Pablo Nieto
El poder de Hayden Cristensen (otrora Anakin/Darth Vader) para viajar en el espacio a cualquier lugar o estancia del mundo que desee, quizás haya contagiado en exceso a un John Powell, que en los últimos tiempos se dedica a saltar de película en película, sin aportar nada nuevo. Lo que hace un par de años olía a novedad y suponía un soplo de aire fresco, ahora empieza a ser una peligrosa moda que productores de mente plana empiezan a importar e imponer en cualquier película de acción. El sonido Powell ha sido desnaturalizado, y lo peor es que su propio creador está contribuyendo a ello, incapaz de dotarle de una nueva dimensión. No hay evolución.
“Jumper” es su nueva colaboración con Doug Liman, director y productor con el que el compositor ha trabajado anteriormente en “El Mito de Bourne”, “El Ultimátum de Bourne” (en calidad de productor) y en “Mr. & Mrs. Smith”. Un score insípido que sale mal parado en cuanto a su utilización final en la película, porque si no son los efectos de sonido los que silencian su propuesta, son las insufribles canciones para adolescentes que pueblan la película, las que acaban reemplazando la propuesta de Powell.
Excesivamente ambiciosa en su propuesta inicial, “Jumper” termina convirtiéndose en el episodio piloto de la nueva serie para adolescentes que quiere hacer sombra a “Heroes”. Lo peor, la sensación de desmotivación que transmiten todos sus actores, en especial los, supuestamente, comparsas de lujo Samuel L.Jackson y Diane Lane, cuya presencia argumental en el film como caracteres antagonistas no es explicada en ningún momento, dando la impresión de que sus escenas son introducidas con calzador para justificar el cheque final de turno.
La música de Powell suena también más televisiva que nunca, rutinaria y plagada de clichés. Y eso a pesar de la interesante propuesta de su tema central (“My Day so Far”), donde se presenta una irónica melodía característica del autor, combinando metales y percusión con bajos y guitarras, así como con un dinámico movimiento para piano. Omnipresente a lo largo todo el score, es al final del mismo cuando escuchamos el segundo motivo principal de la partitura, una idea asociada a la tristeza interna del protagonista, preocupado por no poder llevar una vida normal y marcado por un trágico pasado.
Dicho motivo, será desarrollado en “Colisseum Tour” (donde se da protagonismo a la mandolina y las cuerdas) y por supuesto en “Airport Departure”. En ambos casos, dos secuencias donde Millie (el amor platónico del protagonista) tiene mucho que ver. Curiosa eso sí, la decisión de Powell de no cambiar el registro musical, pues se trata de dos secuencias completamente diferentes: en la primera nos encontramos una pareja feliz y enamorada visitando el Coliseo, en la segunda, la separación traumática de dicha pareja.
Por otro lado, sorprende la poca consistencia de los temas de acción, excesivamente rudimentarios y planos para ser Powell. Ideas poco memorables, aunque sí intensas (¡faltaría más!), se desarrollan en cortes como “Colosseum Fight”, “1000 Volts”, “David Comes Clean” o “Jumper vs. Jumper”, aunque se nota la falta de feeling del compositor con la historia. Y es que el dinamismo contagioso de la música de Powell no hay manera de encontrarlo en este score. Un ejemplo muy claro lo vislumbramos en su propuesta para el, por otro lado espectacular, despliegue de efectos especiales de la película: el corte “The Sacrifice” puede ser un buen resumen de las carencias y los defectos de su última y olvidable creación.
3-marzo-2008
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