José-Vidal Rodriguez
Basada en la exitosa novela de Ian McEwan, ”Atonement” supone la traslación a la gran pantalla de un sugerente melodrama en donde los personajes llevan, más que nunca, la carga emocional de la historia. En el ambiente prebélico de los albores de la Segunda Guerra Mundial, Briony y Cecilia Tallis son dos hermanas de la burguesía británica enamoradas del mismo hombre, Robbie Turner, quién elige a la hermana mayor Cecilia para vivir ambos un intenso romance. Atormentada por este hecho, la menor Briony decide, a sus 13 años, acusar a Robbie de un falso crimen, en un arranque extremo de despecho que destrozará la vida de su hermana y la de, obviamente, su amor platónico Rob. Razones más que suficientes para que Briony actúe como narradora de la historia, para intentar purgar sus culpas y liberarse del dolor interno acumulado por sus luctuosos actos del pasado.
Encontrándonos ante un marco argumental y cronológico al que parece amoldarse a la perfección la impronta tradicional de Dario Marianelli (como él mismo confiesa en las notas del compacto), el italiano da forma a su partitura desde dos baluartes primordiales como son la impecable interpretación de la English Chamber Orchestra, así como las pulcras orquestaciones de Benjamin Wallfisch (un nombre muy a tener en cuenta desde la publicación de su “Dear Wendy”), las cuáles se caracterizan por apelar a una sencilla elegancia británica, en la que elude prácticamente cualquier referencia al uso de los metales.
Y la forma en que el compositor plasma al pentagrama los avatares de la trama, se podría resumir en sendas premisas básicas y constantes durante todo el trabajo: en primer lugar, Marianelli se desata en la evocación del dramatismo intrínseco a la historia. Dramatismo latente, pero siempre contenido, que encuentra en los gentiles solos de chelo y piano su poética exposición instrumental. Y en segundo lugar, el autor concibe el relato en base a unas texturas claramente enmarcadas en ese “elitismo” clásico tan característico en su impronta, y en este caso tan idóneo para con el ambiente burgués en que se mueven los protagonistas. Un clasicismo de formas serias y elaboradas, pero que con retazos de frescos y originales recursos más contemporáneos, y un enfoque melódico ciertamente atrayente, consigue cautivar incluso a oídos no acostumbrados a aquellas formas cuasi concertistas.
No en vano, la audición del primer corte “Briony“ augura ya la enorme inspiración, implicación y originalidad con la que el compositor aborda el que probablemente sea su mejor trabajo cinematográfico hasta la fecha. Marianelli nos presenta un espléndido scherzo en el que el leitmotiv de la protagonista evoluciona mediante tensos ostinatos a cuerda, dando forma a ese sentimiento de culpa acumulado desde la niñez. La nota de originalidad la encontramos en ese sonido del teclear de una máquina de escribir, el cuál parece arrancar desde meras intenciones efectistas, para después actuar sorprendentemente como un instrumento más de la orquesta, fusionándose con la misma y erigiéndose en un peculiar recurso adscrito con singularidad a la sección de percusión. Algo similar –aunque desde concepciones bien distintas-, a lo que hiciera medio siglo antes el músico Leroy Anderson en su conocida pieza “The Typewriter”.
El sentimiento de culpa de Briony, y la necesidad de redención por haber destrozado el devenir existencial de sus seres queridos, justifican la aparición de su tema durante pasajes en principio destinados a otros menesteres (“Cee, You And Tea”). Ella es la narradora de la historia, la desencadenante de los acontecimientos que marcarán las vidas de su más inmediato entorno. Es por ello que las meditadas acotaciones a su identificador musical, son las que precisamente dotan de la necesaria unidad estructural al score. De este modo, esa máquina de escribir en la que Briony canaliza y exterioriza su pesar, volverá a sonar como improvisado instrumento de percusión en cortes tales como “With My Own Eyes” o el comentado “Cee, You And Tea”.
Aparte de este nexo de cohesión que supone el motivo de Briony, Marianelli desarrolla con similares resultados satisfactorios la música aplicada al resto de caracteres. La apesadumbrada pieza para el desdichado enamorado (“Robbie´s Note”) denota un marcado poso de amargura, que acaba por desbordarse con gran fuerza lírica en la conmovedora “Farewell”. Música que se acerca a lo comedidadamente romántico (“Love Letters”), pero que finalmente desemboca en la fatalidad por ese amor imposible. Como vemos, Marianelli diferencia con claridad la música tensa y nerviosa aplicada a la atormentada Briony, con aquella de bucólico sentimentalismo asociada a la relación entre Robbie y Cecilia.
Como muestra de la envidiable progresión cromática del score y enmarcado dentro de los tintes bélicos del argumento, mención especial merece el corte “Elegy for Dunkirk”. Una pieza de una profunda carga emocional, en la cuál la delicadeza y sensibilidad de la orquesta se fusiona con los cantos de un coro de soldados en pleno frente durante la sangrienta campaña de Dunkerke. El efecto logrado por Marianelli es sencillamente sobrecogedor, envolviendo al oyente con un lamento melódico de tal fuerza, que no precisa de las propias imágenes para despertar un halo conmovedor digno de los mejores maestros.
Y como broche de oro al trabajo, la elegancia se apodera del “The Cottage On The Beach”, corte en el que la orquesta arropa de nuevo al piano y el chelo de manera abrumadora, actuando como pieza de desenlace penitencial a las emociones aglutinadas durante la trama. Una de las obras clásicas más cinematográficas, el “Claro de Luna” de Debussy, parece el tema perfecto para cerrar el CD y enfatizar esa sensación de amargura decadente desprendida por un relato como el que nos ocupa.
”Atonement” es, sin duda, la banda sonora más madura escrita hasta la fecha por Marianelli, el mismo autor que últimamente parecía encasillado en proyectos bastante menos personales e intrascendentes de lo que auguraban sus excelentes inicios. Una obra que muchos podrían comparar a su anterior “Pride & Prejudice” (no en vano, en ambas juegan un papel fundamental las intervenciones pianísticas a cargo de Jean-Yves Thibaudet), pero que incide frente a aquella en registros de mayor calado sentimental y reflexivo, para los cuáles el compositor triunfa sin paliativos en la asimilación de aquel tono de fatalidad, culpabilidad e introspección subyacentes al relato original. Muchos quilates presenta este sensacional trabajo, llamado a convertirse en uno de los auténticos referentes musicales de este desigual 2007.
2-noviembre-2007
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