Gorka Cornejo
A lo largo de su carrera Patrick Doyle se ha prodigado bastante en películas que podríamos denominar “infantiles”, dirigidas a un público joven, o en las que la presencia y la mirada de esos locos bajitos es un elemento importante cuando no protagonista. Sirva una lista por orden cronológico para refrescar la memoria: “Shipwrecked”, “Into the West”, “A Little Princess”, “Quest for Camelot”, “Nanny McPhee”, “Harry Potter and the Goblet of Fire” y “Eragon”, a las que se suman “Nim´s Island” y la inminente “Igor”, segunda película de animación en la que se embarca el escocés. No es de extrañar esta especialización o reincidencia si se tiene en cuenta la capacidad de Doyle para crear melodías y texturas llenas de poder sugestivo, imaginación y riqueza de matices, desde lo mágico-maravilloso hasta lo tenebroso-pesadillesco, pasando por todas las formas posibles de aventura, las épicas y grandiosas pero también las íntimas y sutiles. Incluso en películas no especialmente pre-adolescentes, como es el caso de “Great Expectations”, Doyle ha reaccionado dotando al relato de una apariencia de cuento de hadas, posicionándose en el papel de un cuenta-cuentos musical, profuso en pirotecnias descriptivas y experto en mantener la atención del público.
No es por falta de experiencia y es de suponer que tampoco por lo contrario, un hipotético cansancio ante el género, el que Doyle se nos muestre ligeramente desdibujado en esta nueva ocasión. “Nim´s Island” se deja escuchar, es fácil y accesible, convencional y funcional, pero le falta algo, ese algo que hacía que incluso en lo convencional, Doyle se diferenciara del resto. Hace algunos años Doyle era sinónimo de elegancia, de acierto, casi de sorpresa constante: con cada nuevo trabajo el compositor sorprendía a su creciente hueste de seguidores, a medida que iba demostrando su solvencia en estilos y géneros diversos. Un Doyle mediocre siempre era mejor que lo más destacado de muchísimos otros compositores. Y aunque uno tenga la tentación de salir en su defensa y valorar una por una sus contribuciones por ver en qué momento se nubló el cielo, cuándo desapareció la chispa, y se llegue a la conclusión de que Doyle sigue siendo Doyle, o sea, uno de los grandes, lo cierto es que su filmografía en los últimos años nos ha deparado un buen número de sorpresas no muy positivas, partituras erráticas, impersonales, cuando no directamente vacías de espíritu, que lo han situado muy por debajo de lo que se espera de él. “Nim´s Island” no es, ni mucho menos, de los peores ejemplos de esta etapa de desaceleración en la que parece inmerso Doyle, es correcta y muy agradable en ocasiones, pero tampoco se desmarca por completo de cierta tendencia a la vacuidad que venimos observando en los últimos trabajos del escocés.
Piano, guitarra y suaves cuerdas construyen el punto de partida de esta banda sonora, protagonizada por un tema principal (“Nim´s Island”) no especialmente brillante ni definitivo, más bien discreto y discursivo, pero que nos dibuja la perspectiva, el punto de vista desde el que Doyle nos va a contar la historia. Nim es una niña de gran imaginación que vive en una isla tropical con su padre, un científico que investiga formas microscópicas de vida subacuática. La niña es una lectora voraz y sus libros favoritos son los que protagoniza Alex Rover, un aventurero a la antigua usanza que encarna todas las aspiraciones que Nim espera alcanzar en la vida: una existencia azarosa, excitante y valiente, llena de cosas maravillosas, sin temor a las dificultades. Pero un buen día el padre desaparece sin rastro y Nim se queda sola en la isla. A falta de alguien a quien pedir ayuda, la niña entra en contacto con la autora de sus novelas preferidas, que resulta ser una neoyorquina pusilánime y agorafóbica que de aventuras sabe más bien poco. Juntas, pero siempre tuteladas por la figura inspiradora del héroe de las novelas que las ha unido, haciendo lo que en su opinión él haría, emprenden la búsqueda del padre y paralelamente la de su propio valor, la heroína de novela que ambas llevan dentro.
No faltan las dosis de comedia entremezcladas en el diseño épico de una partitura lineal y de evolución tradicional que va trasladando puntualmente a los pentagramas todos los avatares de los tres protagonistas (la niña, la autora y el protagonista de las novelas, materializado por la imaginación de su alter ego real). Doyle brilla especialmente en los momentos más emocionantes del relato, quedando un tanto diluido en la construcción del tono medio neutro que aglutina toda narración episódica. Se nos viste de Korngold, sin alejarse de Mary Shelley, en “Helicopter Storm”, aireando la melena de las grandes y simples aventuras de espectacular sinfonismo (todo un logro de orquestación, obra de no dos, ni tres, sino cuatro orquestadores, incluyendo al propio Doyle, si se tiene en cuenta que la orquesta empleada no supera los 60 miembros), rememora el sonido mágico de Harry Potter en la espléndida “Lizard Attack”, y trata de concluir la odisea con emoción y preciosismo en “It´s Empty” y “Nim Sees Jack”. Divertido es el mickeymousing que nos propone en “Woman Overboard”, buena música incidental con coherencia por encima del efectismo.
Pero en su conjunto y quizá debido a la sobreexplotación del tema principal, “Nim´s Island” pasa por el oyente como algo disfrutable pero no especialmente memorable. Largos momentos de calma chicha musicalizados con espíritu bonachón y seudo-tropical (“Galileo Helps Jack”), unidos a pasajes de acción que pecan de cierta impersonalidad, característica cada vez más habitual en el autor de “The Last Legion”, neutralizan los aciertos y los buenos momentos de una banda sonora en la que casi todo es correcto, salvo quizá la corrección misma llevada a estrategia.
30-abril-2008
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