José-Vidal Rodriguez
¿Cómo rescatar para la acción a un icono del final de la Guerra Fría en pleno siglo XXI? Stallone y su “inmensa” creatividad tienen la respuesta a esta pregunta, con el estreno de la cuarta entrega del popular personaje John Rambo, el impávido ex combatiente del Vietnam que arrasara las taquillas allá en la primera mitad de los 80. Esta vez sin su único amigo el Coronel Trautman (el actor Richard Crenna falleció hace cinco años), un Rambo fondón y dedicado a la cría de serpientes, decide abandonar su retiro para trasladarse a Birmania, con la misión de liberar a unos misioneros católicos retenidos por un sádico militar birmano, el Major Pa Tee, y su numerosa tropa. Catolicismo y Rambo: ¿que más se puede pedir?.
Con la sombra de Jerry Goldsmith planeando sobre una saga hasta ahora intachable en lo que a términos musicales se refiere, resultaba harto difícil que cualquier compositor actual se acercara a los sobrios resultados del maestro, evitando a la vez que su obra fuera comparada con los vibrantes scores escritos por el californiano. Pero la cosa se acentúa aún más teniendo en mente el nombre escogido para dar forma sonora a las nuevas correrías del héroe.
El también californiano Brian Tyler parece haberse convertido últimamente en el “rey” de las secuelas, y más concretamente de aquellas en las que debe incluir, o al menos sugerir, texturas musicales ajenas (reciente es su participación en ”Alien Vs Predator 2”). No tanto por esta circunstancia, sino por su rutinario y autocomplaciente estilo compositivo, posiblemente estemos ante uno de los creadores más impersonales del panorama americano actual, un autor que ha convertido ese llamado “sonido industrial” en su auténtico sello de identidad con el que, paulatinamente, está desterrando score tras score cualquier esperanza de recuperación del músico interesante que fue en sus inicios. La apuesta por lo convencional se convierte así en la excusa perfecta para asegurarse la firma de cinco o seis scores al año, como si de una cadena de montaje de la Ford se tratara. Pero ya saben, that´s entertaiment, que rezaba la famosa canción.
Dentro de este marco de discutible inspiración, pero plazos de entrega rápidos muy a gusto de los productores actuales, Tyler presenta su "Rambo IV" como un ejercicio musical obviamente orientado a la acción sin tregua, pretencioso en sus formas, pero hueco y realmente anodino en el fondo.
Con la inclusión del tema central de la saga, haciendo las veces de leitmotiv bucólico contrapuesto a la fiereza del resto del score, el compositor confía en un híbrido sinfónico-electrónico en el que las abrumadoras orquestaciones se ven salpicadas por inevitables toques exóticos, evocadores de los escenarios naturales de la singular Birmania. Precisamente en lo antedicho, se podrían resumir los dos bloques temáticos que diferencian a simple vista la partitura.
Por un lado, música adrenalítica y bombástica, con especial hincapié en la sobrecarga sonora y en continuas repeticiones de bloques rítmicos (algunos de ellos ciertamente deudores de los usados en su anterior “Annapolis”), los cuales Tyler trata de potenciar a través de una orquestación voluminosa, pirotécnica y en la que la étnica cobra especial protagonismo sobre todo en las percusiones (“Atrocities” , “Attack on the Village”).
Por otra parte, encontramos la cara más “amable” -musicalmente hablando- que el autor dedica al héroe protagonista, a través de aquellos flashbacks melódicos que recuperan el famoso tema central de la saga, prácticamente con los mismos arreglos originales de Goldsmith (incluso en el “Rambo End Title”, se reproduce nota a nota la canción del primer filme “It´s A Long Road”, en su versión instrumental). Para dotar de cierta innovación a este bloque temático -que en no pocos instantes se convierte en un mero copy-paste-, Tyler escribe un leitmotiv propio, de tintes épico-melódicos e intenciones igualmente localistas, el cuál escucharemos por primera vez en los últimos dos minutos del “Rambo Theme”, y que configura el etéreo tema de cierre a lo "Gladiator" (voz solista femenina incluida) del “Battle Adagio”.
Así las cosas, ¿cuál es el resultado de esta serie de propuestas tan triviales?. Pues ni más ni menos que la creación de un score del montón, que no sólo se halla a años luz de las excelencias mostradas por Goldsmith casi dos décadas antes (un hecho éste pronosticable, pero que podría no haber supuesto un hándicap tan enorme como se aprecia aquí), sino que además no demuestra mayores virtudes que las de actuar como funcional acompañamiento de las imágenes, huérfano de creatividad, falto de la chispa necesaria durante ciertas secuencias, y ante todo ofuscado en asimilar musicalmente al Rambo del siglo XXI con una ambientación cercana a la promulgada por el equipo Mediaventures. De esta forma, el compositor rehuye la recreación de lo militar (que tan brillantemente había logrado su antecesor), y se pierde por completo en unas texturas que suenan a lo mismo de siempre, provocando, al menos al que esto escribe, la indiferencia más absoluta a medida que el disco no da señales de mayor originalidad conceptual.
La integración de los antiguos temas de Goldsmith es, por otra parte, bastante deficitaria (atención al cierre del “No Rules Of Engagement”), destacando por contra la magnífica reinterpretación de los mismos que, muy posiblemente a modo de homenaje, se realiza en los dos cortes finales del compacto.
La audición por tanto de este "Rambo IV" se presenta fría, desigual y a la postre decepcionante para el que hubiese confiado ciegamente en las aptitudes de Tyler. Parece que el autor consigue alcanzar unos mínimos de coherencia narrativa, funcionado su música de manera cuanto menos decente en el filme. Lo que no es óbice para destacar que fuera de su entorno de tiros y explosiones, la partitura se vuelva vulgar, previsible y hasta algo monótona a pesar de lo pretendidamente explosivo de su resolución. En definitiva, francamente olvidable aun cuando el oyente sea capaz de valorar el trabajo desligándolo de lo previamente escrito por el maestro Goldsmih.
Sólo reservado para auténticos fans de Tyler, el álbum supone otra edición de la recién creada división discográfica de la productora de cine Lions Gate, la misma que apostó un mes antes por la publicación de un trabajo mucho más interesante que el presente, como es el “3:10 to Yuma” de Marco Beltrami.
6-febrero-2008
|