José-Vidal Rodriguez
Varèse Sarabande vuelve a la carga. Tras la publicación de trabajos inéditos tales como “Rookie of the Year” o “Gloria”, el sello retoma su atención en la figura del compositor Bill Conti para recuperar la música incidental íntegra de una de las franquicias más exitosas y conocidas del cine de los 80, ”Karate Kid”. A pesar de que durante meses corrió el rumor de que Varèse lanzaría al fin la partitura íntegra oficial para el primer filme, el sello americano preparaba entre tanto un magnífico set de 4 CDs en el que, para sorpresa de propios y extraños, ha acabado por incluir casi tres horas de música con los scores para las cuatro películas que componen la archiconocida saga. Así las cosas, se hace necesario analizar por separado cada uno de los compactos de esta magnífica edición.
El rodaje de ”The Karate Kid” (1984), supone el reencuentro de dos viejos amigos, el cineasta John G. Avildsen y el compositor de Rhode Island, que volvían a arrasar las taquillas con otro nuevo filme ahondando en la superación personal (muy posiblemente concebido a la sombra de la exitosa saga “Rocky”), en el que Daniel LaRusso, un adolescente sin padre acosado por sus compañeros de instituto, es entrenado en el noble arte del Karate por Mr. Kesuke Miyagi, un misterioso anciano nipón que trabaja como conserje en su edificio.
El profundo entendimiento director-músico (incluso Bill atendió a varias sesiones del rodaje, hecho muy poco habitual para alguien acostumbrado a trabajar siempre en la post producción), enriquece sobremanera el acabado final de su banda sonora. Y es que la partitura de esta primera cinta, sienta las bases tanto instrumentales como melódicas que Conti utilizará, en mayor o menor medida, para las soundtracks de las ulteriores secuelas.
En cuanto a las primeras, el autor entrega su música a un trío de recursos que fusiona de manera sumamente eficaz en la cinta: el sonido electrónico tan típico de los 80, que nos sitúa directamente en el ámbito juvenil propio del adolescente protagonista; por otro lado, la música de corte clasicista, que funciona como contraste a los anteriores sintetizadores, y dinamiza de forma sobresaliente ciertas secuencias del filme; y como último recurso orquestal -pero no menos importante-, encontramos la profusa utilización de la flauta de Pan (ejecutada con maestría por Gheorghe Zamfir), instrumento que evoca el mundo oriental, místico y trascendental representado por el entrañable personaje del Sr. Miyagi.
En lo referente a las bases melódicas, Conti presenta de forma bien definida los tres pilares temáticos del score: una jubilosa frase central que aplicará, tanto en la introducción del “Main Title”, como en el cierre triunfalista al filme (“Daniel´s Moment of Truth”); una gentil melodía -base de la canción “Feel The Night”- asociada a las correrías amorosas del joven LaRusso (“Troubled Lovers”, “The Kiss“); y por último, ese lánguido leitmotiv a cinco notas aplicado al universo espiritual del Sr. Miyagi, repetido hasta la saciedad en cortes como “Bonsai Tree” o ”Paint the Fence“.
Manteniendo un equilibrio musical francamente destacado, el compositor echa el resto en aquél grupo de temas escuchados durante las oníricas secuencias de entrenamiento del dúo protagonista (“Daniel Sees The Bird”, “Fish & Train“ y el hermosísimo “Training Hard”), a los que Conti aplica su magnífica vena clásica a base de scherzos, fugas y demás recursos líricos del pasado, que no sólo agilizan las imágenes de manera francamente preciosista, sino que a la postre conforman los momentos musicales quizás más inspirados de toda la saga.
La inevitable secuela ”The Karate Kid, Part 2” (1986), traslada la acción a la aldea natal de Sr. Miyagi, a la que maestro y alumno acuden para cuidar al padre del primero, gravemente enfermo, aprovechando la ocasión para continuar sus enseñanzas. El trabajo de Conti mantiene un nivel de inspiración muy notable, diferenciándose del primer filme en dos aspectos fundamentales: la mayor amplitud sinfónica (no exenta sin embargo de puntuales toques electrónicos), y el desarrollo de una impronta más centrada en la recreación de sonoridades niponas, entregadas tanto a percusiones localistas -caso de los taiko drums- como a la consabida flauta de Pan, que esta vez sería emulada electrónicamente (con gran realismo, dicho sea de paso), ante la imposibilidad de Gheorghe Zamfir de acudir a las sesiones de grabación. Como inédito material escrito para la ocasión, destaca no sólo aquélla frase de claras raíces japonesas que hará las veces de nuevo motivo heroico (“Daniel´s Triumph“), sino también un delicado y retentivo love theme (“Daniel and Kumiko”), fundamental en las posteriores secuelas y que, por su cariz ampliamente bucólico, es aplicado también con eficacia para otros momentos de la trama que poco tienen que ver su intencionalidad inicial (“The Funeral”, “Miyagi´s Home”).
Partitura francamente completa la de este “Karate Kid 2” y que igualmente reserva los típicos ejercicios de sinfonismo explosivo tan predicados por el autor en su filmografía (“Old Friends”), beneficiados por la mencionada amplitud de una orquesta casi duplicada para la ocasión con respecto a la utilizada en el filme original.
El score compuesto para ”The Karate Kid, Part 3” (1989), resulta sin duda la gran sorpresa de esta flamante edición. Concebida por los guionistas como punto y final a la saga, esta tercera entrega no sólo retoma la acción en el escenario original del primer filme (Hill Valley), sino que además repite ciertos clichés argumentales y “rememora” de manera soterrada algunas secuencias del mismo.
Fuera de la dudosa calidad artística de la cinta, la partitura de Conti consigue unos resultados más que solventes, manteniendo en todo momento un nivel de calidad impropio para una tercera parte (baste recordar sus paupérrimos resultados en “Rocky 3”). Si bien es cierto que este buen nivel viene amparado, en gran medida, por la recuperación de instantes de brillantez melódica del primer “Karate Kid”, la verdad es que Bill logra dotar al conjunto de un empaque por momentos majestuoso (quizás sea el score de acabado más sinfónico de la serie), así como consigue aportar ideas nuevas que reconducen el score hacia senderos más oscuros, violentos y musicalmente repletos de nuevos matices.
De esta forma, encontramos una apabullante fuga (“Terry Silver”), asociada al enemigo de esta nueva entrega y que a muchos recordará en estructura a una muy conocida pieza clásica. Bellísima resulta también la versión del tema “Training Hard” del primer filme, que Conti incluye tal cuál en la segunda mitad del “The Hidden Tree”, para posteriormente expandir y re-arreglar en uno de los highlights del compacto, “Kata Training”. Y siguiendo con esa costumbre en la serie de componer epílogos triunfales de cierre, el autor nos regala la espectacular “The Final Blow”, pieza en la que Conti explota al máximo su conocido gusto por los arranques nerviosos al metal, así como su demostrada habilidad en la composición de temas de intensidad in crescendo, que culmina en un glorioso climax final a cuerdas y percusión en lo que parecía que iba a ser el cierre definitivo a la saga.
Sin embargo, ya sin Avildsen tras la cámara, en 1994 se rueda ”The Next Karate Kid”, un nuevo e innecesario intento por revitalizar la franquicia, en el que esta vez la debutante Hillary Swank asumía el rol de pupilo, tras el lógico rechazo del proyecto de un ya crecidito Ralph Macchio. Pat Morita, por contra, repetía en su eterno papel de Miyagi, al igual que Bill Conti aceptaba -gran error el suyo- poner acordes a esta nueva aventura dirigida por Christopher Cain.
La parquedad presupuestaria del filme, unida a la tensa relación con el nuevo director (que incluso provocó la entrada como músico adicional de Bill Ross), originan que estemos sin duda ante la peor partitura escrita para la serie, un trabajo que no ayudó precisamente a remontar el bache creativo que sufría el músico por aquellos años 90. Contando con una orquesta reducidísima, el autor se ve obligado a acudir más que nunca a los sintetizadores; aunque sabedor de la falta de empaque orquestal, Conti “disimula” este hecho con la composición de cortes rítmicos de concepción modernista, huyendo así -forzosamente- de aquellos arranques de exquisito clasicismo que caracterizaban las tres anteriores partituras.
Cayendo muchas veces en efectismos baratos e impropios en el autor, así como en una aproximación musical francamente convencional, el trabajo hace especial hincapié en reiteraciones al tema central de la serie, que ahora incluso se asocia en su versión rítmica a los entrenamientos de maestro y alumna (“Training Montage”). Igualmente, incide en aquél “love theme” creado expresamente para “Karate Kid 2”, que por lo menos parece sonar con cierto apaño en su versión pop a teclados (“Julie and Miyagi”). Así las cosas y ante este evidente ejercicio de rutinario ”copy-paste”, tan sólo merece la pena rescatar un motivo escrito ex novo para esta cuarta entrega, que no es otro que aquél bucólico ejercicio melódico a piano del “Trainyard Emotions“.
En resumen, las tres primeras partituras de este ”Karate Kid” dejan un muy grato sabor de boca no sólo a los amantes de la saga, sino al aficionado a la buena música de cine en general; por el contrario, el flojo score de aquel ”The Next Karate Kid” enturbia levemente el acabado final de este completo pack, con el que Varèse prosigue su creciente interés por la filmografía de Bill Conti, y de paso consigue satisfacer plenamente a los completistas del norteamericano, gracias a estas obras altamente demandadas en el pasado.
27-abril-2007
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