Ignacio Garrido
Hablar de Ryuichi Sakamoto, supone en los tiempos que corren, oponerse de pleno al concepto actual de compositor cinematográfico convencional. El autor de “Pequeño Buda”, es sin duda la antítesis del músico comercial y maleable que tanto pulula por los grandes taquillazos de hoy día, capaz de mimetizarse cuando el director de sello inconfundible le demanda homenaje (o lo que es lo mismo De Palma y su adorado Herrmann en “Snake Eyes” o “Femme Fatale” por ejemplo) al mismo tiempo que reinventar la electrónica y dar el primer empujón hacia el éxito de ventas moderno de las bandas sonoras con trabajos pioneros como “El último emperador”. Del mismo modo, Sakamoto es también un personaje polifacético capaz de sorprender con el trabajo actoral al tiempo que componer la partitura de un film como “Feliz Navidad Mr. Lawrence”, o concebir maravillosas obras cargadas de poesía e intenso dramatismo como la moderna versión de “Cumbres Borrascosas” (posiblemente su mejor partitura para el medio fílmico hasta la fecha) con Ralph Fiennes y Juliet Binoche.
Un tanto apartado del panorama contemporáneo y del aficionado en general, el japonés pulula entre creaciones instrumentales y ocasionales escapadas a la gran pantalla, no exentas de cierta expectativa para con los conocedores de su talento y sello autoral. Volcado normalmente en el trabajo electrónico y sintético como forma de abordar las ideas centrales de los scores, sus aportaciones musicales no suelen dejar indiferente a nadie, proceda de donde proceda su iconoclasta visión sonora o su arriesgada aplicación audiovisual (esta última en ocasiones un tanto traída por los pelos), pues tanto en su vertiente ambiental –en la que evidentemente se mueve con la soltura de un maestro, al ser uno de sus referentes fundacionales– como en las estilizadas líneas melódicas que esgrime con soltura, sabe componérselas de forma lo suficientemente brillante como para dejar en pañales a un buen puñado de compañeros de profesión que palidecerían ante los mejores manjares de su carta lírica.
Agraciado con la buena fortuna de colaborar con directores de evidente renombre (Bertolucci, De Palma, Stone) y mejor todavía, excelente oído y manga ancha en el uso de la música en sus films, Sakamoto puede congratularse de haber asociado su trabajo al de pocos, pero bastante bien escogidos títulos que le permiten desaparecer del mapa sin inseguridades que le impidan regresar a la palestra con la rotundidad de una cinta tan esperada como la que nos ocupa. “Silk” (“Seda”), se inspira en el famoso best-seller de Alessadro Baricco sobre amoríos y aventuras con el trasfondo del comercio de la seda a mitad del siglo XIX entre oriente y occidente. El resultado en su apartado musical es una composición ecléctica y relajante, de evidente cariz ambiental, pero que bascula entre un romanticismo difuminado y una étnica no evidente, una mezcolanza de sonoridades tan interesante y estimulante como por momentos exasperante, si la impaciencia del oyente lego y los deficits comprensibles del aficionado al estruendo y el ritmo pulsátil se apoderan de la escucha sin tener en cuenta que, aproximarse a Sakamoto es muy diferente que hacerlo a nombres menos personales y más convencionales.
El disco, editado por la casa Silva Screen con una generosa duración de más de una hora, se abre con “Silk Opening”, un corte ambiental y sostenido para cuerda y sintetizadores que se despliega en su resolución descriptiva y paisajista, ilustrando perfectamente la sensación ampulosa de los espacios abiertos que se recorrerán a lo largo de la historia. Los dos siguientes cortes “Mill Theme” y “Love Theme” descansan sobre el piano en su construcción de un rítmico tema de aire animoso e inquieto y el consecuente tema de amor, una melodía elegante e imprecisa de distinguida complejidad.
El comienzo musical del viaje se produce en “Trip to Egypt”, un pasaje breve y lánguido, de una belleza afligida que denota la reticencia al olvido de su protagonista y su atadura emocional a lo que deja atrás, mientras que el auténtico descubrimiento iniciático de su aventura se produce en “First Trip to Japan”, una destacable pista donde un nuevo tema mucho más sentido y profundo con resonancias orientales (que recuerdan lejanamente a “El último samurai” de Zimmer) se apodera por completo de cualquier atisbo de recuerdo, dando por resultado un momento de iluminación e impacto sensitivo que contrasta con la musicalización del mundo occidental anterior.
A partir de aquí la partitura se debate entre la oposición del tema de amor y el tema oriental, como la lucha interior del protagonista y la oposición entre oriente y occidente que reflejan sus sentimientos, algo que se apreciará en cortes como "First Return" o "Second Trip to Japan". Momentos calmados y etéreos los encontramos con sosegante desarrollo en "Snowy Village" o "The Girl", de pausada concepción y relajante audición, mientras que el romanticismo surge de forma emotiva en "Second Return", al tiempo que el drama avanza y los temas ya conocidos vuelven a aparecer con variaciones como las esgrimidas en "Love Theme II" o "Sadness", que pueden llegar a resultar algo estáticas o planas en evolución según el margen de paciencia y atención que les dediquemos.
También Sakamoto encuentra espacio en la partitura para citar un ambiente inquietante y tenebroso, que hará su aparición en "The Last Trip to Japan", que se abre étnico para enseguida pasar a sugerir misterio y peligro con sostenida ambigüedad. Éste tendrá su continuación en "Revolution", único conato de acción del score que se torna en un lúgubre pasaje construido sobre sintetizadores y originales efectos electrónicos. A partir de aquí el dramatismo irá en aumento, como así se refuerza esta idea en "The Last Reunion" y "Helen", cortes donde la cuerda predomina con singular fuerza, consiguiendo elevarse la intensidad emocional del score hasta llegar al emotivo y desolador "Sadness II", pista en la que comienza a recapitularse la melancolía y sensación de perdida de toda la historia. El último pasaje del score reincide, a modo de triste y evocador vals, en esa idea de tristeza y añoranza por la fascinación de un amor pasado con la melodía oriental en "Silk Endroll", un magnífico resumen de las virtudes de este sugestivo trabajo.
Contando con la colaboración de nombres tan prestigiosos como Joshua Bell o Carlos Nuñez (repitiendo con el japonés) en la producción de la partitura, y la mano del propio Sakamoto al piano, "Silk" se puede considerar una banda sonora más que atípica dentro del enorme y continuo aluvión de películas que nos llegan secundadas por aportaciones sonoras mucho menos interesantes que ésta. Por ello que, aun siendo una apuesta arriesgada dada los tiempos que corren, no pueda sino recomendar -con algo del recelo ya mencionado- este agradable compacto.
26-marzo-2008
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