaz”, gracias especialmente al frívolo score compuesto por Maurice Jarre). El eterno debate entre lo comercial y lo artístico.
El décimo CD nos ofrece otra obra inédita en formato digital a cargo de Miklos Rozsa. Su “Madame Bovary” (1949) comparte con títulos coetáneos como “Diane” o la propia “Young Bess”, el tratarse de filmes dedicados a mujeres de fuerte personalidad que viven una trágica historia de amor. Aquí, un compasivo y humano Rozsa (alejado de sus filmes psicológicos y del thriller, que tanto marcarán su etapa final de los años 40), construye una sucesión de temas apasionados y fatales. El dedicado a Emma Bovary es turbio y febril, entregado a metales y cuerdas; el de Charles (su marido) adopta la perspectiva del feliz compañero, una dulce melodía basada en el folklore francés; el de la hija, asentado sobre maderas y glockenspiel, describe su inocencia; el de la desilusión es misterioso y oscuro, símbolo de la insatisfacción de la heroína de Flaubert; mientras los temas más apasionados quedan entregados al amor adúltero, los de Leon y Rodolphe, emblemas de su actitud rebelde y tan poco resignada al destino. Una gran joya musical.
El undécimo CD está reservado a la figura del compositor ucraniano Dimitri Tiomkin. Cuatro obras que arrancan con “Land of the Pharaohs” (1955), superproducción a cargo del polifacético Howard Hawks, que nos ofrece a un Tiomkin a la altura del espectáculo: grandilocuente en el empleo de coros, preciso en su acercamiento historiográfico a la trama, violento y desmedido en sus acometidas rítmicas, preocupado más por el fondo que por la forma. Justo lo contrario que en “Gunfight at the O.K Corral” (1957), donde muestra una gran economía de medios para un género en el que era por entonces el rey indiscutible. De esta manera, construyendo un score monotemático centrado en la famosa “Balada de OK Corral” (que en el original cantaría Frankie Lane), los sucesos acaecidos en Tombstone sufren de una contención pareja a la mostrada por el compositor en “High Noon”, realizada años antes.
“The High and the Mighty” (1954) suponía el tercer Oscar en la carrera de Tiomkin (tras los dos logrados con “Sólo ante el peligro”). Un score que es representado brevemente en esta colección a través de dos cortes que potencian, básicamente, su famoso tema central, una dramática y enfática melodía apoyada sobre coros y tutti orquestal destinada a una historia de superación que suponía un vago antecedente del futuro cine de catástrofes. También, “Search for Paradise” (1957), último título de la serie dedicado a Tiomkin, es presentado como un derroche de poder orquestal. Realizada para promocionar el Cinerama (nombre comercial para el proceso de proyectar por medio de tres proyectores de 35 mm trabajando en sincronía, una imagen panorámica, incrementando su detalle y tamaño, sobre una enorme pantalla de acusada curvatura), este score captura la fascinación y exótica belleza de parajes asiáticos a la búsqueda del Shangai-La (oportunidad para actualizar la visión que de la leyenda ofreció en “Horizontes Perdidos” 30 años antes). Estructurado sobre cuatro temas centrales, el sereno “Hunza”, el reflexivo “Shalimar”, el colorista “Kashmir”, es sin duda el tema de créditos (“Epilogue”), el asociado a la aventura, el que permanecerá para siempre en nuestra memoria, glorioso en el empleo de los coros (aunque todo sea dicho, este monumental himno nunca ha sonado mejor que en manos de Charles Gerhardt), enfático en su enérgico alarde.
Como final de fiesta, FSM edita el largamente esperado score de Elmer Bernstein para “Kings of the Sun” (1963). Junto a “Hud” y “El Puente de Remagen”, “Los Reyes del Sol” se trata, sin duda, de uno de los pocos títulos importantes del autor, compuestos durante los 60, aún no editados. Una cinta de aventuras que prescinde del rigor histórico para mostrarnos los últimos días de la civilización maya (tema puesto de actualidad con el “Apocalypto” de Gibson).
El rol principal del filme, aquel al que Bernstein otorga su tema principal, es el del jefe indio Black Eagle (Yul Brynner), una poderosa melodía sustentada sobre percusiones, de alto voltaje rítmico (“Main Title”, “Surrender Threat”, “Stabbed”). Junto a la misma, el maestro neoyorkino construye una exótica y gentil danza asociada a los mayas que encuentra sus antecedentes en las egipcias compuestas para “Los diez mandamientos” (“Love That Parade”, “Honorable Parade”). Varios motivos secundarios demuestran la maestría del compositor, en concreto el material ligado a los rituales de sacrificio humano, que son descritos bajo místicos acordes que recuerdan las escenas nocturnas de “Matar a un ruiseñor” (“Dependable/Curtain”) o el delicado tema de amor para Black Eagle e Ixchel que Bernstein entrega a maderas y arpa.
Nos enfrentamos sin duda a la más importante edición realizada en el último lustro (con permiso de la recuperación de toda la obra de Toru Takemitsu consumada por el sello japonés Shogakukan, compuesto por 56 CDs incluidos en 5 cajas). Una edición irrepetible e imprescindible para todo aquel que, al margen de disfrutar con su portentoso contenido, pretenda disponer de una colección mínimamente seria sobre ésta, nuestra disciplina.
4-junio-2007
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