Miguel Ángel Ordóñez
“La mujer obsesionada” narra la historia de una viuda (Susan Hayward) que se traslada con su adolescente hijo a un rancho en Canadá. Allí contrata a un joven bien parecido con el que acabará casándose a pesar de la oposición de su hijo. Sólo una catástrofe logrará cambiar la vida de la familia, sus propias relaciones, abriendo una puerta de esperanza a un futuro que se cierne incierto.
A pesar de circunscribirse geográficamente en el terreno del western, del que su director Henry Hathaway era un especialista consumado (“Valor de ley”, “La conquista del Oeste” o “Los 4 hijos de Katie Elder”), “La mujer obsesionada” es un melodrama psicológico para el que Hugo Friedhofer diseña un score complejo que demuestra su alta capacidad a la hora de moverse entre géneros.
Si básicamente algo destaca en este trabajo es la perfecta simbiosis que el de San Francisco logra en su ecuánime balance entre romance y confusión mental. Mientras la cuerda atesora los momentos más brillantes ceñidos a la relación amorosa (“Decision”) con la irrupción de notas agudas en los violines; la madera y el metal son las encargadas de introducir aquellos elementos psicológicos que inciden en el tono epistolar del relato (“Widening Rift”), conduciéndolo hacia el peligro y hacia elementos más propios del melodrama.
Ante todo, “Woman Obsessed” es un claro ejemplo del magnífico dominio de la orquestación, del inteligente uso de la armonía, del que hace gala Friedhofer. Sus maravillosos títulos de crédito iniciales donde simplemente asistimos al salvaje paisaje canadiense, no son sino una extrapolación de la compleja trama psicológica que está por venir. La aparición entre bosques de una sinuosa catarata es retratada por el autor de “Los mejores años de nuestra vida” con un oscuro motivo que apela a la propia psyque humana, a la atormentada figura de su protagonista principal. Asimismo, como una muestra más del gusto de Friedhofer por la doble lectura, por la sutil introducción de componentes que apelan al azar y el destino en sus abigarradas composiciones, los “End Titles” evitan cómplicemente toda capacidad resolutoria, un final abierto que choca frontalmente con otros momentos en los que el compositor, deliberadamente, ha asentado su score sobre elementos más terrenales y costumbristas (“Nature Boy” o “Fred and Mary”).
“In Love and War” se presenta, sin embargo, como una composición mucho más convencional que se asienta sobre dos dispositivos o géneros catalizadores de la acción: el bélico y el romántico.
Dentro del primero, del cual Friedhofer ya nos había regalado magníficas muestras durante los 50 (“The Young Lions” o “Between Heaven and Hell”, por poner un par de ejemplos), destaca la exposición de un brillante tema principal de tono marcial y eminentemente glorioso (“Main Title”) que a medida que la trama avanza adquiere posiciones más sombrías, ecos de una guerra memorable que nos recuerda la verdadera futilidad y el dolor de todas ellas (“Listening Post” o “Corsairs”). No en vano, esta visión fea y amarga de la guerra es la más cultivada en las películas que de este género Friedhofer compone durante la década.
Los aspectos románticos de la trama están conectados a un tono más lúdico y glamoroso. “Sue and Alan” es una pieza de connotaciones jazzísticas que Friedhofer readapta de su anterior score “The Revolt of Mamie Stover”, mientras “Kala1” es una dulce melodía asentada sobre orquestaciones de cariz latino.
Ningún reparo puede hacerse a la recuperación que Intrada lleva realizando el último año de algunos de los scores no editados de Friedhofer, sin duda uno de los cinco grandes compositores que han trabajado para el cine. Sin embargo, “In Love and War” adolece de ciertas distorsiones y desigual sonido, encontrándose a años luz de aquella suite que maravillosamente editara el sello Preamble junto a otra de las grandes partituras desconocidas de Herrmann, “The Kentuckian” (y que incluía los cortes “Main Title” y “Requiem”). A pesar de este condicionante, esta edición no puede ser más recomendable.
9-julio-2007
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