Raúl García
El genio innovador de Alfred Hitchcock marcó un antes y un después para muchos con el largometraje que nos atañe, ”North by Northwest” (“Con la Muerte en los Talones” en España, o “Intriga internacional” para ámbitos latinoamericanos). Y no me refiero exclusivamente a los fans del director inglés o del film noir, sino a los propios de un género que daría mucho que hablar transcurridos tan sólo unos pocos años. Axiomas como el valor, la galantería o el humor negro, deudores de este film, influenciarían irremisiblemente la mente del novelista inglés Ian Fleming en la concepción de su singular personaje James Bond.
Tras el varapalo recibido por la crítica por su, por aquel entonces, infravalorada "Vertigo", una película tachada de poco comercial y que no llegó a conectar con el público de la época, el director inglés es presionado por la Warner para la concepción de una película que llegue a más público, con más acción, enganche y menos introspección personal. Así las cosas, el director, de forma magistral, crea una suerte de thriller en su combinación con dosis de humor negro, una apuesta innovadora para aquellos tiempos. A pesar de su resultado óptimo (un filme rebosante de momentos trepidantes y de gran vis cómica), la Warner no apostó en absoluto por ella (quizás por centrarse sobremanera en la “estrella” de aquel año: “Ben-Hur”). Con todo, fue nominada a los Oscar en diversos apartados: mejor guión original (a cargo de Ernest Lehman), mejor dirección artística y mejor montaje, aunque su competidora arrasara en la noche de la gala (incluida la genial banda sonora de Miklos Rozsa).
No es extraño, pues, que esta selección natural por parte de los Estudios implicara que el score, firmado por el americano Bernard Herrmann, tardara más de veinte años en ver la luz, en una selección de sus highlights por parte del sello Varése Sarabande. Para más inri, la edición de la banda sonora completa -a la que alude esta reseña-, no se produjo hasta el año 1995 gracias a la discográfica Rhino. Una sorpresa, teniendo en cuenta que más de diez sellos han publicado esta banda sonora en diferentes formatos, mientras que los recopilatorios que incluyen cortes del score rozan la cuarentena.
La edición de Rhino, loable en su intento por rescatar una soundtrack con más de 35 años de antiguedad, encuentra graves dificultades en la recuperación de los masters de la MGM, gravemente dañados. La limpieza de los mismos y su remasterización resultan satisfactorios, a pesar de contar con pequeños defectos insalvables y la pérdida de unos cuantos temas. De todas formas, el compacto se erige en una completa obra, con 50 cortes que conforman la práctica totalidad de la música de la cinta, incluyendo source music como "Rosalie", "In The Still of the Night", e "It´s a Most Unusual Day" de Jimmy McHugh, readaptaciones de las creaciones de la Palm Court Orchestra y "Fashion Show", compuesta previamente por André Previn para "Designing Woman".
Sin duda, este encargo se suma a aquellos que conformaron su triángulo de mayor esplendor y vitalismo. Una época dorada para un Herrmann a las órdenes de Hitchcock, donde “North by Northwest” conforma el vértice de tres obras maestras iniciadas con “Vertigo” (1958) y clausuradas con “Psycho” (1960).
Rasgos de este trabajo son su contundencia rítmica, su precisa descripción en cuanto música asociada (la tan conocida y ejemplarizada fisicidad musical de Herrmann) y el derroche imaginativo de sus articuladas orquestaciones.
Para la puesta en escena de la cinta, Hitchcock se sirve del enorme -en todos los sentidos- Cary Grant (desestimó a James Stewart), de Eva Marie Saint y James Mason, entre otros. Y el argumento de la película ya es conocido por casi todos: Roger O. Thornhill (Cary Grant), un director publicitario con una ajetreada vida centrada en sus prósperos negocios, es confundido, por azar del destino, con un agente secreto por una peligrosa organización de espías, que lo perseguirá sin tregua por todo el país.
Entrando en materia, el tema de los créditos iniciales supone una declaración de intenciones con respecto a la trama: agitación, prisas, agobio, ritmo trepidante y persecuciones. Una pista con estructura de fandango entregado a las percusiones, donde la línea melódica marcada por el píccolo es contrapunteada por los metales, ejemplarizando con este genial dibujo instrumental la suerte que corre el personaje de Grant a través de su involuntaria odisea (“Overture”, “The Wild Ride”).
Dos cortes estructuralmente distintos del anterior pero con semejanzas en la utilidad de su orquestación, los encontramos en “The Streets”, donde surgen pequeños golpes en los metales para introducir una melodía ligera en orquestación, con el fin de denotar la marcha rápida de la ciudad; y “Kidnapped”, con metales agrios creando un ambiente tenso, para seguidamente entrar en juego leves cuerdas que nos presentan por fin el leitmotiv asociado a la perversión de la mafia, una suerte de marcha macabra que desnuda el origen del mal en estado puro.
Una vez introducidos los dos motivos principales, el del escurridizo protagonista y el de la "esencia del mal", Herrmann plasma en su partitura la persecución por parte de la mafia. El motivo aislado podremos escucharlo en tracks como “The Return”, “The Match Box” o en el cambio de tempo entre “The Auction” y “The Police”, donde la persecución gana en intensidad, Son temas ágiles, contundentes, donde la estructuración tiende a basarse en golpes orquestales para marcar los tempos perfectamente.
Valedor de un reconocido prestigio como creador de grandes melodías románticas (caso de “The Ghost and Mrs. Muir”, “Marnie”…), Herrmann ejemplifica esta habilidad en cortes donde se acoge a dulces vientos acompañados de sutiles cuerdas, como “Interlude”, “Conversation Piece” o “The Phone Booth”, esta última en la que introduce un elemento de intriga para denotar la ambigüedad de la protagonista. Destacar en este punto, que de nuevo el neoyorquino se vale de su ingenio para decir lo que no pueden por sí solas las imágenes: introduce variaciones en el motivo asociado a esta calidez y amor, para volverlo sutilmente tenebroso a fin de presentar a continuación el motivo del mal, una transición musical encontrada en “The Station”, que nos pone en preaviso de que los buenos momentos se han acabado.
Otro recurso con personalidad propia dentro de los anales de la música de cine, lo encontramos en el corte “Conversation Piece”, una bella melodía que acompaña en el filme una conversación entre los dos protagonistas, el Sr. Thornill y la Srta. Eve Kendall, en un vagón de tren. Escuchando atentamente sus románticas frases, se comprueba -atónito- cómo un fino vaivén de violines emulan el ronroneo de la maquinaria ferroviaria.
Desde luego que para los momentos de intriga, de tensión filmográfica, resueltos a base de roncos vientos metálicos y armónicas percusiones, es donde se ha creado un variopinto repertorio que forma el grueso del score, que va desde cortes tan llanos como “Fashion Show” y “The Question”, a otros más dinámicos como “The Shooting” o “The Gates”. Por desgracia, esta sección, al formar los cortes más escuetos del compacto, se convierten, en su escucha aislado, en algo prescindible y cansino, que no en adecuado y perfectamente adaptado a las imágenes.
El protagonista y sus perseguidores tendrán el esperado encuentro y lucha, momento que el compositor neoyorquino aprovecha genialmente para enfrentar dos de sus motivos principales, el de la persecución de los secuaces y el del fugaz Cary Grant, en un popurrí orquestal con continuas embestidas de metales versus contraataques de flautines (“The Stone Faces”).
En el track “On the Rocks”, que atiende aún a la lucha entre el Sr. Thornill y los mafiosos, vemos cómo el motivo principal de la huida es magistralmente variado en tonalidad, barajando aquí unos registros más bajos gracias al uso de percusiones más graves y vientos menos escurridizos que los del flautín, con la intención por parte de Herrmann de posicionar el mal sobre el bien en la lucha final, en un angustioso pero incierto triunfo de la mafia sobre el protagonista, que se adapta como un guante al devenir del desenlace.
Sin sorpresa a estas alturas, se presenta un final tan escueto como ecléctico, a modo de pequeño resumen de lo acontecido en los últimos diez minutos: un ambiente de intriga, de tensa incertidumbre, el erizante tema de amor como vencedor absoluto, y la fanfarria épica final que pone el broche de oro al conjunto. Y todo en escasos cincuenta segundos. Otra genialidad, dentro de una banda sonora aún más genial, no sólo por su pléyade de notas, sus recursos y su excelsa orquestación, sino por ser el punto de referencia para muchas otras tantas partituras futuras.
Destaca especialmente este trabajo gracias a la música hablada que predica Herrmann y que hace sentir en todo momento lo que ocurre (o va a ocurrir) en la pantalla. Si a ello le sumamos la exquisita edición de Rhino, con una gran y necesaria remasterización y un pormenorizado libreto, se antoja imprescindible esta obra en la impresionante filmografía del maestro Herrmann.
15-abril-2007
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