José-Vidal Rodriguez
En 1990, el holandés Paul Verhoeven se ponía tras la cámara para rodar una superproducción de ciencia ficción de enorme impacto popular en la década. Basada en el relato corto de Philip K. Dick “We Can Remember It For You Wholesale”, ”Total Recall” es un largometraje tremendamente entretenido y de factura impecable, con un sugerente argumento en clave futurista de dualidad de identidades, con un planeta Marte habitado (pero sin atmósfera) como escenario de la trama, las dosis de violencia extrema propias de Verhoeven, y una pléyade de efectos especiales prácticamente pioneros en la época. Pero para nuestros efectos, la producción se vería igualmente favorecida por una de las partituras de acción más estimulantes de los últimos años, firmada por un profesional de la talla del maestro Jerry Goldsmith.
Pese a los excelentes resultados anteriores obtenidos con el músico Basil Poledouris en ”Los Señores del Acero” y ”Robocop”, Verhoeven trabajaría codo a codo con el autor californiano no sólo en este filme, sino en otros dos posteriores (“Instinto Básico” y ”Hollow Man”), demostrando así la total satisfacción del cineasta ante el espléndido resultado logrado aquí por Jerry.
Lo cierto es que la banda sonora de “Desafío Total” reúne, en sus algo más de 70 minutos de duración, la quintaesencia del dinamismo, rotundidad y energía propias del Goldsmith entregado a lo adrenalítico. Aún compartiendo ciertos elementos de obras como “Capricornio Uno”, "Innerspace" o incluso “Star Trek”, la partitura posee una marcada identidad propia, afianzada en esas características principales como son su brutal frenetismo, su complejidad rítmica y armónica, y el espléndidamente programado acompañamiento electrónico. Recursos todos ellos que acaban por encajar con absoluta soltura en las imágenes de un filme que pedía a gritos esta nerviosa e imponente resolución musical, tan propia por otra parte del estilo goldsmithiano. Por si fuera poco, Mr. Goldsmith arranca con su batuta una sensacional interpretación de su inseparable National Philharmonic Orchestra, cuyos miembros se crecen de forma encomiable ante un gruso de pentagramas francamente exigentes (no en vano, la Sinfónica de Munich fue incapaz de convencer al compositor, en la primera opción económica propuesta por los productores).
Partiendo de otra impecable orquestación de Arthur Morton, responsable en gran medida de esa pulcra fusión sinfónico-electrónica en la que siempre la orquesta tradicional lleva el pulso interpretativo frente al aderezo armónico de los sintes, Goldsmith construye el trabajo sobre unos basamentos temáticos sencillos, pero de suma eficacia: crea los justos leitmotivs de asociación a personajes; sale airoso en la construcción de pasajes ambientales inscritos en ese denominado underscore; y lo que es más importante, se muestra pletórico en esa fabulosa y ardua labor de sincronía musical con respecto a las secuencias de acción vertiginosa del filme.
En relación a esto último, el compositor planifica con meticulosidad las texturas aplicables a las numerosas persecuciones y tiroteos de la cinta. Si ya el corte “Clever Girl” nos demuestra su habilidad en el manejo del tempo y las transiciones rítmicas (introduciendo además un incisivo motivo a metales, que terminará por asociarse en lo sucesivo a los perseguidores del protagonista), pistas posteriores como “Johnny Cab”, “A New Face” o “The Big Jump”, no vienen sino a confirmar -una vez más-, el profundo dominio del lenguaje musical vigoroso y electrizante por parte del californiano. Este bloque temático del álbum no ofrece concesión alguna a la calma, y el aficionado a lo bombástico encontrará alicientes más que suficientes ante el paroxismo musical que el maestro logra alcanzar en no pocos instantes.
Goldsmith no sólo triunfa sin paliativos en esta constante ambientación de las secuencias de acción, sino que igualmente denota una innegable inspiración allí en los escasos instantes en los que la música abandona aquella buscada violencia sonora, en favor de una leve introspección reflejada en una cierta veleidad melódica. Es el caso del breve motivo dedicado a la relación entre el protagonista Quaid y la aguerrida Melina, escuchado en el arranque del corte “The Hologram”, un motivo que además apela a las ansias de liberación de los rebeldes de Marte; o la excelente coda del “A New Life”, frase que posteriormente serviría de inspiración al autor en su magnífico tema central para el filme “Powder”. O igualmente el tema “The Mutant”, trascendental en la partitura, y en el que acaban por unificarse varios de los arreglos electrónicos anteriores, evocando lo desconocido y ensoñador (“Remembering“), en esa intención de Goldsmith por potenciar las dudas del protagonista acerca de su pasado y su verdadera función en el presente. El abrumador cierre en fortissimo del tema, en el instante en que todas aquellas diatribas se disipan con la ayuda de aquel peculiar “medium”, conforma uno de los auténticos highlights del compacto.
Como broche de oro al score, y antes del dulce y expresivo final del mencionado “A New Life”, Goldsmith reserva al oyente casi seis minutos de aplastante rotundidad, en ese espectacular corte titulado “End Of A Dream”. Las cadencias rítmicas que empapan gran parte del álbum, reaparecen ahora con mayor intensidad si cabe, para conducir mediante chelos y electrónica un tema sumamente adrenalítico. Percusión, cuerdas y metales en pleno, se afanan por exagerar, con incisivos ostinatos de creciente intensidad, las singulares secuencias de resolución de la trama. Pocas veces habíamos escuchado a un Goldsmith que se aferrara a la urgencia y al dinamismo con la clarividencia, explosividad y brio que lo hace aquí. Sin embargo, las enormes virtudes del tema quedan desgraciadamente cercenadas en la cinta, puesto que Verhoeven tan sólo usaría la primera mitad del mismo debido a cambios de última hora en el montaje.
Ante tantos momentos destacados del score, se me antoja casi anecdótico hablar, a estas alturas de la reseña, sobre el conocidísimo tema central escuchado en los títulos de crédito iniciales (“The Dream”), cuyos arreglos y patrones rítmicos sirven de piedra angular para buena parte de los cortes posteriores. Es significativo resaltar cómo Goldsmith rehusa, con muy buen tino, utilizar los acordes de este gran motivo con la insistencia que otros autores lo hubieran hecho (no en vano, parece erigirse en una mera “obertura” con aislados visos de repetición), reservándolo tan sólo como lema heroico durante la segunda mitad del “The Treatment”, o en su versión bucólica del “Where Am I?”.
Lo que para muchos fue la última gran partitura de acción del maestro Jerry Goldsmith, es sobre todo un brillante ejercicio de sincronía y asimilación del entorno futurista, crepuscular, desconocido y extremadamente violento en el que deambula el heroico personaje de Arnold Schwarzennegger. Una obra ejemplar en su género, referencia obligada en la última etapa del músico norteamericano, que el equipo de Robert Towson se vería casi obligado a recuperar por aclamación popular en la presente Deluxe Edition expandida, la cuál viene a completar los insuficientes 40 minutos de duración del primitivo álbum.
12-enero-2008
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