Ignacio Garrido
La etiqueta de iconoclasta y rompedor que solía lucir Mychael Danna en sus trabajos para Atom Egoyan parece brillar por su ausencia en la mayoría de sus últimas aportaciones al cine, si excluimos su todavía cercana y brillante colaboración en "Tideland" de Terry Gilliam. A Danna se le atisba enfrascado en un bucle de absorción en el que parecen estar cayendo uno a uno los últimos iconos de la calidad musical manifiesta del medio cinematográfico.
Si tanto el lamentable Doyle de "Pars vite et reviens tard", como el pésimo Newton Howard de "Freedomland" o de "Blood Diamond", e incluso el exiguo Shore de "The Last Mimzy", parecen tener problemas para zafarse de los impedimentos industriales que les empujan hacia el amaneramiento de sus antiguas y exquisitas formas, en virtud de una homogeneización del terreno sonoro mucho más domesticable si cabe que la propia modernización de los conceptos musicales (minimalismo por doquier, estilización rítmica hasta la mínima expresión, samplers, clusters, loops, etc...), Danna acusa actualmente - mucho más si cabe que sus compañeros de generación - los inconvenientes de su propia disgregación musical cinematográfica y la falta de un estímulo exterior, que extraiga de él por oposición, su mejor vena creativa.
"Breach" es una historia de espionajes varios con Ryan Phillippe, Laura Linney y Chris Cooper como protagonistas, cuya dirección corre a cargo de un conocido del compositor, Billy Ray, responsable de la anterior y a la postre mucho más interesante "Shattered Glass", donde Danna se ajustaba con precisión a la trama, ofreciendo en clave semi-documental y periodística (como el film le pedía) un preciso subrayado psicológico, solventado con inteligentes y concisas ideas melódicas.
De un tiempo a esta parte, las tramas policíacas, de acción y espías en las que se empareja a una joven promesa de reclamo comercial junto al veterano actor que ofrezca seguridad actoral, parecen ser una constante dentro del reciente cine hollywoodense. Véanse si no los siguientes títulos como muestra de esto, y por defecto de su fabricación, los variopintos resultados musicales que surgen de ellos; "Spy Game" con Brad Pitt y Robert Redford (ecléctico y excelente ejercicio modernista obra de Harry Gregson Williams), "The Recruit" con Colin Farrell y Al Pacino (soporífera y aburrida encadenación de ambientes electrónicos asfixiantes y machacones de Klaus Badelt), "Bad Company" con Chris Rock y Anthony Hopkins (trepidante y adrenalínica creación sintética de un arrollador Trevor Rabin) y así sucesivamente hasta alcanzar el comienzo de las buddy movies con parejas de compañeros forzados a colaborar juntos o contra sí mismos. Que el espionaje y los finales sorpresa hayan sustituido a los policías y las persecuciones en coche (y estas últimas no siempre), no demuestra más que una solapada falta de imaginación en el medio fílmico.
Esta carencia de calidad e inventiva se extiende en esta ocasión a la partitura del autor de "Ararat", para este film, en el que nos sumerge con una reducida paleta orquestal y una escueta propuesta temática en el juego de engaños de sus personajes. Por desgracia Danna no es capaz de engañar al oyente, pues su aportación dista mucho de contarse entre lo más salvable de su mediocre discurso musical reciente y más bien se inclina hacia el otro extremo, con una obra efectiva y escueta que se limita a cumplir con los mínimos, como apesadumbrado relleno sonoro de fondo e intrascendente composición cinematográfica.
El tono lúgubre de la partitura se anuncia desde su inicio en "Dangerous World", de vocación camerística y minimalista (los tiempos mandan), donde a más de uno le vendrá a la cabeza la sonoridad y estilo inconfundible de Carter Burwell. Se trata de una melodía cadenciosa y afligida, de cierta belleza trágica, que encuentra su continuación esperanzadora y lírica en el corte "An Agent Named Robert Hanssen" con un hermoso piano como voz principal del nuevo tema, un breve momento de oxigenación liberadora para con el conjunto opresivo y tenue que se avecina, y que tan solo en variaciones como "Morning Mass" o "Get on the Boat" tendrá continuidad.
Pasajes reiterativos en la idea de una ilustración opaca y ambigua de la vida de los espías protagonistas, anclados a una existencia luctuosa, aparecen reflejados en momentos como "Dear Friends" o "A Full Day". Otras secciones como "Double or Nothing" o "I Matter Plenty" bucean en un sencillo juego rítmico percusivo y electrónico sin ningún interés especialmente destacable. El pasaje más extenso del disco "The Last Drop" construye un conato de acción para acabar con una aparición de la melodía inicial y la citada ambientación obsesiva de Burwell que se exprime de nuevo en "The Arrest" con un desarrollo dramático evidente y una conclusión emotiva a cargo de la melodía dedicada a Robert Hanssen. Esta culmina su última aparición en "The Why Doesn´t Mean a thing", final de una obra tan escasa en planteamientos como funcional.
Un disco de breve duración, editado áridamente por la casa Varése, cuyos motivos de publicación se me antojan exclusivos de un contrato con la productora del film como medio de promoción de la cinta o como interés personal de un autor empeñado en completar una discografía dirigida cada vez más a, exclusivamente, completistas acérrimos.
23-mayo-2007
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