José-Vidal Rodriguez
La implicación en toda película española de un clásico de la composición como Pepe Nieto, suele llevar aparejada en la mayoría de los casos, una garantía de buen oficio y profesionalidad que incluso en ocasiones se ve refrendada por trabajos verdaderamente brillantes a lo largo de su excelsa y dilatada carrera, jalonada por seis premios Goya. Pero es obvio que todo buen escribano tiene su borrón, y el trabajo que nos ocupa supone una de las más flojas creaciones de su última etapa.
En el caso de este "Días Contados", Nieto aborda un registro al que no es ajeno, un thriller urbano con historias entrelazadas de personajes decadentes, como ya hiciera en mayor o menor medida en obras tales como “El Lute”, la serie “Pepe Carvalho” o la excelente “Beltenebros”.
Carmelo Gómez interpreta al arrepentido miembro de un comando terrorista de ETA que planea un atentado en Madrid. Por su parte, Ruth Gabriel encarna a una prostituta a punto de cruzar la frontera irreversible de la droga. Personajes ambos que acaban por sentir atracción el uno por el otro fuera de sus respectivas miserias, y que se ven rodeados por otros seres no menos marginales (genial en su papel de yonqui Javier Bardem) cuyos caminos acabarán por encontrarse por azar del destino. Una irregular película, con demasiados altibajos, y con una banda sonora cuyo lógico acabado no excluye la simplicidad y reiteración de sus esquemas una vez escuchada fuera de la película.
El hándicap del que parte el autor para componer esta rutinaria obra, no es otro que la indefinición de los trazos básicos de su partitura, así como ante todo el carácter cuasi ambiental que adquiere gran parte de la música durante el largometraje. Es obvio que para una historia como la que nos ocupa, parece razonable que Nieto aparte su estilo más clásico y opte por un modernismo en las formas, con el que enfatizar la violencia del argumento, así como la pérdida del rumbo de un elenco de personajes en una sociedad actual. En este sentido, sí que resulta innegable la adecuación de su música a las imágenes, sobre todo en lo referente a fusionarse con ese ambiente decadente retratado por Imanol Uribe.
Otra cosa bien distinta es que la partitura, escuchada fuera del filme, se convierta en un ejercicio de paciencia supina para todo aquél que guste del Nieto más clásico y melódico. Utilizando una agrupación orquestal muy reducida, huérfana de cuerdas y en la que predominan la batería, el bajo, la guitarra eléctrica y los teclados, el compositor parece naufragar en una sucesión de cortes en donde el desánimo, lo opresivo y lo efectista se impone sin duda a todo atisbo musical de congratulación melódica (si excluimos un par de momentos), circunstancia que nos impide escuchar al Nieto distinguido de antaño.
El tema introductorio “Días Contados” nos presenta el motivo central de la partitura, una funcional melodía a siete acordes que la guitarra eléctrica y el piano sintético no dejarán de entonar durante gran parte del disco, creando una sensación de marcada monotonía que se acentúa con el propio carácter eficaz pero insustancial del tema en cuestión. Igualmente, la pieza presenta otro recurso al que acudirá Nieto con inusitada profusión, los golpes rítmicos de batería, en su intención de acentuar la tensión y agresividad de ciertos instantes utilizando los pocos medios orquestales con los que cuenta. El resultado no es otro que el oído en cortes tales como “El Control”, “Como la Piedra” o “Ultima Noticias”, tan incisivos como prácticamente inexpresivos sacados de su contexto visual.
Nieto acude también al saxo y al clarinete en determinados momentos, intentando con ello ampliar el dramatismo y suspense de algunas escenas paliando la ausencia (intencionada o no, lo desconozco) de las cuerdas. En este sentido, las disonancias del corte ”El Control” resultan duras pero francamente efectivas en el filme (al igual que peculiar resulta el giro del último minuto de la pieza, en el que los amantes de Horner percibirán un leve tufillo a su “Límite: 48 Horas”). Seguramente, el mayor problema de la escucha aislada del score, radica en el hecho de que el autor no pretende una involucración absoluta con la trama, y por tanto no busca una vía de escape secundaria para que las siete notas del tema central no acaben por hastiar al oyente. En este sentido, y a pesar de la extensa cantidad de roles importantes aparecidos en el filme, la banda sonora de Nieto se centra más en las situaciones que en los personajes, implicando una ausencia palpale de leitmotivs ajenos al reiterativo motivo central.
A estas alturas, se preguntará el lector el por qué de las dos estrellas y media con las que defino el score como, al menos, “interesante”. Lo cierto es que he de confesar que en su día adquirí el compacto única y exclusivamente por la inclusión en él del corte ”Junto a la Alhambra”, un fragmento musical que, por méritos propios, entra en el grupo de los mejores temas compuestos por el Pepe Nieto de la última década. Para musicar la secuencia en la que Carmelo Gomez y Ruth Gabriel viajan a la bella ciudad de Granada para continuar su apasionamiento, Nieto apela a una bella frase entonada por guitarra española, al compás de una especie de buleria flamenca, con el piano aderezando de manera exquisita tres minutos que consiguen rescatar, al menos temporalmente, de la planicie al score. Consciente el compositor de la expresividad y hermosura del corte, se incluye una versión más breve en la pista 10, utilizando la forma de reprise para de nuevo rescatarnos de la desangelada tónica general del álbum.
La famosa “Habanera” de la ópera “Carmen” y cuatro canciones interpretadas por el grupo Navajita Plateá (éstas últimas bajo el subtítulo “El Bar de Rosa”, por sonar en la película en aquél peculiar tugurio en donde se reúnen varios de los protagonistas), completan la extensa duración del compacto. En definitiva, ”Días Contados” es uno de esos scores que cumplen su función en el filme con corrección, pero desde un marcado carácter secundario que en su escucha aislada se hace, desafortunadamente, demasiado patente. Además, la insistencia en el uso de un tema central demasiado anodino acaba por restar aún más interés al presente encargo fuera de su marco visual.
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