Ignacio Garrido
Cuando Danny Elfman se embarcó en la aventura de musicar las andanzas del célebre trepamuros, vía Sam Raimi y gracias a sus previas colaboraciones en "Darkman", "El ejercito de las tinieblas" o "Un plan sencillo", es de suponer, había previsto (como todos) el clamoroso éxito de taquilla que la cinta consiguió y con ello las secuelas, que de forma anticipada, tendrían lugar. La primera de esas secuelas, sencillamente titulada "Spiderman 2", contó como era de esperar con la aportación del compositor norteamericano, superando en muchos aspectos a su predecesora.
Si en el film fundacional, las bases y parámetros sonoros de la saga quedaban expuestos -para el que esto suscribe- con cierta desnudez expresiva, con una carencia palpable de esa brillantez colorista y esa riqueza orquestal alocada, triunfalista del Elfman que podíamos encontrar en "Dick Tracy", "Batman" o incluso en el tema dedicado a "Flash" para su serie televisiva de mediados de los noventa. No es menos cierto, que el músico por aquel entonces, comenzaba a recuperarse parcialmente de un bache creativo de casi un quinquenio, desde que allá por 1997 y con "Flubber" como último título destacable antes de la debacle, iniciase una época repleta de mediocridades, medias tintas y una reincidencia autocomplaciente en su estilo personal que llevó hasta un paroxismo esquizofrénico difícil de soportar sus obras de aquella época (quizás salvando, y solo como excepción, la sobrevalorada pero destacable "Sleepy Hollow"); véanse "Instinto", "Prueba de vida" o "El planeta de los simios".
Para la continuación de la serie, el de Amarillo regresa una vez más al mundo de los superhéroes, revisitando y mejorando su partitura previa con brío y énfasis en los aspectos más interesantes de aquella que entonces se quedaron por ahondar. Consigue reconstruir sus "Main Titles" y "End Titles" con arrolladora viveza y una orquestación más rica que la precedente, estirando el material temático de los mismos con inusual inspiración, mejorando el equilibrio entre la electrónica, la masa coral y los ritmos trepidantes (lo que se podría denominar como el caos controlado que el autor desata sin medida en los frenéticos pasajes donde fusiona percusiones, cuerda y metal). Aunque el desarrollo más completo del tema central se produzca en estos cortes, su uso y variaciones puntuales en "Spidus Interruptus" o "He´s Back!" son igualmente interesantes, tanto en cuanto Elfman consigue de ellos entresacar llamativos matices dramáticos para con las secuencias que acompañan y los sentimientos que interpretan; soledad y peligro respectivamente.
El nuevo gran villano de la secuela, es un edulcorado Doctor Octopus más bien alejado del concepto primigenio del cómic de Stan Lee, pero el homólogo tema musical que el autor de "Bitelchús" le dedica, le representa mucho mejor que las imágenes, convirtiendo al Doctor Otto Octavius en el personaje socarrón y desmesurado que es en realidad. Su tema para metales y percusión, pegadizo, sincopado y totalmente descriptivo, es puro Elfman y su aparición en el corte "The Bank/Saving May" supone su mejor versión, convertido en un estupendo tema de acción y uno de los momentos cumbres de la banda sonora.
La delicadeza y lirismo de la música romántica e intimista también mejora en concepción sonora, tal y como demuestran los pasajes "The Mugging/Peter´s Turmoil" o "At Long Last, Love", algo en lo que la sencillez del piano ayuda sobremanera. Además, por fin la música heroica suena como debería, aventurera, potente y con apuntes grandiosos en las vibrantes apariciones del tema central que nos regala el mejor momento de acción "Train/Appreciation". Para finalizar se recupera el tema del duende verde en una siniestra nueva variación durante "The Goblin returns", redondeando un trabajo más que notable. Esto afianza la creencia de que los desafíos, a nivel musical, que proponen las secuelas a sus creadores suelen saldarse normalmente con gratas aportaciones al conjunto y evolución de las sagas, quizás debido a una menor presión a la hora de cubrir el material temario básico y ganar con ello en frescura para con el resto de las nuevas ideas a explorar, tanto por las posibilidades de reincidir en conceptos que no se llegaron a exprimir completamente con anterioridad, como por los nuevos caminos a tomar.
Pese a estos logros, Elfman no consiguió librarse de las prisas de última hora y en el film (que no el estupendo disco de Sony que incluye una excelente selección del score original exclusivo del compositor), encontramos tanto música adicional de John Debney para una intrascendente escena cómica, como la más importante y destacada aparición de un conocido tema de Christopher Young para "Hellbound" (arreglado por él mismo) en la crucial escena del accidente que transformará a Octavius en Octopus, así como música original de este mismo autor a lo largo de la extensa secuencia del tren.
Detalles menores en cualquier caso que no deben ensombrecer las virtudes de una composición estupenda, de plenas convicciones narrativas y soberbio acabado formal. Una aportación estimulante y altamente recomendable, que es de esperar encuentre continuidad cualitativa y coherencia en su siguiente capítulo.
6-mayo-2007
|