José-Vidal Rodriguez
En ciertas ocasiones (cada vez más contadas, eso sí), esa “caja tonta” o “pequeña pantalla”, epítetos con los que algunos suelen menospreciar a la televisión, nos sorprende gratamente ofreciéndonos producciones que, por sus medios y trascendencia popular, parecen más cercanas a lo que comúnmente denominaríamos gran pantalla. En este sentido, ”Norte y Sur” es uno de esos productos que reivindican a las claras el arte de hacer buena televisión. Basada en un best-seller de John Jakes y emitida por la todopoderosa NBC, la producción centra su atención en la América prebélica del siglo XIX y en el devenir de dos personajes, George Hazard y Orry Main, así como de sus respectivos clanes. Uno de ellos es de Pennsylvania, de una familia acomodada del norte. El otro proviene de las plantaciones del sur, donde su familia tiene una vasta corte de esclavos. Pese a estas diferencias, ambos entablan una gran amistad en su adiestramiento militar en la mítica Academia de West Point. Amistad ésta, que se verá puesta a prueba con motivo del estallido de la Guerra de Secesión, el conflicto que dividió al país entre norteños y sureños y enfrentó dos ideales bien distintos (precisamente los defendidos respectivamente por ambos amigos).
”Norte y Sur” no sólo pasará a la historia de la televisión por su indiscutible empaque y éxito de audiencia, sino también por reunir, en torno a este relato épico, a un impresionante reparto coral conformado por nombres tales como Robert Mitchum, Elizabeth Taylor, Forest Whitaker, Hal Holbrook o Gene Kelly, amén de dos actores cuyos cachés comenzarían a subir como la espuma a partir de entonces: Patrick Swayze y Kristie Alley.
En lo estrictamente concerniente a su apartado musical, no cabe duda que para un reto de estas características, el nombre de Bill Conti resultaba, en aquel año 1985, un sinónimo de auténtica solvencia y capacidad creativa. Si a ello añadimos su perfecto dominio del medio televisivo (por entonces, ya era un referente en este ámbito), su elección por parte del director Richard T. Heffron (con quién ya había trabajado en aquel pastiche llamado ”Yo, El Jurado”) parecía a priori francamente certera.
Lo cierto es que ”Norte y Sur” supone para Conti el afianzamiento, una vez más, en ese merecido escalafón de músico de primera fila, acallando aquellas voces altisonantes que aún criticaban su Oscar logrado dos años antes por la controvertida “The Right Stuff”. Su intervención en la serie, así como su gran solvencia a la hora de componer en plazos cortos (toda la partitura se escribió en poco menos de tres semanas, obligando a programar incluso sesiones de grabación nocturnas), demostrarían de nuevo que su versatilidad y maleabilidad de registros, iban bastante más allá de sus recordados éxitos comerciales setetenteros, patentizados en esa especie de estigma musical grabado a fuego llamado “Rocky”.
Los innegables paralelismos que la trama y puesta en escena de la miniserie presentan con la mítica ”Lo Que el Viento se Llevó”, constituyen precisamente el gran caballo de batalla al que Conti ha de enfrentarse desde la primera nota de su partitura. El cuidado rodaje de las secuencias, el espectacular despliegue de medios en la recreación de la vida colonial y de las escaramuzas en la Guerra de Secesión, el sentido épico del argumento y aquellas subtramas melodramáticas que configuran el devenir de personajes supuestamente secundarios, hacían casi imprescindible la inclusión de gran cantidad de score incidental, constituyendo la música un hilo expresivo fundamental a la hora de afrontar el desarrollo argumental, a imagen y semejanza de aquellas epopeyas inscribibles en la ”Golden Age” norteamericana.
Estamos pues ante un extenso score, ambicioso, omnipresente, que no sólo acompaña, describe o enfatiza, sino que ante todo, consigue progresar en la misma medida que lo hace el argumento y roles de la miniserie. Algo que se percibe con meridiana claridad atendiendo al tono global de cada compacto: mientras el primero presenta numerosas recreaciones líricas enfocadas a lo jovial y ampuloso, no exentas de ciertas tonalidades presagiantes (presentando de esta forma los primeros esbozos de la trama), los CDs 2 y 3 ahondan, ya de manera mucho más expresa, en ese cariz dramático e incidental con el que se potencian las intrigas y devaneos en los que se ven envueltos los personajes, tras aquella especie de largo prólogo que suponen los capítulos primero y segundo de la miniserie.
La importancia de un tema central de amplias miras épicas, que resalte la grandeza de esta historia sobre la ambición dentro del propio núcleo familiar, sobre traiciones y escarceos amorosos en un trasfondo bélico fundamental para la historia de los EEUU, es perfectamente asumida por un Conti que escribe, sin lugar a dudas, una de las sintonías más memorables de la historia de la televisión. Un soberbio “Main Title” que ya anticipa el carácter abiertamente melódico y excelso (cuasi operístico, según palabras del propio Conti), con el que resuelve un trabajo que siempre se mueve dentro de los márgenes de un cromatismo plenamente sinfónico, elegante, bendecido además, en no pocos pasajes, por ese vena neo-barroca con la que el músico de Rhode Island suele salpicar -incluso cuando no procede- buena parte de sus obras. Este tema central conocerá hermosas rendiciones a lo largo de todo el álbum (lógicas, como nexo de unión entre los innumerables temas menores), así como interesantes variaciones en clave bucólica (“Return To Mount Royal” - CD 3, “Another Break” - CD 3), dramática (“Wedding Night” - CD 1), íntima (“I´ll Take Care - CD 4”), emotiva (“Friends Farewell - CD 3“) e incluso triunfal (la estupenda versión marcial con la que se acompañan los “End Credits”).
Pero uno de los grandes aciertos de Conti, radica en la sabia utilización que realiza de este espectacular main theme. Lejos de reiterar hasta la saciedad esta idea musical (aun cuando en el primer CD sí se percibe un relativo abuso de la misma), el compositor arropa el tema mediante una exuberante cohorte de frases secundarias, las cuáles ejemplifican a las claras el gusto de Bill por la estructuración de la obra en rededor de la técnica del leitmotiv. De este modo, la creación de numerosos motivos paralelos, destinados principalmente a describir la evolución de los roles encarnados por aquel extenso reparto coral, origina a la postre una riqueza temática ejemplar, tan vasta que en estas pocas líneas, resultaría imposible analizarla en profundidad.
No obstante, podemos citar a modo de ejemplo ciertos motivos con peso indiscutible en el score: El dedicado a la malvada Virgil, el motivo localista con el que se cierra el “Main Title” del primer compacto, la tierna frase asociada a Constance, el tema evocador de la esclavitud del Sur (“A Good Slave” - CD 2), etc. Muy destacados son también ese grueso de ideas -con cierto afán de recurrencia-, enfocadas a los momentos de acción y enfrentamiento, cortes en los que Conti apabulla al espectador apelando a todo el peso sonoro de la gran orquesta sinfónica utilizada: “Churabusco (CD 1)”, el trepidante “Morning Train (CD 2)”, el curioso ritmo mecanizado y percusiones del “The Blast (CD 2)” o el sencillamente magnífico “Billy´s Duel” (CD 3), una imponente especie de fuga en la que un brioso Bill Conti consigue resultados sobresalientes con los contrapuntos. Y como nota curiosa, el oyente comprobará sorprendido que en el “Charles Meets Salem” (CD 2), se nos presenta la melodía que ocho años más tarde conformaría el tema central de ”Huck Finn”.
Ni más ni menos que cuatro compactos constituyen la música íntegra escrita por Conti para la serie (aún cuando en el último CD tan sólo se incluyan regrabaciones de piezas tradicionales, tales como el “Yankee Doodle”, “La Marsellesa” o el “Dixie”, el conocido himno de los Confederados). El “problema” de este tipo de ediciones de tanto rigor temático, radica en que resulta imprescindible que el oyente se arme de paciencia para afrontar las casi cinco horas de escucha musical. Sea como fuere, la publicación del ”Norte y Sur” supone una de las más gratas noticias para el aficionado en este año 2008. Pocas veces antes, una miniserie había contado no sólo con tal cantidad de música, sino también con pasajes tan ambiciosos y holgadamente resueltos como los que aquí nos regala el compositor de Rhode Island. Una partitura, en definitiva, nacida del talento de un autor que en aquella primera mitad de los 80, se encontraba sin género de dudas en plena ebullición creativa.
25-abril-2008
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