Ignacio Garrido
Ciertamente decepciona que autores de la talla de Trevor Jones, otrora uno de los grandes ejemplos del eclecticismo musical durante las décadas de los ochenta y los noventa, defrauden por unos motivos u otros con sus últimos trabajos y queden relegados a un cada vez más discreto segundo plano dentro de una industria que les empuja a asirse a proyectos menores de dudoso interés musical como medio de subsistencia. Decir que toda la generación de los prometedores sinfonistas sucesores de Goldsmith y Williams se ha visto ensombrecida por una forma de componer mecánica, mercantil y basada más que nada en la supervivencia, es acudir a estas alturas a Perogrullo. Pero que las cosas estén así no es motivo para agachar la cabeza, asentir y pasar por alto esta decadencia.
A la hora de abordar proyectos que en otro tiempo hubiesen contado con creaciones de más talento, mayor calidad o cuando menos, más frescura, la decepción se torna casi en ofensa y la imagen que tenemos de músicos como Bruce Broughton, Alan Silvestri o el añorado Basil Poledouris parece menguar progresivamente a la luz de obras tan menores como la que nos ocupa. Tan solo parecen reverdecerse laureles con la recuperación de trabajos inéditos de pasadas épocas de gloria donde la música primaba, en los que la salud de hierro de estos auténticos creadores se fortalecía con cada nuevo proyecto, debido a su propia honestidad como músicos y por supuesto a un medio que les respetaba y les dejaba -e instaba- a trabajar de forma brillante.
Que ahora películas como esta reciente versión de “La vuelta al mundo en 80 días” (comparar la obra maestra de Victor Young para la versión más famosa, con este mediocre trabajo de Jones no viene a cuento), cuenten entre sus filas con nombres antes solventes en sus apartados musicales, no garantiza ni mucho menos el éxito como entonces visto lo visto. Tampoco se puede culpar totalmente al compositor cuando opera, en producciones como esta, como mero funcionario que ha de solventar la papeleta en poco tiempo y aturullado por las consabidas exigencias de la industria. Pero sí podemos y debemos criticar el resultado final de su música si ésta no se encuentra a la altura de lo que debiera en relación a su capacidad y saber hacer contrastado.
El autor de las prodigiosas ”Un mundo a su medida”, “Trece días”, “Dark City” o "Merlin", no alcanza a convencer con una banda sonora típica y tópica que aborda tibiamente todas las convenciones del género. Resulta, eso sí, digna en su cometido de relleno espectacular, aventurera y más o menos dinámica en sus propuestas, pero ya oída muchas veces antes y demasiado deudora de un continuo empleo de material ajeno como directriz primaria para el grueso de las escenas.
El tema central –que aparecerá puntualmente a lo largo del score– abre la partitura tras varias canciones comerciales perfectamente olvidables, en "Overture", con una melodía funcional, grandilocuente y pegadiza, pero escasamente original que da paso a una sucesión de cortes en los que se incluye un elegante recorrido étnico por los distintos países del viaje a través del mundo, destacando la belleza de China en "Agra to China" o de la India en "Return to the Jade Buddha".
El estilo del compositor no está en absoluto ausente del lenguaje, pues la mayor parte de los cortes de acción, destacando entre ellos el "Jetpack Journey", son de sello inconfundible, pese a que la reiteración de los ritmos y polifonía que se aprecia en ellos son algo en demasía frecuente dentro de la carrera del autor.
También hay pasajes destacables por completo, como "1st Class Waltz" o "Exactly Like My Dream" (con coros y épica melodía), que acaban convirtiéndose en los mejores de la edición, pero Jones claudica ante el temp-track y baja enteros a la banda sonora en cortes donde de forma alarmante escucharemos a Zimmer ("Prince Hapi Escape"), Williams ("Lost in America") o incluso Horner en diversos fragmentos, algo que pese a la siempre soberbia y habitual en el compositor London Symphony Orchestra, duele y ratifica el descenso de la calidad media de este producto, más ensamblado con la vista puesta en el horizonte de un film mejor, que en la propia partitura.
10-mayo-2008
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