Ignacio Garrido
El minimalismo como fuente de inspiración en el medio cinematográfico, ha conseguido colarse de un tiempo a esta parte, dentro de los estamentos más importantes del reciente cine comercial y por ende en algunos de sus representantes más punteros como son James Newton Howard o Alexandre Desplat, que han encontrado en las estructuras de esta corriente, el medio expresivo que solidifique su estilo musical de forma definitiva. Otros se han subido al carro del mismo como simple camino para conseguir cumplir con las obligaciones del temp-track, e incluso otros lo emplean como mera referencia puntual (como algunos pasajes de la reciente y excepcional "De Profundis" de Nani García) en las secuencias precisas.
No obstante si existen un par de nombres a los que asociar, en el cine, el minimalismo en todo su esplendor, estos sin duda son Michael Nyman y Philip Glass. El primero de ellos acreedor de un enorme, y algo inusual, reconocimiento a nivel popular marcado de por vida por la creación de una de las bandas sonoras más vendidas de la historia "El Piano", el segundo uno de los más prolíficos y laureados autores de la corriente en el campo clásico contemporáneo.
La corriente estética que estos autores propugnan más allá de la calidad individual de cada obra suya que nos llega, no deja de ser una opción musical aceptable y coherente para con sus principios sonoros, lo que no obliga a los aficionados a la música de cine ni a amarlos ni a odiarlos, pues tan solo traducen las necesidades actuales que la industria demanda, propiciando al tiempo una mera extensión de sus respectivos estilos dentro de unas imágenes puntuales. A colación de esto resulta curioso comprobar como Nyman, tanto como Glass, apenas transmutan su esencia y cuerpo musical a la hora de adaptarlo mínimamente a los films en los que participan. Dando por sentado el status de ambos, no nos queda más que asumir que el empleo de su música en el cine será no solo deliberado, sino directamente provocado por la búsqueda específica de ese tono especial que su impronta refleja.
En el caso que nos ocupa "Undertow", el autor ofrece un trabajo destacable para una historia rural americana, donde un par de hermanos que viven en Georgia ven cambiar su vida para siempre con la llegada de un tío lejano y los dramáticos hechos que les forzarán a madurar y convertirse en adultos. Con esta premisa Glass aporta, como particular elemento colorista y curioso medio para captar la peculiar sonoridad del ambiente sureño, el didgeridoo (instrumento australiano que se aplica en este caso de forma un tanto arbitraria), además de recuperar esos inquietantes coros que tan buenos resultados le dieron en su memorable creación para "Candyman" y que aquí bien pueden recordar al Danny Elfman de los tiempos de "Razas de noche" o "Batman Vuelve" en su modalidad infantil, como denotan los pasajes "Chris and the Model Airplane" o "Running Away".
El tema central, de filiación inconfundible, se desarrolla de forma cristalina en “The Kiss” y surge de la más absoluta sencillez como es costumbre en el compositor, explorando las posibilidades del mismo en poéticas y sugerentes variaciones como las que se aprecian en “The Junkyard”, que igualmente en Glass parten de patrones que se repiten con mínima modificación como medio de progresión musical. También encontramos pasajes de acción poco convencionales que se acompañan de percusiones tribales y que propician un ambiente ancestral, salvaje, de potente fuerza dramática en cortes como “The Ending”. Asimismo aparece como contrapunto, un hermoso tema lírico en “Deel´s Song” que refleja la dualidad de su interesante concepción orquestal, que va desde el juego camerístico que ese mismo corte propone, a lo anárquico y politonal de “The Argument” por ejemplo.
Otros fragmentos por el contrario, resultan algo más lineales e insípidos, sin aportación ni progresión emocional destacable como son "The Chase" o "The Family", pero que en cualquier caso no hacen sino plantear las usuales ideas del autor desde el nuevo punto de vista fílmico que se le ofrece. Editada escuetamente por la propia casa discográfica de Glass, Orange Mountain, con una duración apropiada y gran nitidez acústica, el resultado es una estimulante propuesta que fluye sin estridencias, sin escisiones, acabando por arrastrar al oyente aventurado a un recorrido tan poco común como arriesgado.
En resumen "Undertow" se antoja como una composición diferente al grueso de la obra cinematográfica reciente de Philip Glass, densa, opaca por momentos, ensoñadora, onírica en otros, muy interesante en su conjunto, pero sobre la que hay que advertir lo limitado de su abanico temático y la dificultad de su comprensión como banda sonora convencional -como casi cualquier otra de su creador- por lo que solo convencerá por completo a los que gusten de su particular estilo.
9-junio-2007
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