José-Vidal Rodriguez
El 18 de Abril de 2007 se cumplieron 100 años del nacimiento de uno de los más grandes músicos que ha dado la historia del cine, Miklos Rozsa. En lo que parece haberse convertido en el ”Año Rozsa”, varios eventos han centrado su atención en la figura del genial autor de Budapest y en su vasto y sublime testamento musical, que a fecha de hoy sigue bien fresco en la mente de no pocos aficionados. Como parecía lógico, las discográficas especializadas no podían pasar por alto esta importante conmemoración. Si hace unos meses Tadlow Music nos ofrecía la reconstrucción y regrabación íntegra de esa joya llamada “The Private Life of Sherlock Holmes”, el sello Varèse Sarabande contraataca ahora con un soberbio álbum conformado por tres CDs, ofreciendo la friolera de casi cuatro horas de recorrido musical por las obras más notorias y aclamadas del maestro Rozsa.
Llamado a convertirse en uno de los recopilatorios “estrella” del año, este ”Miklos Rozsa: A Centenary Collection” (denominación que ya acuñó Varèse en el correspondiente álbum en homenaje a Franz Waxman), posee un marchamo de calidad absolutamente intachable, avalado ya de entrada por el impresionante plantel de orquestas y directores que se dan cita en el mismo. El mismísimo Rozsa, pasando por Richard Müller-Lampertz o Cliff Eidelman, y acabando con el no menos mítico Elmer Bernstein, se ponen al frente de sobrias agrupaciones orquestales de calidad contrastada (las Sinfónicas de Utah, Nurenberg, Londres o Hamburgo, por citar algunas) para ejecutar con mimética fidelidad los casi 50 cortes de los que se compone el álbum. En definitivas cuentas, lo que ha hecho Varèse no es sino recuperar en gran parte aquellos espléndidos discos editados en la década de los 80 (especialmente la colección de regrabaciones de Bernstein) totalmente descatalogados a fecha de hoy. Incluso el sello reutiliza material original publicado en su modalidad Varèse Club (algo que no suele hacer salvo casos muy excepcionales), como pudieran ser las partituras originales de “Last Embrace” y “Eye of the Needle”.
Lo cierto es que resulta harto difícil ahondar en tal cúmulo de obras de las que tanto se ha escrito, y cuyo grado de calidad eleva a gran parte de las mismas a la categoría de auténticos mitos del Séptimo Arte. No en vano, de los 48 temas que incluye la compilación, prácticamente todos merecerían un estudio concienzudo, dada su plenitud de matices y complejidad; algo que desafortunadamente no permiten las escasas líneas de la presente reseña. Por ello, analizaremos los aspectos globales del álbum dentro de su pulcra selección de material.
El primer compacto arranca con esa obra maestra de los scores épico-históricos llamada “El Cid” (1961), que el propio Rozsa en su biografía define como ”my last major film score...the climax and watershed of my career”. Espectacular la interpretación de la Orquesta de Hamburgo, que será completada en el segundo CD por otros dos temas ejecutados por la no menos brillante Nürnberg Symphony bajo la batuta de Elmer Bernstein. ”The Thief of Bagdad” (1940), la primera película que le llevó a Hollywood por el traslado forzoso del rodaje a causa del estallido de la Segunda Guerra Mundial, nos descubre a un Rozsa de los comienzos que ya daba muestras palpables de las tremendas cotas de sobriedad de su estilo, ahondando en la grandiosidad melódica, asentada en esta ocasión en sonoridades arábigas, cuyo mejor exponente lo conforma aquella vivaz marcha del “The Marketplace of Basra”.
Las tres regrabaciones más recientes de la compilación son “That Hamilton Woman”, “Quo Vadis” (ambas interpretadas por la Royal Scottish National Orchestra) y el archiconocido ”Desfile de las Cuádrigas”, perteneciente a la banda sonora de "Ben-Hur". Un tema éste ejecutado sin brillantez (comparándolo con otras regrabaciones anteriores del mismo) pero desde la corrección, por la Sinfónica de Seattle, bajo la dirección del californiano Cliff Eidelman.
Especial atención dedica este primer CD a dos partituras muy distantes en el tiempo como son ”Eye of the Needle” y ”King of Kings”. La primera de ellas no es sino la grabación original para el filme dirigido en 1981 por Richard Marquand, una historia de espionaje y amor en el marco de la Segunda Guerra Mundial, en la que la música de Rozsa, imponente y dramática dentro de su intachable calidad, se mostraba quizás un tanto excesiva en determinados instantes del filme. Tras casi 20 años dentro del staff de la Metro-Goldwyn Mayer, el score de “Rey de Reyes” (1962) supone otra muestra de la tremenda habilidad del de Budapest a la hora de afrontar encargos basados en la grandiosidad sinfónico-coral, esa magnificencia tendente a potenciar, en este caso, el elemento lírico religioso directamente heredado de su anterior “Ben-Hur” (no en vano, “King of Kings” fue la siguiente obra escrita por el músico tras el popular filme de William Wyler).
El segundo CD se caracteriza por contener tres obras ciertamente poco conocidas para el aficionado ocasional: El “Overture” para ”The World, The Flesh and The Devil” (1959), pieza ideal para los completistas, describe desde la robustez sinfónica la odisea humana mostrada en el filme, sobre un minero que queda atrapado en un tunel y al salir descubre un mundo apocalíptico y asolado.
”Lydia” (con su descubridor Alexander Korda como productor) y ”Time Out of Mind”, son las otras dos filmes menos notorios pero igualmente estimulantes, cuyas músicas se fusionan ambas en el elegante corte “New England Concerto”. Como curiosidad, señalar que en el "Time Out of Mind", Rozsa compartiría labores de composición con ese mentor de tantos músicos de cine convertidos luego en grandes como fue Mario Castelnuovo-Tedesco.
Fedora (1977) supone la última colaboración del maestro con su gran amigo Billy Wilder, en un relato que continuaba los senderos iniciados por su mítica “Sunset Boulevard”, presentando la historia retrospectiva de una actriz venida a menos que acaba de fallecer víctima de un accidente ferroviario. El acercamiento de Rozsa a la trama es exquisito, fluctuando entre lo dramático (si no, escuchen los 20 segundos iniciales de la contundente obertura) y el puro tratamiento melancólico y sensible a la figura de esa estrella que fue apagando poco a poco hasta su ocaso final.
Así mismo, no podría dejar de mencionar la maravillosa pieza arreglada para concierto, que aglutina la gran mayoría de los pasajes más recordados, para aquella rotunda obra maestra llamada ”Spellbound”, la singular e hipnótica contribución de Rozsa al universo hitchcokniano, asentada en aquél famoso y precursor uso del theremin para los episodios de amnesia del protagonista. Un theremin que, ya en el tercer compacto, volverá a aparecer como instrumento clave en la desgarradora “The Lost Weekend” (1945), con similares propósitos de desasosiego -esta vez con el alcoholismo como detonante-, y la presencia de un hermosísimo love theme, que por sí sólo ya merecería el Oscar al que el compositor fue nominado por este trabajo junto a su director Billy Wilder.
Aunque en este último CD de la colección reaparecen dos grandes obras ya mencionadas como “Ben-Hur” y “El Cid”, así como la especialmente romántica "The Story of Three Loves" (atención a esta hermosísima suite incluida), los cortes más atrayentes resultan, sin lugar a dudas, aquellos que corresponden a la última etapa artística de Rozsa, conducidos soberbiamente por su colega Elmer Bernstein, entre los que hallamos el “The Private Life of Sherlock Holmes” (pieza que ha quedado obsoleta tras la flamante edición de Tadlow mencionada al comienzo de la reseña), así como la descatalogada “Dead Men Don´t Wear Plaid”, la última partitura escrita en 1982 por el maestro antes de su retiro del celuloide. Parodia de los filmes de suspense de los años 40 y 50, la película encuentra en la interesante e inconfundible música de Rozsa la vía por la que conecta con aquella época de la Golden Age, en la que precisamente el húngaro tuvo tanta presencia.
Cualquier tributo discográfico a un compositor tan trascendental como fue Miklos Rozsa merece la suficiente rigurosidad y enjundia como para considerarse un auténtico homenaje a tener en cuenta por el aficionado. Y lo cierto es que el equipo de Robert Towson oferta un álbum que puede presumir sobradamente de ambas cualidades -eso sí, aún echando en falta la inclusión de notorias obras, caso de “Ivanhoe”, “Sodom and Gomorrah” o “Time After Time”-. Virtudes que, unidas al ajustado precio al que puede adquirirse, convierten este recopilatorio en un producto francamente imprescindible incluso para los aficionados que ya posean la mayor parte de partituras originales, sobre todo teniendo en cuenta la elevada similitud de las regrabaciones incluidas y su lógica mejora de sonido respecto a las añejas versiones originales. Disfruten de música de cine en estado puro, de la mano de uno de los autores que mejor entendió y más aportó al lenguaje cinematográfico en su vertiente sonora.
22-junio-2007
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