Pablo Nieto
Si ya es extraño encontrar a una mujer compositora, mucho más lo es que además haya decidido centrar su carrera dentro del género cinematográfico. Resulta difícilmente explicable cómo una expresión artística tan en principio alejada de estereotipos sexistas, donde la imagen es fundamental, no tenga la representación femenina lógica y proporcional a los tiempos en que vivimos. La igualdad en la música de cine sigue siendo una asignatura pendiente, pero ¿hay algún culpable de esto?. Lo cierto es que resulta sospechoso el hecho palpable de que en las orquestas haya cada vez más intérpretes femeninas, y que sin embargo tanto en la dirección de las mismas como en las piezas a interpretar, todavía sigamos anclados en la edad de piedra.
Atendiendo a este paradójico panorama, Rachel Portman es pues, una rara avis en ese universo tan particular que gira en torno a la música de cine. Ganadora de un polémico Óscar por “Emma” en 1996, no fue este premio, sino su particular y aún más especial estilo, lo que le ha llevado a ser uno de las artistas más respetadas de la actualidad. Británica de nacimiento, su impronta tampoco puede ocultar su procedencia. Elegante y clasicista en sus propuestas musicales, con especial talento para la melodía, con pasajes de cuerda y solos de piano realmente emocionantes... En su debe, el abuso de la repetición de ideas, en la que peca de confundir la consolidación de un estilo propio e inconfundible, con propuestas algo tramposas y carentes de imaginación.
Es Portman, desde luego, una compositora de grandes contrastes. Atractiva musicalmente en sus orígenes, con notables aportaciones al género romántico como “Only You” o “La Guerra de los Botones”, resulta curioso el hecho de que cuando lleva su estilo al paroxismo de la repetición y el acaramelamiento (“Chocolat” o “Las Normas de la Casa de la Sidra”, nada desdeñables composiciones, pero sobrevaloradas en todo caso), se origina un rasgamiento de vestiduras generalizado y alabanzas incontenibles e incontenidas hacia su persona. Modas que pasan y que por desgracia impiden paladear con detenimiento arriesgadas apuestas como “Beloved” (incomprendida obra de la compositora) y auto-homenajes realmente notables como este “The Legend of Bagger Vance” que nos ocupa.
Con “The Legend of Bagger Vance” regresamos a los años 40 a de la mano de Robert Redford y a través de un film sobre uno de los deportes más individuales: el golf. Interpretado por Matt Damon, Charlize Theron y Will Smith, Redford nos presenta la historia de un trofeo de golf en Savannah al que acuden dos de los mejores jugadores de Estados Unidos, además de una ex promesa local, Junuh. Como suele ocurrir en este tipo de historias épico-deportivas, se deja el desenlace para el último hoyo.
Portman ofrece todo lo que Robert Redford necesitaba para esta película. Un estilo romántico y nostálgico, facilidad para la creación de pasajes melódicos notables, e integración en la música de época: swing, blues, jazz (véase “Chocolat”). “The Legend of Bagger Vance” es una revisitación -en espíritu- de esa gran película protagonizada por el propio Redford en 1984 llamada “The Natural”. Misma época, aunque distinto deporte. Lo que no cambia es la calidad de la música, y es que Portman homenajea, con o sin tapujos, la música de Randy Newman para aquel filme. “Americana” de primera división, con sobresaliente inserción de las trompetas para elevar la intensidad y dimensión de la épica del film. Coplandiana también en la estructura sinfónica de la partitura, sin renunciar en todo caso a recursos habituales en la compositora como los solos de piano (legatos); pizzicatos cómicos (poco original recurso de Portman, que introduce con calzador en todas sus partituras), sobresalientes pasajes de maderas y en general todo dulce y melancólico.
El tema central (el más logrado quizás en la carrera de la autora), es presentado en la obertura “The Legend of Bagger Vance”, estando omnipresente en prácticamente en todos los demás cortes del compacto. Con “Savannah Needs a Hero”, nos encontramos una propuesta en tres actos. Lei motiv a piano, música folk y finale cómico con pizzicatos. No olvidemos la diligente utilización del oboe en “Birdie”, y las cuerdas de “The Day of the Match Dawns”.
Pero sin duda, siempre recordaremos esta partitura por el extraordinario epílogo que nos regala Portman. Increíblemente bello y evocador, pasional y perturbador. Tres cortes únicos, que se complementan en cuanto a complejidad y talento para la escritura de música para las imágenes: “Junuh Sees the Field”, “Junuh Comes Out of the Woods” y “Old Hardy Joins Bagger by the Sea”.
Poco que decir de los mismos. Simplemente invitar al lector a que disfrute de música de cine en estado de puro, de sentimientos a flor de piel. Pasajes in crescendo, evocadores y triunfales, donde cuerdas, coros femeninos, trompetas, maderas, piano, y por último la orquesta al completo, nos golpean con tanta fuerza y precisión como lo hace Bagger Vance a la bola. En su solitaria pelea por el birdie, el “eagle”. El hoyo definitivo: el golf como expresión de la solidaridad del hombre con las fuerzas de la naturaleza.
Dicho esto, la edición de Chapter III Records queda completa con la inclusión de tres pistas remasterizadas de clásicos del blues americano: "My Best Whishes" de Fats Waller, "Bluin´ the Blues" de Muggsy Spanier y "Mood Indigo" del genial Duke Ellington.
Lo que parecía iba a ser el segundo Óscar de Portman tras “Emma” (teniendo aún reciente su nominación del año anterior por “Las Normas de la Casa de la Sidra”), se quedó en el olvido incomprensible, en beneficio de su otro score triunfador del 2000: “Chocolat”. Incoherencias de un año, en el que la gran favorita “Gladiator” también sucumbiría ante la sorpresa oriental de “Tigre & Dragón”.
28-octubre-2007
|