Miguel Ángel Ordóñez
Cuando el reverendo Charles Lutwidge Dodgson remontara el Támesis partiendo de la rivera cercana a la Universidad de Oxford, donde impartía clases, junto a las pequeñas Edith, Lorina y Alice, no podía imaginar que la fantástica historia que ideó para diversión de todas ellas, inmortalizada posteriormente en papel, sería referente de la literatura universal. Poeta, fotógrafo, dibujante, matemático….. la genialidad de Dodgson (cuyo seudónimo mas conocido fue el de Lewis Carroll) parte de concebir su escritura como un problema de lógica matemática al que engalana de sutiles dosis de realismo político en un contexto socio-cultural concreto, el de mediados del siglo XIX.
Diversas adaptaciones cinematográficas ha sufrido la obra de Carroll, pero sin duda la realizada por Disney en 1951 se ha convertido en punto referente para todas las posteriores generaciones cinéfilas. En 1972, el productor Josef Shaftel y el director y guionista William Sterling idearon un musical que fuera escrupulosamente fiel a la obra de Carroll. Alejados de la óptica americana, ambos fueron precisos en la necesidad de un estilo musical cercano a la tradición inglesa. Gilbert & Sullivan es en los países anglosajones, lo que la zarzuela o la opereta son para España y Austria. Con un elenco de actores formado por celebridades como Peter Sellers, Dudley Moore, Michael Crawford o Ralph Richardson, la elección de un músico británico a la altura de las mismas resultó sencillo: el galardonado y afamado John Barry.
Para las letras inspiradas en la propia obra de Carroll, el compositor acudió de nuevo al letrista Don Black, con el que ya había colaborado en la escena británica del West End, al que había apadrinado en su salto al cine con obras como “Operación Trueno” y “Nacida libre”, a las que seguirían las canciones para “Diamantes para la eternidad”, “Follow me”, “La semilla del tamarindo” o “La paloma”, entre otras. El nombre de Black queda pues asociado a una etapa, la de los 60 y 70, en la que Barry, siguiendo la norma de aquel tiempo, construía una canción reflejo del tema principal del filme que, en el fondo, ayudaba en la venta de las ediciones discográficas de una disciplina con renovado auge entre los compradores. El otro nombre al que Black quedaría asociado en esta etapa sería sin duda el de Elmer Bernstein, para el que colaboró en trabajos como “Midas Run”, “El ladrón rebelde”, “Valor de ley”, “La soga de la horca” y “Oro”.
Con un score muy centrado sobre las canciones construidas por el dueto Barry-Black, pocos son los momentos sobre los que el compositor británico realiza un subrayado incidental que posea sustantividad propia, sin partir del referente musical creado. Lo mas reseñable descansa sobre una fanfárrica marcha aderezada de mandolinas para la escena del desfile de las cartas-soldado (“The Royal proccesion”) y la divertida y acelerada danza “The Lobster Quadrille”.
Tres baladas constituyen el elemento principal del score. Incluidas también en su versión instrumental, “Curioser and curioser” ejerce de tema central descansando sobre figuras melódicas de impronta barryniana que apelan a la inocencia, al despertar; “I´ve never been this far before” despliega toda la delicadeza de su autor, con una pausada y bellísima melancolía entregada a la cuerda, mientras “The me I never knew” explora elementos oníricos y de romántica tristeza acunados por el vaivén oscilante de las maderas y el clavecín.
El resto de canciones se mueven con aire gentil entre el divertimento (“You´ve got to know when to stop”, “Will you walk a little faster?”, “They told me”) y la nostalgia (“Dum and Dee dance”) logrando en todo momento conducir al oyente hacia un universo imaginario único e irreal que evoca ambas sensaciones, mostrando el tono adulto de una novela construida sobre fondo infantil.
Segunda de las tres colaboraciones mantenidas por John Barry con el director Richard Lester (“The Knack” y “Robin y Marian”), “Petulia” es una película anclada en los sesenta. Críptico y desfasado, el filme gira alrededor de una mujer liberal que vive atrapada por su relación con un marido homosexual y que encuentra el amor con un médico mediocre y burgués.
Pese a ser Ken Thorne el compositor tradicional de Lester (“Help!”, “Golfus de Roma”, “Como gané la guerra”, “The bed-sitting room” o la excelente “El enigma se llama Juggernaut”), los scores diseñados por Barry para el director de Philadelfia se mueven siempre en un terreno elegante, de gran constricción y cierto hermetismo. Para “Petulia”, construye un tema central melancólico de gran amargura, donde el saxo juega baza importante para exponer las contradicciones de la protagonista, mostrando distintos aspectos en sus diferentes variaciones: taciturno durante el “Main title”, sensual en sus arreglos cercanos a su posterior “Fuego en el cuerpo” con “Petulia” (corte 23), sumamente triste en el epílogo “End title”.
Frente a varios cortes donde Barry hace gala de un interesante tono disonante y psicológico (“Friends of the evergreen”, “Comprehendo?”, “Once having been lovers”), el score explora las posibilidades dramáticas de la source music en cortes de falsa diégesis que reflejan el estado anímico de Petulia, abarcando desde el voluptuoso “Eat topless” y el magistral y romántico “Motel”, hasta el agresivo y bondiano “Highway 101”.
Una perfecta oportunidad para acercarse a uno de los grandes compositores surgido en los sesenta, cuyo palmarés envidiable no presagiaba el alarmante declive que le llevó a firmar trabajos de suma complacencia en unos últimos años de vida artística destinados al mas gratificante de los olvidos.
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