José-Vidal Rodriguez
Después de ocho años de ser publicada por primera vez, y como si se tratara de una auténtica actualización de software, la partitura de este ”The Omega Man” (descatalogada desde casi el mismo instante de su lanzamiento), ve de nuevo la luz en su versión ”2.0 - Unlimited”, que no es sino la curiosa denominación con la que el sello FSM nos aclara que la presente reedición carece de cualquier limitación de ejemplares lanzados al mercado. Y es que el álbum original del año 2000 llegó a cotizarse a precios astronómicos (convirtiéndose en uno de los primeros ”out of prints” de FSM), razones que lo trasformaron en otra de aquellas obras auténticamente mitificadas entre cierto sector de aficionados; no tanto por su posible calidad artística -que la tiene-, sino por su dificultad de adquisición y su consiguiente halo de producto tentador para la especulación más pueril. Quizás el reciente estreno del ”I Am Legend” de Will Smith (adaptación del libro homónimo de Richard Matheson, el mismo que sirve de soporte al presente filme), haya sido el pretexto aprovechado por el equipo de Lukas Kendall para iniciar una novedosa técnica comercial, reconvirtiendo en tirada libre lo que antes fue una edición tan limitada como fugaz en el mercado discográfico.
”The Omega Man” es un filme cuya estética bebe de fuentes tan dispares como el cine de catástrofes de los 70, o incluso de la apocalíptica visión del ser humano mostrada en la saga ”Planet of the Apes”. Como en aquélla, Charlton Heston se erige en héroe y víctima de los acontecimientos, encarnando aquí el rol de Robert Neville, un médico militar representativo de la humanidad perdida, al ser a priori el único superviviente del holocausto que ha acabado con la población mundial, tras una virulenta plaga propagada por la guerra bacteriológica que enfrentó a Rusia y China. Acechando su sofisticado refugio, una “Familia” de cientos de zombies nocturnos afectados por la plaga, intentan asesinar al que aparenta ser el último hombre vivo, el mismo en cuya sangre fluye la vacuna para erradicar definitivamente la plaga.
Más conocido entre los aficionados por sus famosas sintonías televisivas (inolvidables sus temas para ”Doctor Who” y ”The Prisioner”), el australiano Ron Grainer realiza una atinada aproximación musical a la historia, demostrando que sus cualidades iban más allá del estrecho ámbito de la pequeña pantalla. Su partitura se haya imbuida de la corriente musical de los 70, con acotaciones jazzísticas, constantes acompañamientos pop-rock (e incluso folk) y una modernista intervención electrónica de aquellos antiguos teclados Yamaha desarrollados a finales de los 60. Todo este colorista envoltorio quizás no haya aguantado el paso de los años. Pero no cabe duda que el tratamiento que de la música realiza Grainer en el filme y sus contrastes, resultan francamente destacados, apoyando de forma sólida la narración y potenciando en el espectador esas sensaciones enfrentadas de soledad, aridez, asfixia, confrontación y, en último término, esperanza.
Para ello, el compositor actúa desde una serie de premisas fundamentales: la presentación de un retentivo tema central de cabecera (“The Omega Man”), imbuido como el resto de los cortes por ese aderezo retro-pop setentero, no sólo es consecuencia lógica de la influencia musical de la época, sino que esconde unas intenciones de Ron Grainer por no dramatizar en exceso la trama, focalizar la misma en un marco urbano (desolado, pero al fin y al cabo urbano) de aquel peculiar Los Angeles, y anticipar igualmente la esperanza intrínseca a los actos del protagonista. Tono “relajado” éste, al que contribuyen igualmente los tres source cues utilizados, destacando especialmente el inolvidable tema de Max Steiner para “A Summer Place”, con el que el protagonista nos muestra, en el arranque del filme, los devastadores efectos de la plaga en la ciudad. Lo cierto es que nunca hubiésemos imaginado que esta hermosa melodía sirviera para describir, siquiera en su función diegética, las horribles consecuencias de todo un holocausto mundial.
Este trasfondo musical que muchos podrían tildar incluso de “desenfadado”, se verá inmediatamente enfrentado al tono sombrío y desangelado con el que el motivo de Neville es presentado a trombón inmediatamente después de los títulos iniciales (concretamente, en el segmento “Where Have All the People Gone” del primer corte). Un tema éste que se convierte en la referencia constante del autor para subrayar la soledad, incomprensión y semi locura de un hombre que durante dos años no ha hecho otra cosa más que contemplar cadáveres y hablar solo.
Aún así, y teniendo en mente que el personaje de Heston parece erigirse en la última apuesta de redención de la Humanidad (muchos hablaron en su momento de paralelismos argumentales con la figura de Jesucristo, lógicos si atendemos sobre todo a la secuencia final), Grainer sigue otorgando a su música una aparente simplicidad y ligereza de formas con la que precisamente insinúa la luz dentro de la oscuridad, predisponiendo al espectador para un levísimo dramatismo que acabará cediendo ante la energía y vivacidad de las múltiples texturas pop-rock escuchadas en la partitura. Ejemplo claro de lo anterior lo encontramos en el contrario musical al motivo del protagonista, una frase dedicada a esa “Familia” o cónclave de zombies que pueblan la ciudad (“Surprise Party”, “Needling Neville”), en la que el compositor acude a una campechana -pero muy efectiva- figura de rock sincopado, jugando con el anacronismo existente entre esta solución musical y las primitivas formas de existencia de los deambulantes seres.
Cuando la cinta parece limitarse a un mero enfrentamiento entre Neville y la “Familia”, el hallazgo por el protagonista de otro reducido grupo de humanos vivos, tiene obviamente su reflejo musical. Es entonces cuando Grainer presenta el último de los leitmotivs capitales de la obra, asimilado a la figura de Lisa, líder de aquel nuevo clan de supervivientes. Con intencionalidades intimistas, el compositor sobrevuela con el calor del piano sobre la previsible relación amorosa que surgirá entre ambos, anticipándola levemente en el furioso y excelente “The Getaway”, para luego enfatizarla expresamente en cortes como “Making Lisa”. De hecho, el compositor fusionará de forma muy inteligente este piano asociado a Lisa con el tema lacónico de Neville, para musicar así la alegórica escena final en “Dutch Takes Over”, uno de los auténticos highlights del compacto dado su poético efecto logrado en el montaje del filme.
No cabe duda que ”The Omega Man” es un sobrio trabajo que no dejará indiferente al oyente. Su aparente ligereza y simplicidad, no deberían eclipsar las virtudes de un fondo sonoro que revela una aproximación musical hasta cierto punto original, teniendo en mente la naturaleza de una historia basada en la soledad, el pesimismo, así como en la reflexión sobre la naturaleza humana y su posible incidencia sobre un progreso tecnológico mal entendido. Radicalmente opuesta al score de James Newton Howard para el remake de 2007 (en donde el dramatismo o abatimiento eran bastante más expresos y convencionales), la partitura de Grainer alcanza su interés máximo en su fusión con las secuencias, hecho que obliga al que esto escribe a lanzar un necesario aviso al lector y posible comprador del álbum: abstenerse aquéllos que vean en este retro-pop de los 70 un género musical hortera, ya caduco o superado por las formas estilísticas actuales.
17-noviembre-2008
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