Raúl García
En plena discusión sobre el anteproyecto de la nueva Ley del Cine, resulta gratificante observar como jóvenes realizadores –o no tan jóvenes- se arman de coraje y motivación en la gestación de óperas primas, llegando a luchar durante años por una hipotética financiación que les permita su salto al largometraje. Si en el 2006 nos deparó, entre otras, el estreno de la premiada “AzulOscuroCasiNegro” (Daniel Sánchez Arévalo) o de “La Noche de los Girasoles” (Jorge Sánchez-Cabezudo), en este 2007 han llamado la atención “El Lunar” (Miguel Ángel Calvo), “Bajo las Estrellas” (Félix Bizcarte) o “Bosque de Sombras” (Koldo Serra).
Con el trofeo moral de ser el autor del cortometraje más premiado de la historia del cine en España –"15 días" logró la friolera de 57 premios internacionales-, Rodrigo Cortés se presenta en sociedad con el largometraje “Concursante”, una suerte de thriller que ahonda en los entresijos de la sociedad capitalista. En el mismo, el profesor de economía Martín Circo (Leonardo Sbaraglia) se ve inmerso en una serie de trampas económico-legales tras ganar un premio millonario. Filme de una sugerente puesta en escena, dotado de una fresca dirección, que acaba por cojear irremediablemente en la idea central del relato, algo llana e insulsa, convirtiendo a esta ópera prima en una cinta disfrutable pero de fondo intrascendente, anquilosada en su tendencia a la exageración y en su histrionismo narrativo.
Contando con una cuidada edición a cargo de JMB, el compositor Victor Reyes incide con este “Concursante” en muchas de sus constantes de estilo (aunque este no alcance el status de “personal”). Músico interesado en atmósferas turbias, casado con una modernidad conceptual “robada” de Thomas Newman y portavoz de un estilo melódico retentivo y vigoroso (el cual no deja esconder su tendencia a la simpleza, a pesar de disfrazarla en la forma), a lo largo de los 60 minutos de esta edición Reyes parece navegar a caballo entre ritmos y emociones de muy heterogénea procedencia. Hasta el punto de parecer encontrarnos ante un score disperso en emociones, extravagante en formas y desatendido de su fin principal, esto es, de las imágenes. Afortunadamente, nada de esto ocurre con rotundidad.
Si bien Reyes hace gala de un tono ciertamente disperso, abrazando el dramatismo más profundo (“Martín Cadáver Martín”), la nostalgia más perturbadora (“El Mejor Mundo Posible”), la música étnica para ejemplarizar el reencuentro con la niñez de Martín Circo (“Así Empezó Todo”), la modernidad menos moderna (“El Gran Catálogo”) o un catálogo de música diegética referida al concurso (“¡Enhorabuena, Martín!“), toda esta proliferación de estilos convergen en una omnipresente colección de loops que dotan al conjunto de un cierto cromatismo uniforme.
Es sin duda, en su aplicación a la imagen, donde Reyes arranca lo mejor de su composición, especialmente en la aplicación de dos líneas temáticas que sirven al salmantino para lograr una buena comunión de las mismas con la empatía del espectador. Por un lado afrontando lo dramático a través de la bella (y simple) melodía a piano y cuerdas expuesta en “Cien Mil Millones de Estrellas” (sumamente parecida al “Max” de "En la Ciudad sin Límites" de Antonio Hernández), tan deudora del “Alice et Martin” de Sarde, retratando el luctuoso camino que a partir de un acontecimiento agradable debe recorrer el protagonista. Temática, que Reyes reitera posteriormente en cortes como “Bajo el agua” o “El modo en que un hombre se hunde”.
Por el otro, Reyes apela a un ejercicio electrónico carente de autoría donde expone axiomas musicales que, a pesar de su sencillez, tratan de dinamizar la trama dotando al conjunto de un atractivo envoltorio de pasatiempo, a costa de que la reflexión propuesta por Cortés resida más en un terreno físico que en el meramente abstracto, más acorde a priori con el subrayado musical. En el fondo, Reyes parece transitar terrenos que le son cómodos, sin importarle las consecuencias (un desarrollo plano, sin evolución aparente), haciendo descansar la raíz de su discurso en el uso de pegadizas melodías. Un recurso fácil que convierte este “Concursante” en un agradable producto para el escapismo, logrando su objetivo último: ser funcional y entretener.
17-abril-2007
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