Miguel Ángel Ordóñez
Basada en la novela del escocés Alistair MacLean, famoso por sus ficciones bélicas, “The Satan Bug” narra la desaparición de unos frascos portadores de un peligrosísimo virus que pueden acabar con la humanidad. La respuesta del artesano John Sturges a la creciente tensión entre bloques, a la escalada atómica y a la incipiente guerra química. Aquellos años 60 donde el género de la ciencia ficción explotaba el resurgimiento de feroces bestias resultado de la imprudencia humana y el thriller derivaba en un subgénero de “espías” con James Bond como garante del equilibrio mundial, en riesgo debido a la acción de millonarios psicópatas.
Como réplica a todo ese entramado de cintas post-nucleares, Sturges invoca al verbo sobre el músculo. Su héroe, Lee Barrett (George Maharis) apela a la inteligencia frente a la fuerza física. La cinta, una suerte de ciencia ficción con mixtura de suspense, es un intento serio de exponer los riesgos de la experimentación con fines bélicos desde un punto de vista discursivo. La humanidad está en manos de ejecutivos que visten trajes de chaqueta y corbata, usan sombreros de gangster y mueven los hilos de un incierto futuro desde búnkers ocultos.
Como ya hiciera en su obra maestra “Conspiración de silencio”, el paisaje que rodea a sus personajes es hostil y desértico, generando un espacio aislado y asfixiante donde la toma de decisiones depende de unos pocos y avezados titanes. Ese cerrado entramado provoca que Goldsmith se acerque a la acción con una muy clara economía de medios en relación al contenido. Su música, pretende con ello incidir en los tres aspectos principales del relato: generar una sensación de urgencia y miedo, hablarnos del peligro que suponen para la humanidad la acción de los propios humanos; cercar el elemento sobre el que se asienta ese riesgo, es decir qué provoca el miedo; y por último, el carácter corpóreo que introduce esa disyuntiva, quienes lo estimulan. Para ello, dispone de un continente que incide en la desnaturalización del entorno: una sección de cuerdas carente de violines, maderas a cuatro, metales, dos sintetizadores de la época (el Novachord y el Solovox) y cinco percusionistas.
Optando, como ya hiciera en “Freud” o en “City of fear” por el serialismo y el atonalismo, Goldsmith construye una inicial fanfarria de once notas, extraña, ajena a este mundo, que acompaña a la perfección los títulos de apertura. Una serie de notas que apelan a la amenaza, convirtiéndola en algo físico (una figura humana es invadida por el virus). Construido el motivo con poderoso brío orquestal (destaca especialmente el uso del vibráfono), Goldsmith pasará rápidamente a identificar al virus con una sucesión de notas (auténtico leitmotiv que emerge en “The Base”) que descansan en las maderas. De esta manera y tras corporeizar al mismo con su descarga violenta de notas dodecafónicas en los “Main Titles”, sitúa el peligro en componentes asociados al aire, a lo etéreo. Un peligro cierto pero invisible. Este leitmotiv dominará en adelante la partitura, subrayando la aparición de todos los personajes asociados al bien, héroes sin pasado cuya presencia se justifica por la existencia del propio peligro.
La otra idea sobre la que gira el score es un motivo 5/4 dedicado a los villanos y que hace acto de aparición en “The Bottle Snatcher”. Ellos son los que ponen en peligro el futuro de la humanidad. Goldsmith, de manera inteligente, introduce el leitmotiv a través del Solovox. Con ello implícitamente establece una conexión entre peligro y tecnología, avances científicos encadenados a la acción humana que ponen de manifiesto que la culpabilidad reside en ambos lados de la ley.
Lamentablemente, los masters de “The Satan Bug” se hallan irremediablemente perdidos. La aparición de una parte de las grabaciones, en manos de un coleccionista, han permitido rescatar con buen sonido parte de las recording sessions (el score se grabó con tres formaciones orquestales, habiendo sobrevivido las grabaciones de las dos más pequeñas). Aquellos cortes que inciden en la acción (a destacar “The Getaway” e “Instant Death”) han sido recuperados por el sello FSM con la inserción de los efectos de sonido que acompañan dichas escenas. A pesar de no apreciar en todos sus detalles la parte musical que las escolta, esta Archival Edition pone de relieve el interés de Goldsmith durante los 60 en explorar nuevos campos de interacción música-imagen. Supone por tanto un intento loable de recuperar una de las partituras más arriesgadas del maestro californiano, germen sobre el que se asienta su obra maestra de la época, “Planet of the Apes”.
23-julio-2007
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