Pablo Nieto
Incomunicación y soledad. La mentira como forma de vida. La pasión como última esperanza a la que aferrarse para superar la pérdida de tu compañero. Pero todavía peor. Descubrir una traición perenne y dolorosa, castigada con justicia poética por los caprichos del destino. Con la habitual solidez que le caracteriza, y esa mirada adulta y sensual que también ha manejado a lo largo de su carrera. Sydney Pollack, consigue hacer pasar por creíble el amor inesperado entre un policía (Harrison Ford) y una congresista (Kristin Scott Thomas), que tras descubrir que sus respectivas parejas, fallecidas en un accidente de avión, mantenían una aventura, deciden orientar su vida en una huída hacia delante. Alocada, irracional, de pasión desbocada. ¿Es posible amar en la madurez? ¿Es posible superar una infidelidad? Dos personajes contradictorios y herméticos demuestran que sí. Incomprendida película, errónea en la subtrama que tiene a Harrison Ford como protagonista, investigando un crimen que nada tiene que ver con el verdadero espíritu y la trama del film. Es ahí donde la película pierde cierta credibilidad, y por supuesto todo su interés.
Lo que no decae en todo el film es la calidad del score de Dave Grusin. Un compositor que siempre se ha movido como pez en el agua en los films de Pollack, y que para este concibe una partitura de corte jazzístico, intercalándolo con pasajes salseros cubanos asociados a la parte de la trama desarrollada en Miami. Grusin se reúne de un envidiable grupo de solistas, como Terence Blanchard en la trompeta, John Patitucci en el bajo y Harvey Mason en la batería, con el propio Grusin al piano, para dar vida al amor viciado y sensual del policía y la congresista. Especialmente brillante en la parte melodramática, de atmósferas cargadas y pasiones desatadas, presentada en cortes como “Looking for Peyton” o “Love Theme”.
No es un score políticamente correcto, como el film. No es fácil encontrarse con composiciones donde prima la improvisación y el juego impredecible del jazz. Quizás sólo Blanchard, Isham o el propio Grusin puedan arrogarse tal privilegio. En general, estamos ante una partitura lineal y relajada. Un guante de seda para las otoñales imágenes del film. Alter ego del amor decadente. Así, cortes como “Dutch”, ”Phone Call Soliloquy”, “Decisions” o “Personal Effects” contribuyen a la sensación de unidad del score, gracias especialmente al revestimiento de cuerdas proporcionado por Grusin.
Merece la pena detenerse en la curiosa aportación de Patitucci, con la melodía para bajo grave, de parecido más que razonable a uno de los temas principales de “¿Quién Engañó a Roger Rabbit?” de Alan Silvestri (por cierto, ejemplar partitura, irónica y todo un homenaje al “cinema noir”). Este danger motiv asociado a la investigación de Harrison Ford, ayuda a cargar más el ambiente. En esa misma línea tenemos “Keys” y “Closing In”, dos interesantes piezas de acción, que alcanzan su clímax en “Seasonal Changes”, con un estimulante finale a través del piano de Grusin y la trompeta de Blanchard, desarrollando el tema de amor sobre el cálido manto de las cuerdas.
El toque latino, procedente de las playas de Miami (lugar de encuentro de los amantes infieles, y lugar de nacimiento de la pasión entre los dos traicionados), lo encontramos en “Playa del Sul” y “Aquí en Miami”(escrito por el gran Arturo Sandoval). Dos cortes vibrantes, plenos de energía y pasión.
“Caprichos del Destino” es una especie de Dave Grusin & Friends (no olvidemos la presencia de Néstor Castillo a la guitarra o la voz de Chieto Quiñónez). Una propuesta infravalorada, que además de ayudar a la evolución emocional y al establecimiento de una atmósfera atrayente del film, es perfectamente intercambiable para acompañar cualquier velada a la luz de la luna. En compañía o soledad. Dejándose llevar por el destino, o simplemente peleando contra el en una batalla perdida de antemano. Pero a veces, no todo es ganar o perder, sino disfrutar jugando.
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