Raúl García
El compositor brasileño Antonio Pinto pertenece a ese grupo de compositores que bien por desempeñar una analítica selección de sus trabajos o por haber tenido más libertad en sus creaciones, se han mantenido fiel a una determinada temática musical a lo largo de muy diversos trabajos. Pocas diferencias se atisban desde su ópera prima “Menino Maluquinho” (Helvécio Ratton,1994), pasando por su premiada “Ciudad de Dios” (Fernando Meirelles,2002) hasta ”Lord of War” (Andrew Niccol,2005). Un estilo deudor de sonoridades étnicas con inclusión de abundantes elementos acústicos que dan lugar a melodías localistas cercanas al quehacer cotidiano de sus protagonistas. Esa tendencia parece haber cambiado con su trabajo en “Perfect Stranger”, adscrito a un cine de género de pleno sabor americano, el thriller, donde se adentra en un mundo de sonoridades oscuras y tensas ambientaciones.
Un thriller donde la protagonista Halle Berry interpreta a una ávida reportera (Rowena Price) que investiga el asesinato de su amiga Grace por parte de un publicista multimillonario, Harrison Hill (Bruce Willis). Una interesante historia, a priori, donde James Foley no logra casar su severo discurso (la integridad y la dualidad) con una adecuada articulación del suspense, perdido entre tópicos.
Como comentaba, Antonio Pinto se bate ante un género que no le es afín por completo (“Collateral” era un híbrido sin mucho sentido). Como base estructural, Pinto introduce un amplio espectro de ambiguas sonoridades, recreando un ambiente seco e impreciso, sin forma ni fondo, donde combina silencio con golpes de efecto (ya sean electrónicos o entregados a la cuerda), obteniendo como resultado final una soundtrack muy oscura, dura de digerir y carente de un sello personal. Escasos son los momentos donde el compositor brasileño introduce una simple concatenación de notas con un fin melódico.
Cortes arropados con loops percusivos como “Ride to Nowhere” o “The Search” -éste último con un final inaudible por su estridencia, más propio del cine de terror de serie Z que el de la simple intriga- ejemplarizan la apuesta de Pinto por la generación de atmósferas tensas e intrigantes, tomando a éstas como protagonistas de su discurso narrativo. Opciones que al fin y al cabo demuestran las dificultades del compositor para despojarse de los arneses del género. Sin embargo, con la introducción de nuevos elementos éste intenta aportar un mayor trasfondo dramático a la cinta. Tomando como leitmotiv de la misma la doble vida que parece dominar a los personajes de la trama, Pinto apuesta por crear una serie de motivos que se asocian a la dualidad, a la bipolaridad de unos protagonistas vencidos por un oscuro pasado, presas de un viciado presente. Con ello logra que la música resulte sumamente eficaz, al otorgar el protagonismo absoluto al turbulento mundo interior de sus personajes, trascendiendo lo que realmente se espera de cualquier producción de este tipo (cubrir metraje hasta el supuestamente sorprendente desenlace final), aunque recurra a potenciar las consabidas trampas narrativas del género con el afán de despistar al espectador.
Basten tres ejemplos. Para la amiga asesinada de la protagonista, Grace, encontramos un tema (compuesto por el acreditado Gui Amabis, en cortes como “Meet the Killer” y “Big Thing”) que se asienta sobre elementos nostálgicos sin por ello prescindir de un cierto aire malsano. Para la esposa perfecta de Harrison, Mia, Pinto diseña un misterioso motivo electrónico que resalta su condición de mujer fría y analítica. Para el ayudante hacker de la periodista, Miles Haley, utiliza un tema directo, carente de ambigüedades y pleno de tenebrismo, jugando a engañar al espectador otorgándole descaradamente el rol de asesino, incidiendo en los tópicos del género manejados por Foley.
Es en el corte “Perfect Stranger” (completamente desarrollado en la ecléctica “Stranger Perfection”), donde podemos escuchar el verdadero leitmotiv de la composición. Pinto crea una melodía de tres notas a modo de lullaby que asocia a los enigmáticos flashbacks de la niñez de la protagonista (Halle Berry). A su vez, magistralmente, arropa esta tierna melodía con dos subtemas, uno que apela a su oscuro pasado, otro que se adscribe a las consecuencias del mismo en el presente (de tono herrmanniano), logrando combinar ternura, perversión y amargo recuerdo, perfecta combinación de la triada de personalidades que ostentará la protagonista a lo largo del largometraje.
Sin embargo, en los temas de acción Pinto perderá gran parte de la lejana sutilidad de su discurso, como en el corte “Meet the Knife”, donde con una palpable falta de originalidad, compone para percusiones sin desarrollo alguno, realizando un ejercicio tan obvio como innecesario. Y es que visto lo visto, esta obra se erige eficaz para con las imágenes pero tediosa en su escucha aislada, generando atmósferas opresivas y tensas. Un trabajo que Pinto resuelve con más eficacia que mediocridad.
3-mayo-2007
|