Ignacio Garrido
El salto internacional que esta viviendo Alberto Iglesias, parece haber debilitado ligeramente la firmeza de esa fascinante personalidad musical suya que lo había convertido hasta ahora, para el que esto suscribe, en la voz más fresca, original, compleja y poética de la banda sonora española de los últimos tiempos. Menos palpable en la previa y excelente (sobre todo en su vertiente étnica) “Cometas en el cielo”, pese ciertas maniqueas propuestas dramáticas de su discurso, la última aportación al cine internacional del autor de “Vacas”, de la mano del irregular Steven Soderbergh con “Che The Argentine”, supone – esta vez sí – un evidente paso atrás en la evolución de su carrera.
Sin llegar a perder la brújula de su instinto natural para la creación sofisticada y aliñada con puñados de buen gusto y saber hacer, la partitura de Iglesias para “Che”, denota el sino de los nuevos tiempos de la industria en todos sus frentes (por mucho que algunos lares de ésta quieran todavía disfrazarse de independientes o arriesgados) para con los músicos de raza. Su mensaje es claro: “claudicad ante las exigencias de la gran maquinaria apartando inquietudes personales u os daremos de lado y seréis relegados al ostracismo”.
Que duda cabe que con semejante actitud castrante hacia cualquier atisbo de interés creativo, pese a demandarse la colaboración de los profesionales de mayor estatus, reconocidos precisamente por la audacia de su voz y aportación de máxima calidad en su campo, el resultado deje en el aficionado conocedor de la enorme capacidad de Iglesias en el presente caso, como mínimo la sensación no sólo de estar tirando piedras contra el propio tejado, sino de desaprovechar una oportunidad tras otra de mostrar, en historias que lo merecen, la misma inquietud artística que ha llevado a nombres como el suyo a la cumbre de su profesión.
Una audición mínimamente atenta de esta banda sonora, la acredita como un trabajo idóneo para el Jerry Goldsmith de los sesenta. No sólo por las evidencias del temp-track, sino por la enorme inmediatez descriptiva y solidez dramática que destila la narración en ella impresa, aún partiendo de obras tan sumamente reconocibles como las que se apuntarán a continuación.
El arranque del disco con “Ese hombre es el Che Guevara”, resulta ambiguo e inquietante, con disonancias electrónicas que dan paso a una hermosa y afligida melodía para guitarra, un tema bello y melancólico del que se echará en falta un mayor aprovechamiento a lo largo de la partitura y que se recuperará de modo emocionante en la conclusión de la historia durante la pista “La Higuera, October 9, 1967”. La atonalidad y el dialogo polifónico de viento, madera y percusión, punteado por una algo impersonal electrónica, conformarán a partir de aquí buena parte del conjunto, destacando “Ten Years Earlier”, “New York, December 1964” o la primera mitad de “Sierra Maestra”, que desgranará un nuevo y sutil tema de cariz patriótico y noble, que volverá a parecer en “Political Skills”. La segunda parte de dicha pista citará directamente el temp-track de “El planeta de los simios” y sus legendarios “Main Titles”, siendo este el gran pero de la banda sonora y el mayor motivo de decepción para los acérrimos de un Iglesias incapaz de evadir estos dictados.
Las figuras motívicas de acción stravinskiana del mejor Goldsmith asoman de nuevo en la base y juego polirrítmico de “March”, mientras su florida orquestación étnica se aproxima a la retahíla de obras del californiano con regusto latinoamericano (“Breakout”, “Caboblanco” y por supuesto “Bajo el Fuego”). Lo mismo ocurre en el siguiente corte de inspiración goldsmithiana, “Some Craziness is Good” con el empleo de piano y cuerda, mientras que “Camino a la Habana” vuelve a abrazarse al temp-track, con “Patton” como referencia en esta ocasión.
“Landscape”, “I Want to Take the Revolution to Latin America” y “Nancahuazu Canyon, March 23 1967”, resultan ser el otro destacable escollo de este trabajo: pistas construidas bajo los dictados contemporáneos del diseño sonoro y a la sombra de los parámetros de Zimmer (algo de “La Delgada Línea Roja” o incluso “The Ring”, parece asomar de entre las formas y sonoridad de la segunda de ellas), que en el mejor de los casos parecen querer avanzar hacia el lenguaje interior del vasco en “Across Mount Turquino” o “Luces y Sombras” (quizás una buena forma de resumir este trabajo). Momentos estos en los que la proximidad a Takemitsu (una de las debilidades confesas de Iglesias) se justifica como parte del acerbo expresivo del compositor a lo largo de toda su obra. Por supuesto y a colación de esto, Ran tendrá una notable presencia a lo largo de la obra en pinceladas incidentales de aquí y allá, así como en su adagio final.
Por otro lado encontraremos pasajes mucho más acordes con la estética y reconocible impronta del responsable de “Volver” en “Ambush” (uno de los mejores cortes gracias a su lacerante orquestación y abigarrada intensidad estructural), “Santa Clara” o “Patria o Muerte” (incluso con las resonancias – de nuevo – a los simios de Goldsmith), mientras otros sorprenden por la contundencia de su dialogo interno percusivo en “Military Skills” o por la sencillez y belleza de su lirismo en “Doctor Guevara”. Momentos todos ellos, junto al tema central y demás instantes destacables, que elevan la media del conjunto hasta hacerlo como mínimo recomendable para cualquier aficionado a la música de cine, aunque también moderadamente decepcionante para los que estamos acostumbrados a la elevada calidad habitual del colaborador fetiche de Almodóvar.
Que haya sido la casa discográfica Varese Sarabande la responsable de su lanzamiento, atestigua el definitivo espaldarazo allende los mares del autor vasco, al menos en lo que a interés americano sobre su expectativa comercial se refiere. Se trata pues de un disco escueto y correcto de duración apropiada (con un par de canciones populares que apenas estorban a modo de epílogo) que deja, sea como fuere, un extraño sabor de boca en el fiel seguidor de Alberto Iglesias, no acostumbrado a ver a tan excepcional compositor ahogado por los lastres y engranajes de una industria que siempre le fue indiferente y por lo que ahora descubrimos, potencialmente dañina para con su integridad artística.
26-enero-2009
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