José-Vidal Rodriguez
En un año 1991 poco prolífico para sus intereses, el maestro Jerry Goldsmith se involucró en la ambientación musical de esta adaptación del best seller escrito por la norteamericana Betty Mahmoody, quién nos narra en primera persona su conocida historia de choque cultural occidente-oriente, en la que su marido iraní, el brillante médico Bozorg Mahmoody, la retendrá contra su voluntad junto a la pequeña hija de ambos, aprovechando un supuesto viaje relámpago a la oscura tierra natal del esposo. Sus mentiras y su radical cambio de comportamiento, asumiendo las vejatorias costumbres extremo-islámicas de sumo desprecio a la mujer, condenan a Betty y su hija a un auténtico infierno en vida en Irán, de donde finalmente decidirán escapar aún a riesgo de ser ejecutadas según las arcaicas normas de la antigua Persia.
La música que Goldsmith compone para la cinta, pasa por ser uno de sus trabajos más discretos y olvidados de la década de los 90. Arrastrando una desidia nada habitual en el autor, el score nos ofrece pocos, muy pocos vestigios del enorme talento innato del californiano, así como unas carencias musicales a causa de las cuáles acaba sufriendo la propia narración del filme, ya de por sí francamente irregular.
Planificando la obra sobre dos vertientes sonoras, que acabarán por discurrir de forma paralela (un acercamiento melódico al dúo madre-hija, y otra aproximación más efectista y descriptiva para el calvario vivido por aquéllas durante su cautiverio en Irán), Goldsmith no acaba sino por hastiar al oyente en sendas tonalidades, fluctuando el score en no pocos instantes, entre un efectismo sintético desafortunado e impropio en el maestro, y una música sinfónica (arreglada por Arthur Morton excluyendo la sección de metales) resultona en la cinta, pero extremadamente rutinaria y carente de garra a los meros efectos artísticos.
Y es que por una parte, en lo relativo a la música aplicada al personaje de Sally Field y su pequeña hija, el compositor introduce un desaborido tema de tintes líricos (la misma frase a cuerdas convertida en idea central del trabajo), que al comienzo del filme transitará por los senderos de lo plenamente ensoñador y placentero (“The Lake”, “Night Stories”, “The Promise”), en consonancia con la edulcorada vida de la familia en los USA. Un motivo éste, que dista mucho de los múltiples ejemplos de hermosa melódica ofrecidos por Goldsmith durante su carrera; falto de la chispa necesaria, reiterado en demasía durante varios bloques, y resuelto tan sólo con esa mera corrección que llega incluso a rayar lo intrascendente.
A partir del momento en que la trama se focaliza hacia el viaje de la familia a Irán y la posterior transformación del rol de Alfred Molina (ese marido ejemplar que súbitamente, empieza a hacer suyas las humillantes costumbres del islamismo extremo), este tema principal sufre las lógicas variaciones con las que Goldsmith intenta reconducirlo hacia tonalidades dramáticas, siempre sugiriendo cierta sensación de claustrofobia y desazón por la penosa situación de ambas protagonistas (“No Job”, “Trapped”). Intentos que se quedan precisamente en eso, ante la escasa consistencia y maleabilidad del motivo.
El anterior giro argumental también origina la aparición de aquel mencionado segundo bloque musical, en el que Goldsmith acaba por difuminar las escasas ideas interesantes que hasta entonces se percibían en la obra. De esta forma, el compositor acude a una amalgama de sonidos sintéticos de asumido carácter ambiental, que evitan curiosamente cualquier referencia localista a Irán (recurso con el que el autor potencia de forma indirecta la feroz crítica que envuelve a la cinta, respecto al Islam y a su entorno). Estas armonías a sintetizador no acaban sino por crear un envoltorio tedioso y directamente reciclado de alguna que otra obra anterior (véase la insistente y atronadora percusión digital, deudora de aquella escuchada en ”Extreme Prejudice”), perdiéndose a la postre en ese intento por dotar al trabajo de un ritmo urgente y de tensión esta vez desafortunado -y más aún en su escucha aislada-. Lo que en otras ocasiones era electrónica al servicio de la orquesta, creando patrones armónicos francamente estimulantes, aquí se presenta sino como un recurso de “relleno” barato.
De esta "quema" global, quizás debiéramos rescatar dos cortes que pueden justificar, de alguna forma, el talentoso nombre que se haya detrás de esta olvidable banda sonora. El primero de ellos, el “First Break” del corte 14 (confundido en el tracklist con el tema 8), recupera parcialmente el dinamismo inconfundible del californiano, respecto al tratamiento que recibe la primera frase musical electrónica oída en el compacto (aquella del arranque del “The Lake”, que precede a la presentación del tema central). Y como segundo fragmento a destacar, hallamos el último corte de la partitura en sí (“The Flag / Back Home”), en donde nos reencontramos con ese Jerry Goldsmith sobrio y “sobrado” en este tipo de temas de cierre. Para musicar el previsible epílogo del filme, acude en esta ocasión a una versión en clave emotiva del main theme, la cuál funciona de forma intachable para con las imágenes triunfales de una madre e hija que consiguen llegar a la embajada americana en Turquía, después de una peligrosa huída de Irán, librándose así de las garras de aquel raptor, quién otrora fuera un ejemplar esposo y padre.
Si a todas las mencionadas sombras de este fallido encargo, añadimos la escasa enjundia de los cortes inéditos y bonus tracks incluidos en esta ”complete edition” (en especial, esa suite orquestal de 20 minutos en donde la curiosidad inicial del oyente se transforma en un sopor casi inaguantable), la conclusión parece evidente: ni ”Not Without My Daughter” necesitaba otra edición añadida a la que ya lanzó en su momento el sello Intrada, ni el score en sí debería merecer mayor atención del aficionado, que la simplemente destinada a fines meramente coleccionistas.
20-octubre-2008
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