José-Vidal Rodriguez
El afán del maestro Jerry Goldsmith por mantenerse en la primera línea de los grandes de la composición cinematográfica, le llevó en no pocas ocasiones (con especial insistencia durante la década de los 80), a aceptar encargos que artísticamente hablando, se hallaban a años luz en calidad y consistencia con respecto a la indiscutible profesionalidad aparejada a toda intervención del californiano.
En el caso de este ”Baby: El Secreto de la Leyenda Perdida”, el músico se enfrasca en un auténtico subproducto de la Disney protagonizado por el otrora ”Gran Héroe Americano” William Katt, y por la ya entonces venida a menos Sean Young. Juntos forman un matrimonio que descubre, para su asombro, que en plena selva africana aún sobrevive una familia de tres brontosauros en perfecto estado. Muerto el padre del clan a manos de un ambicioso paleontólogo, el matrimonio deberá proteger a la madre y a su cría de las garras del científico, que pretende apoderarse de ellos para fines netamente espúreos. Una película destinada al público juvenil, con aspecto casi de telefilme y repleta de cochambrosos efectos especiales, tan sólo rescatable, a nuestros efectos, por el correcto score que la acompaña.
La labor de Goldsmith a la hora de maquillar musicalmente aquel horrible acabado de la cinta, no cabe duda que resulta eficaz y resolutiva, aunque quizás la popularidad de la partitura provenga más del “mito” por su falta de edición comercial, que de una realmente elevada calidad artística. No en vano, que no se confunda el lector: La tremenda expectación por el lanzamiento de este ”Baby”, en modo alguno se corresponde con unos posibles atributos sobresalientes del score en sí. De hecho, estamos probablemente ante una obra menor -y desde luego sobrevalorada- de Jerry Goldsmith que, pese a su innegable corrección, poco aporta a su por otra parte laureada discografía.
Dicho lo anterior, la partitura que nos ocupa se nos presenta globalmente descriptiva, enfatizando de manera especial el compositor tanto la paradisíaca selva en la que se esconden las criaturas, como la espontánea relación surgida entre dichos seres y el afable matrimonio. Dos motivos sirven al autor para identificar los caracteres más destacados del argumento: el tema asociado al bebe dinosaurio que da título al filme, denota un poso de cierta ñoñería, en aquella frase de connotaciones lógicamente infantiles, inocentes, utilizando Goldsmith un tenue sonido electrónico (que quizás no haya resistido el paso de los años), el cuál se verá posteriormente arropado por las cuerdas, edificando las mismas una segunda frase de calado bastante más emotivo.
Por otro lado, el compositor californiano apela a la contundencia de la sección de metales para presentar el segundo motivo en importancia, aquel arranque fanfárrico concebido en alusión expresa a la leyenda de ese núcleo familiar de brontosauros que acaban por descubrir la pareja protagonista. Un tema cuyas notas iniciales recuerdan a cierta frase usada por Goldsmith ese mismo año en su algo más estimulante “Rambo”, y tratada en clave majestuosa en el corte más afortunado del álbum, “The Family”, en donde el leitmotiv se alza poderoso en aras de acrecentar el asombroso hallazgo de tales especies prehistóricas en pleno siglo XX.
Sobre estos dos motivos, el autor desarrolla un acompañamiento musical en el que los sintetizadores tienen una importancia extrema. No sólo emulan en ocasiones las sonoridades del ambiente selvático por el que transita la trama (“The Search“ o el arranque del comentado “The Family”), sino que también la electrónica se convierte en un bloque instrumental adicional (como era habitual en el Goldsmith de aquellos años), que en no pocos pasajes entabla un incesante “diálogo” con la orquesta tradicional.
La comentada similitud con la partitura coetánea para ”Rambo” (semejanzas muy puntuales, entiéndase), se patentiza con mayor claridad en los fragmentos orientados a la acción con ciertas dosis adrenalíticas. “The Jump” y la segunda mitad del “Base Camp Assault” son cortes muy significativos en este sentido, mientras que, liberándose de esos parecidos razonables, el corte “Dad” nos presenta en sus últimos dos minutos, una impresionante y dramática versión del tema de la familia, que supone todo un reto de ejecución para la orquesta.
Mientras que los resultados de Jerry para otros subproductos de la época son francamente satisfactorios (ejemplos no faltan, como el “King Solomon´s Mines” o el “Supergirl”), en ”Baby” atendemos a un ”querer y no poder” del autor, consecuencia lógica de un montaje en donde la música queda en ocasiones francamente desubicada. Claro ejemplo de lo antedicho lo hallamos en el tema “The Rescue“, escrito para la sonrojante persecución final, de tintes casi godzillianos. Goldsmith compone un vibrante tour-de-force de agradecida escucha aislada, dominado por un agresivo patrón rítmico muy típico en su impronta, pero que en su conjunción con las imágenes resulta tan ambicioso como irremediablemente excesivo, visto el triste resultado final de la secuencia. Un lastre éste, del que sufre directamente buena parte del score tal y como suena en la cinta, pero no así en su audición en compacto, en la que descubrimos una partitura que, sin contar desde luego entre lo más granado del maestro, al menos ofrece pequeños -pero solventes- retazos de su enorme talento.
8-mayo-2008
|