Miguel Ángel Ordóñez
Los idus de marzo, con sus buenos augurios, se convirtieron en presagios de muerte en la Roma del 44 adC. Cesar, con un inmenso poder, ejercía un caudillaje absolutista poniendo en peligro la democracia instaurada por la República, en manos de los senadores romanos. La conspiración auspiciada por Casio y encabezada por Bruto lleva al asesinato de Cesar y a una Guerra Civil, promovida por Marco Antonio y Octavio (estrecho amigo e hijo adoptivo del dictador) que se alargará más de dos años.
Escrita por William Shakespeare en 1599, “Julio Cesar” es un modelo de tragedia política, un mapa lúcido y despiadado de la ambición humana, capaz de la lealtad y también del crimen, la traición y la demagogia si, a la luz de los fines propuestos, los actos más violentos parecen fugazmente justos. La obra refleja la ansiedad general de Inglaterra, a causa de los temores sobre la sucesión del liderazgo. En el momento de su creación y primera representación, la reina Isabel I, una fuerte monarca, se encontraba desgastada y se había negado a nombrar a un sucesor, llevando a entrever una posible Guerra Civil, similar a aquella que se levantó en Roma tras la muerte de su emperador.
La adaptación cinematográfica de Joseph Leo Mankiewicz y John Houseman respeta el entramado psicológico magistralmente plasmado por el escritor inglés. Una pléyade de grandes actores (con James Mason, John Gielgud y Marlon Brando a la cabeza) al servicio de los más bajos instintos humanos, criterios sobre los que el compositor Miklos Rozsa realiza una sutil aproximación, un retrato atemporal (está más cerca de las fuentes musicales de la Inglaterra del siglo XVII que de la Roma antigua, baste como ejemplo la canción de John Dowland interpretada por el joven sirviente a Bruto) donde se cuida mucho de no inmiscuirse en la fuerza de los grandes diálogos de Shakespeare, preocupado por reflejar las motivaciones personales que parasitan en estos protagonistas universales cuyos actos forjarían la constitución del Imperio romano.
Casio representa la envidia y el apetito de poder. Amigo de Cesar, no perdona los desplantes del jerarca hacia su persona. Su lealtad no ha tenido recompensa y ansía ocupar el puesto del venerado dictador. Un personaje insidioso y cobarde que es representado por Rozsa como el máximo instigador de la tragedia, el verdadero traidor a la patria, con una figura de tres notas descendentes que harán acto de presencia en el único soliloquio entregado por Shakespeare al personaje (“Scolding Winds”). Una temática marcadamente oscura que esconde cualquier ánimo laudatorio hacia un personaje antipático y hostil, buscando hurtar su lugar en la Historia en detrimento de los reservados a Cesar, Marco Antonio y Bruto.
Cesar ejerce en Rozsa la misma influencia que tendrá Rebecca para Waxman o Laura en Raksin. Un personaje que a pesar de su escasa o nula presencia en metraje, influye decisivamente en los actos del resto. Máximo representante del poder absoluto, es la rectitud para Marco Antonio, la ambición para Bruto. Un tema construido por Rozsa sobre una base argumental militarista, marcial, que acompaña su victoriosa entrada en Roma (“Preludium”) y que una vez muerto Cesar pasa a aplicarse a Marco Antonio, brazo terrenal sobre el que sigue golpeando con su presencia. No cabe duda que ambos representan las mismas ideas dictatoriales, el deseo de una Roma regida por un semi Dios que cuida de su servil pueblo. Personajes a los que Mankiewicz disfraza, muy sutilmente, de cobardía (Cesar) o cinismo (Marco Antonio).
Y es que el único personaje armado de una verdadera naturaleza noble es Bruto. Representado como el héroe que lucha por una idea justa, que defiende el interés de su pueblo (aunque inducido por el envidioso Casio), Rozsa le otorga un tema ilustre y gentil que adopta formas oscuras iniciado el complot del asesinato (“Brutus´ Soliloquy”), adquiere aires marciales como anticipo a la batalla de Phillippi (“Most Noble Brutus”) o emerge poderosamente lírico en la magistral “Caesar, Now Be Still”, un procesional donde Rozsa superpone los temas de Cesar y Bruto en un maravilloso contraste de color entre ambos, el primero arraigado sobre metales y percusiones, el segundo sobre bucólica cuerda. Uno de los grandes temas escritos por el húngaro. Grabado mediante técnicas estereofónicas, incipientes en aquellos años, esta edición de FSM lo presenta en falso estéreo, pudiendo disfrutarse abiertamente en la regrabación realizada por Bruce Broughton en 1995 y especialmente, en la mejor versión realizada hasta la fecha, aquella que dirigiera magistralmente Bernard Herrmann al frente de la National Philarmonic Orchestra y que puede disfrutarse en “Great Shakespeare Films” (Decca 421 268-2).
Erigido Bruto como el gran personaje trágico de la obra, Rozsa construye para él un nuevo motivo secundario que apela a su conciencia, haciendo acto de presencia en la primera parte del filme (convirtiéndole en el personaje más sólido y mejor definido de la trama). Inseguro ante el asesinato que ha de cometer, confuso ante el lugar que le espera en la Historia, Bruto aparece como el protagonista de la piedad, debatido entre la necesidad de su pueblo y el cruel magnicidio que afronta (“Brutus Awake”, “Warning of Artemidorus”). No es extraño que Marco Antonio en la escena final, muerto Bruto, le proclame como el “el más noble de todos los romanos”. Una concesión de Shakespeare que poco tuvo que ver con la realidad, puesto que Octavio mandó cortar su cabeza y colocarla a los pies de una estatua de Cesar.
7-mayo-2007
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