José-Vidal Rodriguez
La figura de ese inigualable artista que fue Domenico Theotokopoulos “El Greco”, es ahora llevada al cine en esta coproducción hispano-griega. Protagonizada por Nick Ashdon, Juan Diego Botto y Laia Marull, la cinta ahonda en el poder y clarividencia de un hombre que con su creatividad, venció la barbarie y la ignorancia de su tiempo, llevando su talento desde las cortes de Creta y Venecia, hasta la capital Ibérica de Toledo.
Tras la colaboración de ambos en el filme ”Cavafy”, el cineasta Yannis Smaragdis confía en otro ilustre artista griego (y que también hace sus pinitos como pintor) para dar forma musical a este universo de arte y genialidad: Vangelis Papathanassiou retorna a la composición cinematográfica tres años después de su colaboración con Oliver Stone en “Alexander”, demostrando que se resiste a abandonar el ámbito del celuloide, aún cuando sean muy escasas las producciones actuales que puedan amoldarse a su genuina impronta. Este regreso, en este caso, trae consigo su involucración especial en un proyecto que parece hecho a su medida, tanto creativa como estilísticamente hablando, puesto que ya en 1998 Vangelis componía una obra en 10 movimientos dedicada a la figura del insigne pintor (la cuál contaba con intervenciones tan destacadas como la de nuestra Monserrat Caballé).
En ”El Greco”, el heleno vuelve, como no podía ser menos, a su compleja atmósfera de teclados, para dotar al largometraje de un halo sonoro netamente personal, con lo que ello supone en último término (a saber, las luces y sombras tradicionales en este singular músico). Pero el Vangelis del nuevo milenio parece un autor que si bien no ha evolucionado demasiado en las formas (el mundo electrónico sigue siendo su hábitat por excelencia), por el contrario sí que variado de algún modo el fondo de su música, al menos la orientada al medio cinematográfico. Si ya en ”Alexander” atendíamos a un ejercicio musical algo más expresivo y preocupado por ofrecer una apariencia acomodada al arquetipo de score épico-modernista, en el trabajo que nos ocupa Vangelis vuelve a mostrar inquietudes que van más allá de lo atmosférico y alucinógeno de aquellas anteriores obras con las que conseguía dividir a los aficionados.
En esta ocasión, el griego se apoya en la masa coral (concretamente, el Coro de la Radio Televisión Griega), para completar las sonoridades sintéticas, y al mismo tiempo referenciar siquiera levemente el momento histórico que rodea la vida del pintor. De esta forma, el sobrio motivo que sirve de apertura y cierre (“Part 1” y “Part 18”) apela a la solemnidad vocal, constituyendo casi un himno a la figura del artista y compartiendo en este sentido, ciertas paralelismos líricos con el “Eric´s Theme” de su archiconocida “Carros de Fuego”. Serán el “Part 2“ o incluso el “Part 3” (con ese protagonismo del órgano emulado), algunos de los cortes a través de los cuáles Vangelis arranque con su música un aire casi litúrgico, destinado a ahondar en ese entorno elitista del famoso pintor, un genio que trabajó durante el siglo XVII en media Europa a las órdenes de Monarcas y del Alto Clero. No es sino un intento -a medias, eso sí- por acomodar lo anacrónico de la electrónica al trasfondo costumbrista, conservador y de cierto oscurantismo de aquél periodo.
Fuera de este aderezo coral, el score transita posteriormente por los cauces de lo etéreo y ensoñador, mediante la presentación de lánguidas melodías que en esta ocasión se presentan menos efectistas de lo que nos tenía acostumbrados Vangelis. Toda vez que en la historia juega un papel esencial el incomparable marco de la Isla de Creta, el compositor incluye diversos guiños de carácter eminentemente localista, como es el caso de la canción tradicional del “Part 5”, o el tema escuchado en el track “Part 8”, compuesto por el multi-instrumentalista cretense Psarantonis, aunque arreglado expresamente para la ocasión por el propio Vangelis.
Eso sí, el gusto por lo ambiental y la asimilación de lo genérico como medio de interpretación de las imágenes, siguen siendo en mayor o menos medida, los signos de identidad del compositor heleno en sus incursiones en el Séptimo Arte. Precisamente por ello, es por lo que la partitura presenta la monotonía tradicionalmente achacable a Vangelis: no hay ideas ni bloques que cohesionen suficientemente el score, sino que el autor parece moverse por “impulsos” creativos, ofreciendo tan pronto elocuentes maneras líricas, como perdiéndose posteriormente en insustanciales ejercicios de improvisación sintética de pobre acabado (“Part 9”, “Part 10”).
En este sentido, no resulta de mucha ayuda la molesta secuenciación sin pausas entre pistas con la que Vangelis normalmente produce sus álbumes, y que en esta ocasión se mitiga a la postre por la justa duración del mismo, unos 40 minutos de música instrumental que resultan cuanto menos agradables, si bien no harán cambiar de opinión a los numerosos detractores del artista griego.
Editada únicamente por la división del sello Polydor en Grecia, ”El Greco” es una partitura irregular, que durante determinados instantes parece sobrepasar la mera corrección, para luego caer en lo convencional, en ese maniqueísmo vangeliniano que a no pocos desespera. Interesante, audible, nada desdeñable, pero un punto por detrás en inspiración respecto a la mostrada en su anterior obra para la gran pantalla, “Alejandro Magno”.
18-Enero-2008
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