Pablo Nieto
Si alguno pensaba que el cenit de la desinformación respecto de las costumbres de un país se había alcanzado con esa Semana Santa en Fallas de “Mission Impossible II”, es porque aún no ha tenido ocasión de darse un atracón palomitero viendo “Noche y Día” y así descubrir los “San Fermines” de Sevilla. Absolutamente desternillante, créanme. Mientras a Tom Cruise se le ocurre una nueva metedura de pata (ya saben eso de que no hay dos sin tres), conviene recrearse con esta intrascendente montaña rusa veraniega, cuyo guión parece haberse elaborado en una coctelera, a altas horas de la madrugada, en cualquier night club de Los Angeles, a partir del sabor añejo de “Dos Pájaros a Tiros”, el cuerpo de “Mentiras Arriesgadas”, el picante de “Mr. And Mrs Smith” y el regusto amargo de la trilogía del agente Ethan Hunt. Lo malo es que el brebaje resultante sabe a rayos.
Al frente del score encontramos a un John Powell que en los últimos tiempos parece ser un habitual de ese nuevo género de acción llamado “shot, jump & road”, donde no faltan persecuciones imposibles en autopistas, coches volando y viajes relámpago por medio mundo. Por desgracia, el factor sorpresa que suponía Powell a principios de la década, se ha convertido en un previsible viaje a territorios ya explorados, algo, que irónicamente es lo que le garantiza trabajo en productos prefabricados como el presente, donde el compositor se encuentra el filme musicado con temp tracks de sus propias películas.
Aún así, uno siempre espera propuestas diferentes, aunque, y esa es la desgracia, Powell parece no estar en condiciones de ofrecerlas. Por eso su recurso al bandoneón como llave del tango & funk con el que se nos presenta el encuentro casual de los protagonistas en “At the Airport” o “Rough Landing”, no traspasa la simple corrección, acudiendo a ideas introducidas en “Mr & Mrs Smith”, donde la relación amor-odio de los dos personajes centrales (el matrimonio Pitt-Jolie) venía a representarse a través de la pasión de las guitarras españolas. La justificación de porqué Powell acude al bandoneón la encontramos en un metafórico viaje soñado de los protagonistas, cuando todo acabe (la acción de la cinta, se entiende), al mítico Cabo de Hornos, fantasía que permite al músico utilizar el instrumento a lo largo y ancho de la partitura (“The Villa”, “Going to Cape Horn?”).
La efectividad de Powell en las secuencias de acción parece fuera de toda duda, aunque como venimos señalando, cuestión aparte es la frescura de las ideas. Aquí el empleo de intensas y poderosas percusiones sirve de base a un matrimonio “imposible” entre orquesta y guitarras eléctricas. De este modo asistimos al consabido atracón de sonido Powell: desde el enfrentamiento a bordo del avión con el que se sientan las bases del filme “Trouble on I-93”, pasando por los múltiples tiroteos por Boston (“Hostage”, “Car Ferry”), el punto de inflexión en Austria (“Galley Fight”, “Rooftops”), y el momento de sonrojo dedicado a esa Pamplona sevillana donde Powell se muestra algo más inspirado. “Bull Run”, es un corte donde inserta palmas, acude al guitarreo y domina con los metales, recordándonos la excelente puesta en escena de “La Ruta Hacia El Dorado”. Un guiño a sus orígenes que, sin embargo, no sirve para colmar las expectativas, si es que alguien las tenía, sobre una obra que, lamentablemente, no llega ni al aprobado.
19-julio-2010
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