Ignacio Garrido
El nombre de Vincent Ward no será desconocido para todos aquellos que se hayan asomado alguna vez - posiblemente de forma accidental - a cualquiera de sus films, pues en ellos el realizador neozelandés vuelca toda su poética e ilimitada imaginación para presentarnos, desde la trascendencia genial de su puesta en escena, los sentimientos de los personajes que se embarcan en sus viajes espirituales. Un bicho raro de la cinematografía de nuestras antípodas que llevaría a cabo "Navigator: Una odisea en el tiempo" o "Más allá de los sueños", cintas tan estimulantes como desafiantes y harto desubicadas (dado lo artístico de sus propuestas) en el contexto mercantil de la industria actual.
El nuevo (entre comillas, puesto que data de hace dos años) largometraje de Ward del que ahora nos llega su banda sonora es "River Queen", una cinta de aventuras y drama, ambientada en la tierra natal de su director durante 1860 y el periodo de su colonización por el ejército británico. Entre los cruentos enfrentamientos de soldados y nativos mahoríes de esta etapa, surge la historia de la protagonista, Samantha Morton, y la búsqueda de su hijo a través del río al que el título del film hace alusión.
Karl Jenkins, responsable de su música, por contra si es un auténtico recién llegado a esto del cine. Autor especialmente destacado dentro del ámbito más comercial de la música clásica actual, galés de nacimiento y graduado en la prestigiosa Real Academia de Londres, Jenkins inició su andadura musical en el jazz, tocando en uno de los más famosos clubs de la capital inglesa, el Ronnie Scott, dando esto paso a sus premios en este campo, tanto en los festivales de Montreal y como de Rhode Island. Luego pasaría a componer para campañas publicitarias, televisión y documentales, acumulando un par de premios Bafta por sus trabajos en "The Celts" y "Testament", hasta llegar a su gran éxito popular con "Adiemus", un híbrido musical de base clásica y elementos étnicos, aunado por vocalizaciones en un lenguaje inventado y de pegadizas melodías con tinte marcadamente comercial.
Desde este clamoroso triunfo, el compositor encadena obras que alcanzan un reconocimiento inmediato, lo que le facilita alcanzar tal prestigio que consigue que le comisione un concierto la mismísima Orquesta Sinfónica de Londres, celebrado con la presencia de la Reina de Inglaterra. Al poco de esto, Jenkins se embarcaría en la composición -durante el verano del 2005- de la música original para el film de Vincent Ward que nos ocupa.
Si bien la prometedora información que su biografía y curriculum nos anuncian, parece indefectiblemente un presagio de buenas nuevas para el mundillo del aficionado, no se puede dejar pasar el hecho de lo populista del lenguaje clásico que el compositor emplea en su obra, entresacando del folklore y las melodías tradicionales celtas un acercamiento más próximo a James Horner o al trabajo sinfónico de Paul McCartney, que a un John Corigliano.
En cualquier caso la melodía y el lirismo sin contención son el baluarte de una obra tan hermosa como vacua, tan formalmente atractiva como predecible en su construcción, un envoltorio de lujo, tan bello como pasajero. El ambiente celta del algo manido tema dedicado a la protagonista, es resuelto como una canción de ínfulas comerciales en "Sarah´s Theme", las aproximaciones étnicas al mundo mahorí resultan en exceso simplistas y tan solo destacables en momentos donde, por contraste emocional funcionan sin trabas, como el caso de "The Abduction", donde tras un canto infantil (con la música poética de Carl Orff, empleada por Terrence Malick en "Malas Tierras", en la memoria), la fuerza descriptiva del pasaje sobresale por el empleo de los metales y ritmos percusivos.
Otros pasajes como "The River" o "Blinfold" apelan melódicamente a la construcción tonal del maestro Morricone y su acompañamiento coral, tanto a su propia obra maestra "La Misión" como al trabajo previo de Jenkins en "Adiemus", referencia esta última que se desata por completo en cortes como "The Arrival" o "Reunion", sin duda llamados a destacar sobremanera en el contexto del film y propiciar las ventas del disco. Con una orquestación más cercana a trabajos como "Braveheart" (muy apreciable en momentos de "The Letter" por ejemplo) o incluso "Titanic" del citado Horner, que centrada en conseguir encontrar una sonoridad propia, el trabajo instrumental se limita a aportar los consabidos elementos solistas, como flautas étnicas del grupo Incantations o apariciones vocales reiteradas, sin alcanzar un destino concreto en su evolución temática. Incluso por momentos Trevor Jones y la archiconocida "El Último Mohicano" parecen asomar en cortes como "The River Escape".
Queda fuera de toda duda la belleza del conjunto, la impecable interpretación de la siempre excepcional Orquesta Sinfónica de Londres o la envidiable vena romántica y pegadiza del autor en la creación de sus temas, pero cuando se intenta profundizar mínimamente en la audición y buscar en ella un sentido intrínseco, apenas se logra dilucidar en que se queda la música que uno está escuchando, si en un ejercicio de futilidad preciosista o en una creación de ensamblaje comercial, lanzada en pos de unas ventas multitudinarias con la excusa de un film y un marco colorista.
No obstante, no todo de esta obra se integra dentro de la absorbente industria del consumo masivo, y tanto sobrios momentos de fugaz profundidad emocional (con la desnudez expositiva como muestra de ese más es menos que, por desgracia, ya pocos visitan) como el tema de Sarah para piano solo, el sentido dramatismo de "Doyle´s Hut" o la agresividad obsesiva de "Mr. Tattoo" -con un despiadado ostinato para cuerda y brutales intervenciones de los metales- se configuran como piezas de robusto entramado, de exquisita capacidad expresiva. Ambos casos se presentan pues, como muestras de un talento más que evidente, del que tan solo podemos apreciar los resquicios que quedan tras la fachada deslumbrante y efectista del grueso de la composición.
Ganadora del premio a la mejor música en el Festival Internacional de Shanghai, con espectacular sonido, presentación y generosa duración (equivocada en el minutaje indicado en la contraportada del CD), "River Queen" ejemplifica de modo perfecto el límite de calidad que una banda sonora puede alcanzar en la actualidad para alzarse con el beneplácito unánime de crítica (no en este caso obviamente, pero apuesto a que seré la excepción a la regla) y público.
8-mayo-2007
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