José-Vidal Rodriguez
Allá por el año 1984, un joven James Cameron ponía la piedra angular sobre la que se asentarían muchas de las producciones actuales de ciencia ficción. El director venía de debutar en el cine con aquella olvidable serie B, “Piraña 2”, lo que no suponía una carta de presentación precisamente halagüeña. Por eso, con más tesón que medios logró sacar adelante este guión escrito por él mismo, con un equipo de actores y profesionales muy poco conocidos por aquél entonces -si exceptuamos al ya incipiente Mr. Arnold ”Conan” Schwarzenegger-.
Sin ser ni mucho menos una obra capital en la historia del cine, no cabe duda que ”Terminator” supuso un impacto en el género del que aún hoy siguen bebiendo no pocos argumentos. Con sus virtudes y defectos (entre los cuáles, no puedo resistirme a denunciar el flagrante y conocido error de guión en ese curioso viaje en el tiempo), el filme logró aunar a una crítica que atendía fascinada ante la ejemplar fusión de aquellos soberbios efectos especiales con una muy sugestiva historia apocalíptica de acción, que en aquellos años de plena revolución tecnológica calaría hondo entre los espectadores. Una película cuyo brillante acabado visual esconde limitaciones presupuestarias que a muchos sorprenderán. Toda vez que Cameron echó el resto en lo que a efectos especiales se refería, el dinero llegaba más que justo para afrontar varios de sus apartados técnicos. Baste señalar por ejemplo cómo aún estando totalmente consolidado el estéreo en esos años, el filme sería estrenado sin embargo en sonido monofónico.
Y en lo relativo a su música, descartados nombres tan exóticos como el de Tony Banks (teclista del grupo Genesis), el presupuesto "devorado" por el departamento de FX, condicionó igualmente para que a la postre se contrataran los servicios de un autor desconocido, cuya profesionalidad le llevaría a componer lo que a día de hoy sigue siendo la partitura más conocida de su descafeinada carrera. Brad Fiedel era por aquel entonces un músico que solamente había escrito para la televisión, todo un novato en el cine que en principio chirriaba en un proyecto de estas pretensiones -al igual que lo hacía Cameron, por otro lado-. Pero en su favor jugaba la circunstancia de que el director tan sólo pedía un acercamiento sonoro más ambiental que otra cosa, rechazando de plano una música pretenciosa que desviara la atención del espectador; esto es, Cameron no revelaba en ese momento las inquietudes musicales que demostrara luego en sus “Aliens” o “Titanic”.
Así las cosas, Fiedel cogió sus teclados, tiró de colaboraciones de diversos compañeros (entre los que se encontraban Alan Howarth y el violinista Ross Levinson), y se lanzó a escribir un score malsano, sumamente áspero en su aproximación atonal-efectista, pero que no deja de conformar el tipo de tratamiento musical perfecto para la temática de un filme de estas caracteristicas. Pese a que algunos lo han calificado tradicionalmente como un trabajo demasiado simple o poco elaborado, si algo hemos de destacar sin paliativos es su indiscutible adecuación visual, traducida en la continua impresión de que uno a uno de los efectos a los que Brad recurre -aún gélidos y no precisamente agradecidos-, poseen una significación mucho mayor de lo que cabría esperar en una partitura electrónica de este estilo. No en vano, Cameron nunca ocultó su satisfacción por el acabado final de la música. Razón que le llevaría a confiar de nuevo en el compositor para poner acordes a la secuela, pese a contar ya en ella con enormes medios económicos que le hubiesen permitido acudir a un nombre de mucho mayor caché.
La oscuridad de la trama, su carácter de relato apocalíptico extremo, justifican que Fiedel se aproxime a la música como mero espectador, sin mayores intencionalidades que las de acompasar decentemente la acción, enfatizando con ritmos violentos y percusiones metálicas (algunas creadas, sorpréndanse, mediante golpes de sartén) lo descorazonado de la historia y la atmósfera dramática de un futuro en peligro. Por ello, esta exclusión de todo atisbo melódico y de una cohesión armónica más o menos definida, convierten la escucha del álbum en un ejercicio de paciencia supina, del que no obstante una pieza (aparte del subtema escuchado en “Sarah on Her Motorbike”) lo reconducirá por los senderos de lo retentivo y tarareable. Nos referimos obviamente al conocido tema central, ”The Terminator Theme”. Seis notas decadentes, sustentadas por ese ritmo “mecanizado” de cinco golpes de percusión, que evocan en su sencillez la paulatina consolidación de un mundo dominado por las máquinas, la pérdida de la humanidad en favor de una tecnología aséptica de sentimientos. Lo mejor sin duda es el uso que de la pieza realiza el autor, puesto que no es en sí un motiivo del que abuse para musicar situaciones o personajes (ni siquiera el de Schwarzenegger); muy por el contrario, acude a él como forma de recordar al espectador, siempre en momentos puntales, el inminente futuro al que se ve abocado el hombre en su lucha contra su propia creación. No obstante, las posibilidades melódicas del tema permiten que el autor recurra a él como fondo romántico (”Conversations By The Window / Love Scene “), aunque siempre reservando su utilización a los instantes del filme de mayor calado dramático, como bien pudiera serlo su bucólico epílogo ”Sarah´s Destiny / The Coming Storm”.
Fuera de este tema central, el score arrastra esa inevitable sensación de frialdad de esquemas que, por una vez y sin que sirva de precedente, tiene absoluta justificación. El extremo carácter meramente ambiental de muchos cortes (entre los cuales, ”Arm & Eye Surgery” se lleva sin duda la palma), corre el riesgo de dejar prácticamente indiferente al oyente, en favor de una sincronía con la trama francamente loable. No obstante, cuando la atonalidad extrema parece destrozar nuestros oídos, Fiedel se muestra bastante atinado rítmicamente allí en las belicosas escenas de persecución a las que pone música. Cortes como ”Gun Shop / Reese in Alley”, los últimos dos minutos de ”Garage Chase” o el ”Police Station / Escape from Police Station” (otro de los escasísimos momentos en que se sugiere la melodía del tema central), contienen cadencias electrónicas algo rutinarias, pero salpicadas por efectismos que cumplen perfectamente con su cometido.
La presente Definitive Edition, publicada a principios de los 90 por el extinto sello germano Cinerama, contiene toda la música montada finalmente en la película, incluyendo más de 40 minutos del score original previamente inéditos en detrimento de las canciones pop que poblaban la anterior edición. ”Terminator” en definitiva, supone el ejemplo de una electrónica bien concebida, entregada y destinada sin concesiones a una destacada simbiosis con las imágenes. Aunque Fiedel no confirmara con los años este prometedor debut, en su curriculum seguirá destacando esta obra no apta para todos los paladares, pero indiscutiblemente acertada en sus propuestas.
|