Pablo Nieto
Los ratones y las películas para niños forman una extraña simbiosis que como fórmula de entretenimiento ha funcionado siempre sorprendentemente bien. Musicalmente hablando la sorpresa no es tal si nos detenemos a analizar los nombres involucrados en dichas producciones. Así, nos encontramos sin ir más lejos la inolvidable y lírica creación de Jerry Goldsmith para “El Secreto de la Señora N.I.H.M” , los dos "Fievel" de Horner o las aportaciones de Silvestri y sus “Stuart Little” y por supuesto “Un Ratoncito Duro de Roer” .
Ante tal panorama, se veía venir que la siguiente batalla entre los departamentos de animación de Dreamworks y Disney (por medio de Pixar) tendría a los roedores como protagonistas. Por supuesto, bajo la misma premisa: películas desarrolladas y estrenadas en tiempos similares, con ideas y personajes idénticos (“Bichos” vs. “Antz”, “Buscando a Nemo” vs. “El Espantatiburones”, “Madagascar” vs. “Salvaje”). En esta ocasión el duelo ha sido “Ratonpolis” vs. “Ratatouille”. Sin embargo, una vez más la ya cargante pretenciosidad de Dreamworks por dar un toque adulto a sus creaciones ha vuelto a ser su mayor pecado. Y es que a la hora de buscar el cuerpo a cuerpo con Pixar no tiene nada que hacer. Curiosamente, cuando sus aportaciones son originales y huyen de comparaciones es cuando obtiene mejores y más brillantes resultados (“Shrek”, “Simbad”, “Spirit”).
Escrita y dirigida por Brad Bird (“El Gigante de Hierro”, “Los Increíbles”), ”Ratatouille” nos presenta la historia de Remy, un ratón de campo de excelente gusto culinario que viajará a París para “hacer carrera” en un mundo, el de los hombres, donde los roedores no son muy bien recibidos. Sin embargo, allí conocerá a Linguini, un joven pinche al que Remy utilizará para enseñar al mundo su talento.
Pues bien, el divertido ratón-chef francés de “Ratatouille” deja en ridículo la oferta culinaria de su “enemigo” y estirado colega inglés. Musicalmente hablando, la partitura de Harry Gregson-Williams tampoco tiene nada que hacer con la de Michael Giacchino (algo en parte comprensible atendido a las explicaciones que dio Gregson-Williams, explicando cómo su trabajo era ninguneado por los productores en beneficio de las canciones, quienes a su vez le impusieron una línea musical excesivamente mickey mousing y simplista).
Giacchino demuestra con este nuevo score por qué hoy en día es uno de los compositores con más proyección. Tras su espectacular debut con Pixar en “Los Increíbles” (su primer gran proyecto cinematográfico), se ha asentado como un elemento imprescindible de la serie “Perdidos”, alcanzando un clímax musical de lo más interesante con “Misión Imposible 3”. Dejando a un lado proyectos de menor interés como “La Joya de la Familia”, con “Ratatouille” nos traslada a un universo mágico, orquestalmente exuberante, selectivo, con una atmósfera parisiense arrebatadora. Una catarata de ideas y frescura que contrasta con el desértico panorama actual. Asentando este auténtico tour de force musical en una serie de leit motivs de afrancesada melodía, jazzísticas variantes, románticas versiones y jugosas orquestaciones. Un auténtico festín el que elabora este “chef” californiano.
La voz de Camile nos introduce en el universo temático de “Rataotuile” con “Le Festin”. Tema central de la película. Una canción de “dabadás”, jazzística percusión y colorida armonía que sirve como perfecto aperitivo a la necesaria y cómica inserción de La Marsellesa en “Welcome to Gusteau´s”, para a continuación pasar al “This is Me”, donde lo que se presenta es la instrumentación básica del score: maderas, percusión, acordeón, guitarra, saxo y guitarra. Todos ellos al servicio de un tema con vaivenes melódicos, donde la sensación de movimiento es constante. Algo que también encontramos en el contraste entre el íntimo arranque y el sinfónico finale de “Granny Get Your Gun”.
El ritmo como clave musical es claramente observable en “100 Rats Dash”, donde habita el espíritu del divertido “Rat Race” de John Powell y que servirá para presentar también el vibrante tema de acción. Atención también a la brillantez del piccolo en “Wall Rat” introduciendo una variante del tema central y los arreglos que lo sostienen, ya sean puramente jazzísticos o bien desaforadamente románticos (hasta cierto punto steinerianos).
Entre pizzicato y pizzicato, destaquemos otro de los motivos secundarios asociado en este caso al desafío de Remy de hacer grande la cocina de Linguini. Nos será presentado en clave de un jazz realmente sugestivo en “Casts of Cooks” (atención al excelente trabajo de los bajos, el vibráfono y por supuesto el acordeón, con ciertos matices que nos llevan a pensar en Claude Bolling), para luego ser repetido en “Real Gourmet Kitchen” (con una presentación muy a lo Williams de última generación, léase “Atrápame si Puedes” o “La Terminal”) o “Is it Soup Yet?”.
Con los silbidos, el acordeón y el jazz de “Remy Drives a Linguini” llegamos a un fase en la que Giacchino desata el joie de vivre de la partitura, coincidiendo con el éxito del tándem “Remy & Linguini”. La música continuará desatada en “Colette Shows him the Ropes” y “Special Order”, que sirven al compositor para encauzar toda la belleza y la pasión que ofrece la cocina a nuestro protagonista en equivalencia al amor que siente por la hermosa Colette.
Musicalmente Giacchino no se guarda ningún as en la manga. Desde los intensos acordes de guitarra del primero, pasando por los crescendos orquestales y la luminosidad de las cuerdas, pasando por los solos de acordeón, su consiguiente transformación en un tema con cierto toques latinos (guitarra española y percusión) y la pasión desbocada del piano y la percusión, que nos llevará a una acertada variante final del tema central en el segundo corte como complemente melódico a la intensidad de la música.
Con “Kiss & Vinegar”, “Losing Control” y “Heist to See You”, Giacchino se toma un respiro. Exigencias del guión. Necesidad de introducir algún elemento oscuro en la trama, que amenace al éxito increíble de los ases de la cocina. Sin embargo, pronto la intensidad del tema de acción reapareciendo en el épico “The Paper Chase” nos devuelve a la realidad musical del score. Un pasaje que proyectará sus ecos en el contenido “Emy´s Revenge”, hasta llegar al intimista “Abandoning Ship”, donde hacen acto de aparición la soledad del cello o el piano, siempre arropados por una no tan solitaria base de cuerdas a la que el compositor imprime una enorme fuerza emocional.
“Dinner Rush” merece un comentario aparte. Pura exuberancia orquestal, con fanfárrica versión del tema central como parte de un intenso y complejo corte de acción. Los metales a flor de piel, eufóricos. Finalizando el corte, con una oportuna transición intimista y mucho más contenida para cuerdas y piccolo e introducción de un nuevo motivo, mucho más nostálgico, emotivamente desarrollado en “Anyone Can Cook” y perfectamente complementado con el tema central.
Como ya hiciera en “Los Increíbles”, Giacchino nos regala una suite de créditos absolutamente deliciosa. Una bandeja de postres cremosos donde no falta ningún sabor, tantos como leit motivs y arreglos jazzísticos tiene la partitura. Una auténtica gozada para cualquier aficionado y/o comensal con un mínimo gusto. Por supuesto, el tema de Collete es el principal protagonista de la primera parte. La segunda sigue los derroteros que marca la improvisación del saxo y la percusión en una arreglo genial del tema de acción, seguido de un recordatorio del corte “Cast of Foods”. La tercera parte nos lleva a la versión lúdica del tema central, todo un surtido de sabores. Un sorbete de limón que rebaja un poco el denso merengue y bizcocho hasta ahora degustado, finalizando con un delicado recordatorio del tema aún mucho más contenido, y que será repetido en “Ratatouile Main Title”, alcanzando su máximo esplendor sinfónico-romántico. Cuerdas, guitarra, y por supuesto acordeón acompañan al compositor en el finale de este manjar musical con el que ha saciado nuestro apetito, y por supuesto nuestras preocupaciones con respecto a la escasa calidad de las últimas composiciones cinematográficas. Está claro que cada vez hay peores chefs, pero cuando encuentras a uno bueno, cualquiera puede reconciliarse con este apasionante arte.
8-agosto-2007
|