Pablo Nieto
Tras su extraordinaria aportación al mundo mágico de “Harry Potter”, con la cuarta parte de la saga, pocos aficionados dudaban del festín que sería “Eragon”. Craso error. Las carencias del film obligaron al compositor a olvidarse del pincel y su orla de fino estilista dentro del clasicismo más británico y coger la brocha gorda para tratar de ofrecer un fruto digno escondiendo los innumerables defectos de ese producto de serie B.
Con “The Last Legion”, por desgracia, volvemos a encontrarnos con un caso similar. Doug Lefer, quien tiene en su currículum precedentes tan estimulantes como varios capítulos de las series "Xena: La Princesa Guerrera" o "Hércules", es el responsable de esta enésima revisitación de la leyenda artúrica, con similitudes que la emparentan con la desastrosa “Rey Arturo” en cuanto a la aparición en escena de los romanos. En este caso una postrera legión que lleva a tierras británicas al último emperador romano: Romulo Augusto.
Una superproducción en cuanto a presupuesto, que en absoluto vemos proyectada en su paupérrima puesta en escena. Algo con lo que seguro Lefer se habrá sentido más cómodo. Aunque quizás no tanto con actores como Colin Firth o Ben Kingsley. Así está el panorama cinematográfico en 2007.
Con respecto a la partitura, hemos de decir que Patrick Doyle adopta un posicionamiento sorprendentemente simplista a la hora de construir un score carente de emoción. Poco novedoso. Su memorable tema central, posiblemente uno de los más rotundos e interesantes de la carrera del compositor es al mismo tiempo la principal rémora de este trabajo. Doyle opta por repetir de forma machacona, casi näif, el tema hasta la saciedad. Un motivo de estructura previsible, sometido a puntuales variaciones tras la pretendidamente sacra presentación en “Sacred Pentangle”, nos encontramos con sucesivas exposiciones del tema que viran entre la pompa de “Coronation”, el aire contenido de “Nestor´s Betrayal”, el tono épico de “Journey to Britannia”, el mágico de “Excalibur”, o la apesadumbrada tristeza de “Who Killed Me”.
Aunque las intenciones sean buenas por parte del compositor, el tema carece de recorrido suficiente como para soportar tal sobreexplotación. Resulta obvio que ante la carencia de transmisión de las imágenes, al compositor no le quede otro remedio que insistir con su fraseo melódico, tratando de seguir atrayendo el interés del espectador. Aisladamente, lo consigue en la primera, pero siempre intrascendente, primera escucha. Sin embargo, en el segundo envite quedan al descubierto todas las carencias.
Más problemas se presentan en la aplicación de un contratema, especialmente cargante y obtuso. Un motivo de aire marcial, de oscuras connotaciones orquestales, que por supuesto comparte idéntica paleta orquestal que el leitmotiv: gran orquesta, metales y percusiones fuera de arco y coros. Introducido en “Goth Seiz Rome” (intercalándose de manera muy desafortunada y forzada con el tema central), podrá escucharse también en los intensos pero monótonos cortes de acción “Hadrian´s Wall” y “The Battle of Hadrian´s Wall”.
El clímax del film, ayuda un poco a elevar la categoría del score. Pasajes como “Death of Vortgyn” y “No More War” consolidan la épica implantada, logrando superar la nota de los cortes anteriores gracias a un resuelto empleo percusivo. Los coros dejan de entrar forzados, logrando con ello que los metales emparenten mejor con estos. Los dos temas protagonistas llegan a un pacto de no agresión, coordinándose dentro del tempo y espíritu de la pieza. Lástima que la solución llegue tarde.
Antes, destacar también el preciosismo de “Sword Romance”, puro lirismo del maestro escocés rescatado de su mágica “La Princesita”: violín, arpa, celesta, pizzicatos. Una pequeña joya escondida entre tanta musculatura romana.
Ni un pero a la interpretación de la London Symphony Orchestra, al poderío de la orquesta, al talento de Doyle para llevarte a un universo mágico de melodía y orquestación. Sin embargo, “The Last Legion” no será recordado como ese punto y aparte que siempre supone cada obra de Doyle. Pongan ustedes sobre la mesa su “Enrique V”, “Frankenstein”, “Hamlet” y “Atrapado por su Pasado”. Las comparaciones son odiosas.
24-agosto-2007
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