José-Vidal Rodriguez
Chris Johnson (Nicolas Cage) es un humilde mago de Las Vegas bendecido, sin embargo, con un don que a la vez resulta toda una maldición para él: Chris es capaz de contemplar el futuro unos minutos más allá del momento presente (de ahí el título del filme); talento sobrenatural que es aprovechado por la agente antiterrorista Callie Ferris (Julianne Moore), para tratar de impedir el ataque que unos terroristas planean ejecutar contra la ciudad de Los Angeles mediante armas de destrucción masiva. Por ello, Johnson se transforma de la noche a la mañana en el elemento clave a la hora de evitar ni más ni menos que un holocausto nuclear, dejando atrás su vida de moderno Nostradamus abocado a su triste y monótono show diario de trucos mentalistas.
Basada en el relato corto “The Golden Man” obra del imperecedero Philip K. Dick, ”Next” ofrece las suficientes dosis de entretenimiento para el espectador sin demasiadas pretensiones, recreadas con cierto oficio por su director Lee Tamahori. Pero sus defectos narrativos son, en esta ocasión, aplicables también a su música: un score abrazado a la tensión atmosférica que, aún funcionando dentro de la película, se ve lastrado por un poso francamente agridulce en su contexto de edición discográfica, sobre todo atendiendo al indudable talento del creador que firma el encargo.
Lo cierto es que no parece casual la prolífica aparición del Mark Isham reciente, en multitud de proyectos que antaño eran casi inimaginables en su filmografía. Este autor tan personal, un genio sin paliativos en el complejo terreno del jazz, exponente de la fusión estilística aplicada a la imagen y su consiguiente huída de clichés preconcebidos, parece estar dando un vuelco en su impronta (seguramente necesario para sus intereses) con el que, muy probablemente, intenta impedir su salida precipitada del celuloide ante las profundas transformaciones modales de la cansina música cinematográfica americana del nuevo siglo. Esta circunstancia le ha llevado, de alguna forma, a ampliar su abanico de registros temáticos en sus últimos proyectos; en algunos casos sin renunciar a ejercicios de indudable idiosincrasia musical (“Crash”); en ocasiones, redescubriendo al aficionado su notable y poco exprimida capacidad sinfónica (“The Black Dahlia”, “Eight Below”); y, en otros encargos, rindiéndose sin paliativos a la corriente lineal y cuadriculada imperante en no pocos títulos del Hollywood moderno.
En este último supuesto, es en el que perfectamente podríamos encajar la partitura escrita para este ”Next”. Un trabajo abocado a la indiferencia, destinado a impedir que el oyente disfrute con vestigios del Isham innovador de épocas pasadas; o para ser más exactos, un ejemplo perfecto de lo demandado por gran parte de los productores americanos actuales, que tan correcto resulta acorde con el trasfondo visual del filme, como tan pronto se pierde en el olvido tras su escucha desligada de las imágenes. Para mayor inri, el compositor ahonda en un género de ciencia ficción, en el que tradicionalmente no ha destacado por su brillantez, revelando por contra ciertas carencias todavía evidentes. Si sus olvidables partituras para “Timecop” o “Blade” demostraban que Isham es un músico llamado a otros menesteres bien distintos, el trabajo que nos ocupa confirma su excesiva frialdad y falta de inspiración a la hora de afrontar trabajos ligados de alguna forma al cine fantástico -o en este caso, de tintes sobrenaturales-.
La partitura de ”Next” se ve deslucida, más aún si cabe, por el total sometimiento (esperemos que impuesto) a aquel denominado “sonido industrial” tan socorrido como impersonal, y más que palpable en numerosos arranques de acción del score (“Pier 18”, “A Show of Character”), cortes impregnados inevitablemente por ese halo Mediaventures (o Remote Control, como ustedes prefieran) que ha originado tanta marabunta de seguidores como de firmes detractores.
Las intencionalidades de Mark quedan aquí por tanto, reducidas a confeccionar un cuanto menos decente acompañamiento musical, de tono generalmente ambiental, puntualmente introspectivo y premonitorio, basado en el ligero uso orquestal que cederá a la postre ante la tiranía imperante de previsibles texturas electrónicas, en forma de desangelados loops percusivos o de rutinarias construcciones rítmicas de base electrónica, que más bien parecen extraídas de cualquier librería musical destinada al efecto.
Todo lo anterior queda además condicionado a la inexistencia de un main theme del suficiente peso como para solventar la principal deficiencia del trabajo: su indefinición, su carácter difuso y poco cohesionado, que no sólo encuentra explicación en los numerosos pasajes de música de suspense y de registro menor, sino en la desidia de un Isham despersonalizado y falto de frescura a la hora de afrontar aquellos instantes de más agresividad, precisamente los que deberían levantar una partitura de este tipo. Tan sólo cortes como “Shadow Group” y “Second And Broadway” (éste último, agraciado con un acertado acompañamiento armónico de cuerdas) denotan una interesante ambición orquestal aportando el necesario grado de dinamismo, el mismo que deviene en inexistente durante buena parte del score.
De esta forma, aunque hallamos un conato de motivo central destinado a potenciar desde el misterio el ambiguo don de predicción de Chris que a la vez supone su mayor tormento (la sinuosa melodía a piano del “A Few Moments of Your Time”, antítesis o contraste de aquélla más introspectiva y bucólica escuchada en “Destiny”), lo cierto es que su irregular construcción, y sobre todo, su parca aplicación a lo largo de la partitura, no permiten hablar de un tema que unifique con criterio el trabajo, sino más bien de un apunte o idea aislada carente del desarrollo deseado, la cuál acaba por disolverse en el compacto cual azucarillo en taza de café.
Por todo ello, la implicación de Mark Isham en este “Next”, así como sus resultados tan profundamente convencionales como anodinos (no exentos de algún instante puntual a rescatar, como hemos visto), solo parece entendible como un firme propósito del autor por evitar su exilio forzoso a su querido campo del jazz, y acomodarse de este modo -en detrimento de su tradicional buen gusto musical- al controvertido ”way of composing” americano actual. Abstenerse amantes del Isham realmente creativo.
17-mayo-2007
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