Raúl García
Con un amplísimo bagaje en el campo de la composición cinematográfica (de entre la que destaca toda su producción de tintes jazzísticos), el italiano Piero Piccioni, a pesar de no haber obtenido el reconocimiento popular del que gozan varios de sus compatriotas, puede presumir de haber mantenido colaboraciones cinematográficas con grandes directores de su país natal (Francesco Rosi, Alberto Sordi, Luchino Visconti, Roberto Rossellini, Bernardo Bertolucci...) y haber compuesto para todo tipo de géneros y medios (cine, TV, radio).
Piero Morgan, como fuera conocido el compositor hasta la década de los 50, repite colaboración con el director Sergio Corbucci, tras la exitosa “Romolo e Remo”, en este “Il Figlio di Spartacus”, un peplum que cuenta como principal valuarte con el musculoso actor Steve Reeves. Partiendo del punto en que Stanley Kubrick finiquitó la historia de “Spartacus” (con Kirk Douglas en el papel del legendario esclavo rebelde), el hijo de Espartaco, adoptado anónimamente por una familia romana y convertido en un valeroso centurión en Egipto llamado Rando, es encomendado por el César para espiar a Crassus, conocida su oposición al dictador. De camino a Roma, Rando es apresado y convertido en esclavo. Cuando los cautivos encadenados junto a él descubren un amuleto que le acompaña desde la infancia, revelando la verdadera identidad del personaje, éste tendrá que debatirse entre su lealtad a Roma y la aceptación de ser el hijo de un rebelde que acaudilló a los esclavos contra el Imperio opresor.
A pesar de tratarse de una historia con posibilidades y su factura general disfrutable, Corbucci realiza una puesta en escena más bien pobre y encorsetada, disfrazada en ocasiones de una frivolidad insultante. En su aspecto global, Piero Piccioni, a pesar de demostrar su indudable profesionalidad, no realiza un trabajo para recordar.
Aún así es del todo loable (que aprendan otras cinematografías más cercanas) la labor emprendida por las discográficas italianas para recuperar su acerbo musical cinematográfico. Digitmovies, en estrecha colaboración con la CAM, realiza una seria apuesta por el producto nacional (Micalizzi, De Masi, Morricone, Nicolai, Rustichelli, Ferrio, Cipriani, De Angelis...), demostrando compacto a compacto el potencial italiano en este campo.
Entrando en materia, la edición se cimienta a partir de los master en mono conservados hasta la fecha, con una calidad de sonido un tanto enlatada, exponiendo a lo largo de sus 50 minutos un variopinto muestrario de temas centrales, descriptivos, diegéticos o de gran colorido orquestal cuando la trama deriva a la acción. Piccioni, ante tan diverso cuadro, dibuja un tema principal para el héroe rebelde centrado en las percusiones, tendiendo hacia el caos orquestal como demostración de la doble condición que debe afrontar el protagonista, finalmente rescatado por la épica de los metales.
Cortes como “La Terra Dei Condannati” o “I Piani De Cesare” describen tanto la opresión del Imperio Romano, como el inquietante universo interior de un César suspicaz ante las conspiraciones tramadas a su alrededor. Un mundo retratado desde la oscuridad por el compositor de Turín, quien atribuye a la cuerda el subrayado sombrío de su propuesta. Mucho más desacertado, Piccioni se muestra incapaz a la hora de retratar la lucha interior del protagonista, a través de un tema tenso, atmosférico y trivial donde otorga demasiado valor al uso del silencio (“Doppia Identita” o “Il Piano Di Rando”).
Es sin duda como acompañamiento a las batallas y a la temática aventurera, cuando la música de Piccioni se vuelve más entretenida y vigorosa. La revisitación del tema de Rando en tracks como “Combattimento” o “La Furia Di Rando” logran sumergir al oyente en ritmos trepidantes, de marcado carácter marcial, otorgando el protagonismo a los metales, llegando Piccioni a emplear notas decrecientes como elemento con el que narrar la traición que para el centurión romano supone retroceder a sus orígenes rebeldes.
Piccioni huye de los momentos bucólicos, evitando explotar la riqueza visual de la imagen, hasta el punto de ignorar la historia de amor de Rando y una noble en cortes como el agobiante “Deserto Infuocato”, donde prefiere subrayar la asfixiante desorientación que estos experimentan. Tampoco pueden faltar los cortes entregados a la épica, centrados en lo fanfárrico y lo militar (“Rando, Figlio E Spartacus”, “Il Trionfo Di Rando”), ni los momentos diegéticos (“Danza Selvaggia”, “Danza Araba”) asociados a las bacanales romanas.
“Il Figlio di Spartacus” resulta al fin y al cabo una banda sonora de entretenida escucha, que sin llegar a sorprender ni alcanzar momentos realmente trascendentes, se justifica como ejemplo de la interesante profesionalidad de un autor a reivindicar. Todo ello sin menospreciar la sólida presentación que lleva a cabo, una vez más, el sello Digitmovies.
21-mayo-2007
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