Gorka Cornejo
La carrera de Jan A. P. Kaczmarek tras ganar el Oscar en 2004 por “Finding Neverland” ha estado centrada en películas polacas o dirigidas por compatriotas, amigos y colaboradores habituales, como Agnieszka Holland o Janusz Kaminski. Quién sabe si como consecuencia del rechazo de su partitura para “Dreamer” o porque así lo ha querido él, descontento con las exigencias de Hollywood, Kaczmarek no ha conquistado las Américas a lo grande y se ha limitado a incursiones esporádicas y muy selectivas en pequeñas producciones como “The Visitor”, del indie Thomas McCarthy, o películas de qualité como “Evening” de Lajos Koltai. El compositor ha cerrado el 2007 con dos grandes proyectos, coproducciones europeas basadas en sendos tótems de la literatura universal: una nueva versión de “Los hermanos Karamazov”, y la mini-serie de televisión “Guerra e Pace” que ahora os comentamos.
En palabras de Eduardo Mendoza, lo que hace de “Guerra y Paz” una novela magistral es su portentoso equilibrio, esa capacidad para la fluctuación natural que permite a Tolstoi pasar “de un salón a un campo de batalla, de un diálogo íntimo a un plan de regeneración nacional, de una reflexión filosófica a una carga de caballería, de una reunión del Alto Estado Mayor francés al lecho de un moribundo, sin transiciones bruscas, sin forzar el estilo y sin necesidad de explicación ni artificio”. En “Guerra y Paz” Tolstoi quiso representar un mundo total con todas sus complejidades, fusionar la Historia con mayúscula con infinitas historias minúsculas, lo épico y lo íntimo, confeccionando un estilo de narración omnisciente y objetivo, al que todo le importa, para el que no hay escena intrascendente ni detalle insignificante.
Llevar a la pantalla una novela tan rica y de proporciones gigantescas es siempre un acto de reduccionismo. Desde los tiempos del cine mudo han sido muchas las versiones que se han realizado, la mayor parte de ellas producciones de largísimo metraje que han querido ser fieles a todo el arco argumental de la novela. El músico que se enfrenta a un proyecto así debe por tanto pertrechar sus alforjas con abundancia, ya que la descripción de tantos pasajes diferentes, de tantos personajes capitales, y la aglutinación bajo una capa de coherencia de una narración tan episódica y fragmentaria, es una labor exigente y difícil que no está al alcance de cualquiera. Kaczmarek ya había demostrado solvencia en estas tareas con ”Quo Vadis, otra superproducción de cuatro horas de duración de exigencias narrativas no muy distintas.
“Guerra y Paz” se centra en las peripecias de cuatro familias de la alta sociedad rusa, antes, durante y después de la guerra con Francia. Pocas opciones hay, desde el punto de vista de la música, a la hora de diseñar una partitura que cubra un argumento tan vasto y poblado de personajes: la creación de diferentes y abundantes leit-motivs se impone casi como una obligación. Pero por encima de todo, debe garantizarse la concreción de una voz de narrador, objetiva y equilibrada, que haga posible esa naturalidad en los cambios de decorados y proporciones, de lo mayúsculo a lo minúsculo, que antes comentábamos. Aunque Kaczmarek despliega un abundante ramillete de temas con la intención de individualizar a ciertos personajes principales (Pierre, Natasha, Andrey, Nicolai, Liza o Misha) y a las familias que representan (los Rostov, Kuragin, Bolkonsky y Bezuhov), lo cierto es que la naturaleza de dichas melodías, no lo suficientemente identificativas, y su tratamiento a lo largo de la partitura, un tanto lánguido y discursivo, provocan la sensación de una banda sonora ampulosa y heterogénea, cuya distribución melódica resulta excesivamente confusa.
El bloque que abre la edición discográfica, “War and Peace”, presenta lo que podríamos considerar como el Tema Principal de la partitura, una composición para orquesta y coros de corte épico y convencional, donde despunta, eso sí, la personalidad melódica de Kaczmarek (cualquier admirador reconocerá en seguida esos giros, esas escalas ascendentes y descendentes, tan habituales en su obra). Segundo en importancia es el tema que escuchamos en “The Promise of Things to Come” (ciertamente parecido al tema central de “Mystic River”) y que Kaczmarek tomará como punto de partida de una gran cantidad de variaciones que se esparcen por la banda sonora, interconectando los destinatarios (cuando los que se aluden son personajes) y las situaciones gracias a esa procedencia melódica común. La distinguimos tras la divertida superficie de “Daily Life”, hace las veces de “tema de amor” a partir de “Andrey and Natasha in Love”, se le suma un coro sotto vocce en “Bezuhov”, gira hacia el dramatismo en “Death” y retoma sus cauces originales en “Rostovs Return to Moscow” y “Natasha and Pierre”.
A esta labor de desarrollo de variaciones se suman otras melodías autónomas, de cuyo peso en el conjunto de la banda sonora no podemos deducir gran cosa a juzgar sólo por el disco. Son melodías que pretenden servir de leit-motivs (“Rostovs”, “Masha Bolkonsky”, “Sonya and Natasha”, “Andrey and Liza”) pero que tienen el problema de no ser lo suficientemente definitorios, de no distinguirse bien entre sí, de sonar un poco a lo mismo. Son bellas composiciones (aunque a veces resulte de una belleza un tanto empalagosa) pero no está clara su efectividad narrativa, más allá del servilismo inmediato de responder adecuadamente a las escenas a las que acompañan, perdiendo la oportunidad de visibilizar más nítidamente una estructura, una arquitectura precisa, que ordenara y jerarquizara los elementos argumentales.
La guerra llega de manos de Napoleón. Kaczmarek lo concibe partiendo de la épica de una contienda defensiva, desde el punto de vista ruso, heroica, y construye bloques extensos de creciente dramatismo pero instrumentalmente tan parcos (ejército de cuerdas con subrayado de percusión y ocasionales intervenciones de metales) que devienen previsibles, si bien responden a una progresión lógica y bien planteada: en “Napoleon Is Coming” las alusiones al tema principal son oscurecidas por una sombra de tragedia inminente, mientras que en “Austerlitz”, “Nicolay At War” y “Borodino”, la pieza más espectacular del disco, la acción es ya la protagonista. Finalmente, con la derrota de Napoleón, su incapacidad para vencer a la crudeza del invierno más que a ningún ejército, se disipan los nubarrones y vuelve la esperanza (“Napoleón Is Leaving Russia”) acompañado por el inevitable restablecimiento del tema principal con los debidos adornos de triunfalismo (“Russian Victory”).
Recapitulando, podemos decir que en este trabajo de Kaczmarek hay oficio, aciertos aislados y cierta incontinencia, quizá motivada (aunque no justificada) por el formato televisivo, que deja una sensación de obra vasta e inasible. Cuando lo bueno se alarga o se explota excesivamente se corre el riesgo de agotarlo. Algo de agotamiento hay en “Guerra e Pace”; detrás de la verborrea, de la hiperabundancia, puede esconderse una falta de disciplina contra la que poco puede la belleza de cualquier música.
22-febrero-2008
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