Miguel Ángel Ordóñez
En 1983 la autobiografía de Shirley Muldowney, la primera profesional en el machista mundo de las carreras automovilísticas, era llevada a la gran pantalla. Historia de superación tan del gusto americano, su actriz Bonnie Bedelia (“La jungla de cristal”, “Presunto inocente”, “El chico que podía volar”) recibía una nominación a los Globos de Oro. Dirigida por el eficiente Jonathan Kaplan, forjado como tantos otros bajo el amparo del gran Roger Corman, supuso su primera aproximación a un cine donde la mujer comenzaba a adquirir un rol protagonista asociado normalmente a los hombres, mostrando algo mas que su abnegada condición de esposa y madre. Las posteriores incursiones de Kaplan en filmes como “Love Field” o “Bad Girls”, le establecen como un referente dentro de este peculiar género.
El compositor de Detroit, Laurence Rosenthal, había llamado la atención de la industria con dos pequeñas películas dirigidas a finales de los 50 donde mostraba un especial interés por conjugar un convencional clasicismo deudor de los compositores de la edad de oro y nuevas estructuras musicales asociadas a una nueva generación abanderada por los North, Bernstein o Goldsmith. La primera de ellas, “A Raisin in the Sun”, resumía esas propuestas con un tema central melancólico en la mas pura tradición de los 50 y un cuerpo sonoro que contenía elementos de jazz, blues y melodías de sabor africano. Con “The Power and the Glory” se acercaba a la revolución comunista de los años 30 en México con un poderoso trabajo que aunaba marcialidad e intimismo folklórico. El éxito de la cinta “The Miracle Worker” sobre la historia real de la autista Helen Keller, dirigida con brío por Arthur Penn y donde Rosenthal se aproximaba al Bernstein mas psicológico de “Verano y humo” o “Deseo bajo los olmos”, acabó por establecerle definitivamente en el cine.
Su nominación al Oscar por su estudio de la música del medievo en “Beckett” y su posterior obra maestra “The Return of the Man Called Horse”, no revitalizaron una carrera condenada con los años a centrarse en el campo televisivo. En los 80, Rosenthal venía de una serie de filmes inmersos en el pujante género de la ciencia ficción. Títulos como “Meteor”, “Clash of the Titans”, “The Island of Doctor Moreau” o la serie de televisión “Logan´s Run” le habían acabado por encasillar en productos no siempre de primera clase. “Heart Like a Wheel” era por tanto una oportunidad para abordar nuevos caminos en su anquilosada carrera.
El filme nos presenta el recorrido de la protagonista desde su salida de la universidad hasta alcanzar las mieles del triunfo profesional. Ese recorrido temporal sirve a Rosenthal para presentar un encadenado entramado musical que atraviesa los diversos ritmos inherentes a cada época. Con la apertura del filme, en plena década de los 40, el compositor acude a un swing (“Main Title”) donde expone de manera solapada el tema central asociado a los éxitos profesionales de Shirley, un motivo de 5 notas a la trompeta que en la sucesión de cortes se presentará con un limitado tono épico al synclavier (“Fonda Raceway”, “New Track Record”, “Winning”, “Burn-Out/World Champion”) para exponer cierto elemento etéreo, mágico, consustancial a su espíritu ganador, al forjamiento de una leyenda.
Junto a esta parte vitalista del score, con predominio de arreglos pop, Rosenthal acude a una pequeña formación de músicos para los momentos íntimos del personaje, conectándolo a su desarrollo como persona ajena a la popularidad. Acudiendo a dos temas melancólicos y de inspirado romanticismo, traza el retrato amoroso de una mujer dividida entre un marido que no entendió nunca su espíritu aventurero y su mentor (Connie Kalitta, interpretado por Beau Bridges), el verdadero amor de su vida. Mientras el primero tiene una limitada aparición en cortes como “The Wedding” u “Off to Detroit” donde la guitarra y el vibráfono muestran una melodía gentil, el segundo, un motivo de 6 notas, se adueña de gran parte de la partitura asociándose directamente a los propios triunfos de Shirley, haciendo del personaje de Connie el catalizador de su propia existencia. Se presenta con formato de canción en “Connie”, íntimo y sencillo en “Fork in the Road”, triste en “Connie Crashes”, con muy bello empleo de cuerdas en “Shirley´s Back” o con setenteros arreglos vocales durante los “End Credits”.
Dentro de esta suculenta variedad temática dos temas sobresalen por su tratamiento dramático. Los trémolos tensos y los efectos disonantes de “The Wrecked Car” hacen girar el score hacia el terror, mientras el momento más emocionante de la película, el accidente que casi cuesta la vida a la protagonista (“A Driver Prepares/Shirley in Flames”), es resuelto por Rosenthal con un sorprendente empleo exclusivo de sintetizador que se mueve entre la excitación y el éxtasis contemplativo. Contrapunto sonoro que conecta la frialdad de estos estáticos sonidos con la emoción de su rescate entre las llamas.
“Heart Like a Wheel” se convierte en una escucha recomendable porque tras su aparente sencillez esconde el profundo conocimiento que del oficio posee Laurence Rosenthal, un compositor que casi siempre estuvo por encima de las producciones que con limitado presupuesto han configurado su amplia filmografía.
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