Pablo Nieto
Los incondicionales de la serie “24”, están de enhorabuena porque ya tienen su versión cinematográfica del que, a buen seguro, podría haber sido uno sus capítulos más espectaculares. Y es que “En el Punto de Mira” no es más que la consecuencia del éxito que las series de televisión están teniendo en los últimos años. Misma estética, idéntico ritmo, giros argumentales… aunque sin anuncios de por medio.
Nada que objetar a las interpretaciones de primeras figuras como Dennis Quaid, William Hurt, Sigourney Weaver o Forrest Whitaker. Tampoco a la asunción, sin reparos, de su condición de producto de evasión. Sin embargo, los clichés televisivos (donde los personajes importan menos que un montaje impactante) y una desafortunada dirección, dinamitan de forma clara el producto final, especialmente doloroso si tenemos en cuenta la atractiva propuesta de arranque.
Los estudios de vez en cuando apuestan por sabia nueva, y en este caso pusieron en manos de un debutante en la gran pantalla como Pete Travis el peso de llevar a buen puerto el film. Sus méritos: aquel interesante film titulado “Omagh”. El resultado: tan decepcionante que la única manera de salvarlo era venderlo en el mercado del DVD o el cable. Sin embargo, alguien tuvo la buena idea de contratar al veterano y eficiente montador y director Stuart Baird, quien todavía seguía recibiendo felicitaciones por su intachable trabajo en la sala de montaje con “Casino Royale”. Baird es finalmente quien arregla parte del estropicio, quien reconcibe la trama y saca adelante un proyecto que para sorpresa del estudio (previa inteligente campaña de marketing y un excelente trailer), se convirtió en número uno en el Box Office durante varias semanas.
Musicalmente hablando, es el compositor islandés Atli Orvarsson, el responsable de ayudar a Baird a dar coherencia y unidad a la trama. Formado a la sombra del legendario Mike Post, y asentado en los Estudios Remote Control junto a Hans Zimmer desde hace varios años. Orvarsson apenas tiene libertad de movimientos para crear una trabajo que proyecte su verdadera personalidad como músico. Condicionado quizás por la propia estética televisiva del film, el compositor elabora un score de potente base percusiva y rítmica, con alusiones al thriller musical contemporáneo de autores tales como Harry Gregson-Williams o John Powell.
Un trabajo que funciona con las imágenes, que aporta la tensión necesaria y que consigue crear un lazo de unión entre los diferentes puntos de vista con los que se nos presenta la trama. La música tiene como eje central un necesario leit motiv, de sencilla composición melódica, pero variable y adaptable estructura a las diferentes situaciones del film. Presentado en “Main Title”, será utilizado como pieza de encaje de este rompecabezas donde nada es lo que parece hasta su desenlace final.
Nada desdeñable es el guiño latino de la partitura, con la inserción de la guitarra española para versionar el tema en cortes como “Enrique and Verónica” y “Lewis and Anna”. Variables realmente interesantes, y con las que el compositor pretende inducir emocionalmente al espectador con la música, ya que la historia está lo suficientemente deslavazada y confusa en ese momento como para ser comprendida por el espectador. De este modo, la música trasmite pasión en el primero de los cortes y ternura en el segundo.
La intensidad de las secuencias de acción (rodadas eso sí, con un movimiento de cámara excesivamente confuso, como marcan los cánones del prototípico cine de acción hollywoodiense actual), tienen un perfecto acompañamiento musical en cortes como “The Chase Begins”, “Clockwork” o “Tightening Circle” (éste último escrito junto a Henry Pryce Jackman), fragmentos en los cuáles Orvarsson realmente demuestra estar a la altura de las circunstancias. Y aunque lo más típico es destacar un tema central retentivo, el verdadero talento de un músico de cine aparece cuando debe enfrentarse a pasajes de varios minutos de duración, donde su misión es describir, mantener la tensión e intensificar el ritmo de la música en consonancia con la evolución dramática de la película.
Por supuesto, aquellos que estén saturados de loops, percusiones frenéticas y una estética orquestal determinada, no encontrarán nada novedoso en el presente score. Aún así, siempre es grato descubrir caras nuevas y está claro que los comienzos siempre suelen ser difíciles, sobretodo cuando uno está claramente condicionado por factores externos.
Ahora que todo el mundo habla de Desplat, Marianelli o Powell, convendría echar la vista atrás y analizar sus comienzos allá por los olvidados años 90. A muchos les sorprendería la evolución de estos nombres. El trabajo es lo que da experiencia y la experiencia lo que da madurez. Al compositor que empieza hay que apoyarle y sin duda hay que tener en cuenta lo difícil que es trabajar en una industria dominada por el imperalismo de los estudios y director que tratan de convertir la música de cine en un apartado más de los efectos de sonido. Que suene algo, lo que sea, pero que no moleste. Y en el caso de “En el Punto de Mira” no cabe duda que tenemos eso, y algo más.
14-abril-2008
|