Ignacio Garrido
Al parecer han sido motivos contractuales los que han forzado la salida musical de la saga "Hellboy" a Marco Beltrami, que con tan buen pulso se acercó al primer film (y cuya reseña puedes leer aquí), para, en detrimento de este, tomar el relevo el compositor otrora más apropiado para poner notas a anti-heroes oscuros y freaks de distinta índole; Danny Elfman. Lástima que el proyecto le llegue un tanto tarde en relación a su propia transformación y evolución como músico.
Donde el de Pisa solventaba de forma brillante la papeleta de acompañar una cinta simpática y fallida a partes iguales, el asiduo colaborador de Tim Burton, se ve empujado a rememorar tiempos mejores para hacer suya una narración más entretenida y coherente con la segunda parte, dirigida de nuevo por Guillermo Del Toro (al que ahora llaman visionario por motivos - si es que van más allá de la mera publicidad yankee - que a un servidor se le escapan).
Elfman parecía sin duda el creador idóneo para estas lides a caballo entre el fantástico, la acción y la socarronería más amable, pues su currículo así lo atestigua con creces; "Batman", "Darkman", "Eduardo Manostijeras" o "Mars Attacks", son buenas pruebas de ese estilo suyo único e inimitable, que tan perfectamente le venía al demonio rojo. Pero el autor de "Dolores Claiborne", al igual que otros de su generación, parece haber vivido una extraña disgresión de su personalidad musical, una perdida de entidad donde se han desdibujado las formas pese a mantener el fondo.
Si fue pasado el ecuador de la década de los noventa, cuando Elfman comenzó a acusar esa falta de chispa, de genio deslumbrante que se reinventaba a sí mismo con cada nueva partitura, no es menos cierto que muchos acérrimos se aferraron tras esto, a la negación como sistema de salvaguardar la supuesta genialidad del músico, alegando trabajos como "Sleepy Hollow" o "Big Fish", como obras custodias del corazón palpitante y renovado de un compositor que evidenciaba (excepto en dichos puntuales títulos y a gran distancia de sus grandes bandas sonoras) un alarmante vacío creativo.
Trabajos anodinos, aburridos, reiterativos y plúmbeos donde el efectismo intentaba suplir la vacuidad y las carencias más que evidentes ("Instinto", "Prueba de Vida", "Hulk") hasta para el más sordo de los aficionados, hicieron a Elfman llegar a una nueva encrucijada personal. Así conseguiría revitalizarse con dos Burton en toda regla que, sin (de nuevo) alcanzar la gloria pasada, si mostraban signos de un estímulo y unas ganas palpables de recuperar el tiempo perdido. Pero lo perdido raras veces vuelve y en el caso de una cinta prácticamente perfecta para él como es "Hellboy 2", demuestra que incluso con todas las apuestas a favor, a veces el caballo ganador no triunfa.
Donde deberíamos encontrar una nueva "Razas de Noche" aparece un "Men in Black" remozado, con tintes del antiguo sabor de boca que tanto nos entusiasmaba eso sí, pero poco más. Los clichés y formulismos habituales hacen su aparición desde el inicial pasaje que hace de principal para la nueva aventura en "Hellboy 2 Titles", un compendio de ritmos familiares y estruendosos coros que no consiguen ocultar la ausencia de un memorable tema central (como sí conseguía por otro lado Beltrami en el primer film). Pasajes como "Training", machacones e imbuidos en esa odiosa electrónica sin alma que Elfman ha abrazado en sus peores momentos ("Planet of Apes", "The Kingdom"), se alternan con otros ambientales algo más floridos en el juego tonal como "The Auction House" o "Where Fairies Dwell" (con coros infantiles y celesta incluidos para rememorar en toda regla a Burton).
Otros instantes que intentan dar colorido cómico, "Hallway Cruise", se quedan en el mero acompañamiento cuasi-mickey-mousing, donde la labor de los orquestadores resulta ser lo más meritorio. Lo mismo sucede con el sucedáneo del theremin en "Teleplasty". Otros instantes como "Mein Herring" resultan mucho más estimulantes, con divertidos y exagerados coros que reviven las esperanzas en un arranque de ideas que parece no llegar nunca. De este modo los motivos sustituyen a las melodías y donde antes (apuntar aquí el memorable tema "Father´s Funeral" de Beltrami) había emoción, ahora solo se sugieren apuntes de sentimiento; "Father and Son". Lo mismo sucede en la dulce pero inocua vertiente romántica de "A Link" o "A Dilemma" (de nuevo con coros reforzando una idea ya de por sí sobredimensionada), frente al pasado y emotivo tema para "Liz Sherman".
Las mejores partes harán su aparición en la ilustración del mundo subterráneo con "A Troll Market" o "Market Troubles" (con guitarra eléctrica y una estructurada ornamentación rítmica de aires heroicos), mientras que uno de los instantes culminantes, "The Last Elemental" se ve arropado por el mejor (por no decir único) tema plenamente lírico, un intento de melodía desdibujada e imprecisa, cuya propia indefinición ayuda a la apesadumbrada comprensión por parte del protagonista de la fragilidad y sentimiento de pérdida que transmite la destrucción de un ser muy similar a él mismo. En el tramo final del score, Elfman se rinde ante el descacharrante aturdimiento orquestal con "Doorway" o "In the Army Chamber", retomando el tema inicial, para cerrar con las cartas de siempre (coros, crescendos místicos, desarrollo motívico a modo de compendio, etc...), que a estas alturas saben más a batíburrillo que a "grand finale" como magistralmente hacía en su momento.
Pese a ser el más prometedor de sus trabajos para el 2008, "Hellboy 2: El Ejército Dorado" resulta pues, el menos lúcido de ellos y deviene en la enclaustración de un estilo, que de fastuoso ha pasado a críptico y algo amorfo en líneas maestras generales. Pese a todo Elfman mantiene la solvencia y el espectáculo, algo que provocará el regocijo de sus múltiples admiradores, aún a sabiendas que ya no es el mismo de antes y que esa lucha por recuperar el pasado con las herramientas del presente supone en casos como este, una considerable decepción.
6-octubre-2008
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