Miguel Ángel Ordóñez
Cuando en la década de los 50 surgieron compositores cinematográficos dotados de un ímpetu innovador dispuestos a abanderar un cambio estético, lo primero que vinieron a demostrar es que la música de cine tenía futuro alejada de los clichés románticos imperantes desde el nacimiento del sonoro. No sólo pretendían negar el declive de la música seria en una industria que buscaba desesperadamente nuevos formatos con los que atraer al público, sino que resultaba obvio que se ajustaban al modelo de compositor capaz de conducirse dentro de otros nuevos caminos de expresión gracias a sus conocimientos del jazz, la electrónica y, en especial, de una forma de composición más cerebral y contemporánea. Alex North y Leonard Rosenman representan la quintaesencia de esta nueva mirada, lacónica si lo que cuenta es echarla hacia atrás, elocuente si lo es hacia adelante, caracterizada por una fuerza expresiva total, por la capacidad para desarrollar ideas y por configurarlas plásticamente desde posiciones impensables en el Hollywood conservador de entonces.
Cuatro años después de la muerte de Rosenman, The Film Music Society, en colaboración con su viuda, procede a rescatar (nunca mejor dicho) cinco de sus obras más desconocidas, la mayoría de ellas dadas hasta ahora por perdidas. Gracias a ese esfuerzo ven la luz piezas tan importantes como las televisivas "Sybil" (se ofrece una breve representación del trabajo en poder del editor de sonido de la grabación, Len Engel), "Combat!" y "Alexander the Great", éstas últimas tras el sorprendente descubrimiento por parte de Mike Matessino de una copia de ambas grabaciones entre la basura de su vecino (sic). Disponible exclusivamente para socios (hay que abonar una cuota mínima anual para poder acceder a la compra del producto, para lo que os dejamos un enlace a la FMS), la edición tiene una tirada limitada de 1.000 ejemplares y resulta una ineludible cita no sólo con el seguidor de este autor capital de la música cinematográfica sino con el aficionado a la música en general.
Las dos primeras obras presentadas responden al Rosenman menos experimental y más conservador, dos espléndidos trabajos que rinden homenaje a su cine épico y de acción al estilo "Star Trek IV" o "El Señor de los Anillos" y al intimista y pastoral de "Cross Creek". La primera, "Body Wars", es un proyecto para el parque temático del EPCOT Center de Disney dedicado a las "Maravillas de la Vida" que abrió sus puertas en 1989. Encargado al compositor por Leonard Nimoy, se trata de un proyecto gráfico en el que se recorre el cuerpo humano al estilo de "Viaje Alucinante". Musicalmente, tras un efecto-llamada inicial de tres notas al metal, Rosenman construye un himno triunfal y ricamente orquestado que escenifica el acceso a un mundo fantástico. A medida que el tema se desarrolla, el compositor adiciona no pocos efectos marciales sobre diferentes estratos contrapuntísticos, mientras en su sección central se acompaña de una fuga y de un emocionante pasaje a la cuerda que remite al Goldsmith de los 80. La segunda, "Where Pigeons Go To Die", compuesta un año más tarde, es uno de sus más efectivos scores para televisión, dramático y repleto de minutos emocionantes, dominado por un bellísimo tema central en modo americana con intervalos abiertos basados en un acorde de dominante. Rosenman hace progresar la obra con inteligencia y saca magnífico partido a su tema, alcanzando brillantes soluciones a la hora de desarrollar el material durante el extenso corte "Dickens Returns/Closing".
Hablar de "Sybil" es hacerlo de una de las grandes obras maestras del compositor. Película para televisión que lanza la carrera de Sally Field, el trabajo reporta a Rosenman su primer Emmy, permitiéndole construir uno de sus trabajos más apasionantes y vanguardistas. Para retratar la locura de una mujer con problemas de múltiple personalidad derivados de los abusos sufridos en su niñez, Rosenman edifica un score disonante para cuerdas, dos arpas y dos pianos modificados para soportar cuartos de tono, percusión, cuatro voces de niños y electrónica. Su acercamiento dramático es prodigioso, asociando una nana central en 3/4 a la torturada infancia de la protagonista y experimentando con el microtonalismo para mostrarnos su frágil personalidad, en un collage absolutamente desgarrador. Lamentablemente y tras la destrucción por parte de Lorimar, la productora, de los masters originales, la edición recoge los once únicos minutos que han sobrevivido de esta espectacular partitura (los créditos y el finale), lo que viene a privarnos de la conservación de algunos de los minutos más fructíferos de la historia de la música de cine. En concreto, los impresionantes cuatro minutos que subrayan la llegada de Sybil a su apartamento, a poco de iniciarse el filme, donde Rosenman compone una sonata para piano que actúa sobre la acción de manera diegética (un vecino toca el instrumento) y que a medida que gana en complejidad avanza hacia posiciones de falsa diégesis para presentar en su clímax el ataque de pánico que sufre la protagonista en su salón. El corte desemboca, anclado ya en un contexto extradiegético, sobre cuatro capas de sonido con diferentes centros tonales sonando a la vez, algunas inspiradas en los experimentos espectralistas de Murail o Grisey, que dejan al descubierto su enajenación, marcando no sólo el tono de toda la película sino logrando generar en la muestra de su plausible sufrimiento, una corriente de empatía hacia el personaje.
"Combat!" cuenta entre sus méritos con ser la serie bélica más longeva de la historia de la televisión americana. Durante sus seis temporadas, muestra la vida de un pelotón de soldados aliados comandado por el sargento Chip Saunders (Vic Morrow) a finales de la II Guerra Mundial en Europa. El disco incluye música de la primera temporada (unos 19 minutos) y en especial de su primer capítulo, dirigido por Robert Altman. Rosenman construye para la serie, desde su residencia en Roma, una librería musical que abarca todas las emociones humanas derivadas de la historia. A pesar de su tono genérico, la música posee una coherencia envidiable y conjuga una ecléctica muestra de estilos que van desde la marcha militar (su inolvidable tema de cabecera) a la ambientación romántica (el estupendo bloque "French Café"). Los mejores momentos se reservan para las escenas de acción y suspense ("Tortured Crawling" o "Battle") donde se zambulle en una estilizada escritura ligetiana.
La génesis de un proyecto como el de "Alexander The Great", intento de hacer un folletín semanal sobre la vida del conquistador griego por parte de los responsables de "Combat!", no deja de ser sorprendente. Sólo se llega a rodar su episodio piloto por una astronómica cifra que ronda los 750.000 dólares, ante la imposibilidad económica de afrontar sus costes por cadena televisiva alguna. Si el planteamiento es sumamente ambicioso, el score de Rosenman no se queda atrás: fanfarrias al metal, agresiva música de batalla ("The Pursuit", "Big Battle"), remisión a fuentes e instrumentación del período ("Ada´s Dance"), fragmentos percusivos de una audacia insólita ("Orgy") o el empleo de un coro exclusivamente masculino recitando frases en ¡griego! ("Main Title") son sus señas de identidad. El resultado de ese regateo, de ese festín a la rusa, fue una de las obras más personales y pantagruélicas que se han realizado para el medio televisivo, la fiel representación del idealismo de Rosenman, de su sentido de la desproporción y del riesgo. La deliciosa broma de un outsider de la música de cine que mira con desdén y desprecio a una industria a la que acaba poniéndose por montera.
8-noviembre-2012
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