Miguel Ángel Ordóñez
“Soy el novelista del hombre común. No escribo para profesores de Harvard, sino que soy el último novelista del proletario”. Viviendo en primera persona el ataque japonés a Pearl Harbour, el irregular escritor James Jones (“De aquí a la eternidad”, “La delgada línea roja”) explotó como nadie el efecto postraumático que en la conciencia de la clase media americana produjo la II Guerra Mundial y la posterior guerra de Corea. Acusado de inculto y sexista, Jones forjó una prosa convincente y subversiva.
No puede decirse que Dave Hirsh (Frank Sinatra) sea un hombre común en “Como un torrente”. Cínico y juerguista, regresa de la II Guerra Mundial y se enfrenta a su pasado tras 16 años alejado de su pueblo natal. El camino ha ido fraguando a un perdedor que se debate entre el odio a su acomodado hermano (Frank, Arthur Kennedy) y la insatisfacción personal como novelista frustrado. La cerrada mentalidad de su provinciano municipio juega en su contra. Allí entablará amistad con un jugador de cartas (Bamma, Dean Martin), una fulana poéticamente vulgar (Ginny, Shirley McLaine) y una profesora de literatura de la que caerá enamorado (Gwen, Martha Hyer).
“Some Came Running” es una enredada historia a la que Vincente Minnelli sabe sacar gran partido. Principalmente, porque huye del retrato unívoco a la hora de enfrentarse a todos estos perdedores que penden de un alambre y que se enfrentan como niños al amor y a la vida. Los personajes ganan en complejidad gracias a una narración centrada en antagónicos puntos de vista. Es precisamente a través de la percepción que tienen unos personajes respecto de otros, como el film nos acaba seduciendo en un continuo fluir de matices. Para todos, Ginny no es más que una vulgar ramera, cuando en realidad busca desesperadamente el amor, sin ambages ni ocultamientos. Gwen piensa que Dave es un amoral incapaz de renunciar a esta condición en aras de alcanzar el status social que ella representa, sin darse cuenta de que en realidad se enfrenta a un perdedor solitario que se disfraza bajo el paraguas de sus protagonistas ficticios. Frank no comulga con la manera que tiene Dave de enfrentarse a la vida, sin embargo demuestra envidiar su libertad y asume esos postulados al buscar el amor en su secretaria, pese a que ello pueda jugar en contra de la posición que él y su esposa tienen en el pueblo.
“Some Came Running” adquiere resortes de road movie emocional y a ello contribuye decisivamente el extraordinario score compuesto por Elmer Bernstein. La música acaba afiliándose al concepto del deseo que pasa a dominar estas tortuosas vidas. Emociones primigenias que quedan al desnudo gracias a la sutil inteligencia narrativa del neoyorkino. Así, la partitura queda articulada entre leitmotivs que Bernstein conecta con el mundo real (lo que los personajes son) y otros que acaba situando en una esfera onírica o imaginaria (lo que aspiran a ser, el deseo).
El mundo real está predeterminado por la violencia. El filme se abre con Dave durmiendo la mona en un autobús que le conduce a su pueblo. Nada presagia la descarga violenta de acordes introducidos por Bernstein (agresivas cuerdas ascendentes, notas impetuosas a piano, punzantes trompas), estableciendo el tema central con ánimo premonitorio. El mismo, le sirve para sentar las bases del tortuoso camino que afronta Dave (el reencuentro con un pasado del que ha huido) y adelantar la irracional catarsis final a la que se enfrenta. La violencia acompaña a Dave (“Prelude”), prefigurando a su vez la muerte final de Ginny (“Pursuit, part 1 & 2”). El tema, sin embargo, adquiere un sabor sofisticado y más “jazzy” cuando Dave afronta su fracaso como escritor (“Dave´s Double Life”), e incluso se instala en Frank al sentirse rechazado por su esposa, dando lugar al inicio de una relación adúltera con su secretaria (“Frank Rejected”). En el fondo, esta sutil aproximación provoca que Frank implícitamente acepte aquellos principios que siempre ha detestado de su hermano, resaltando la hipocresía del personaje.
Bernstein llega aún más lejos, al aplicar la canción compuesta por Sammy Cahn y James Van Heusen para la ocasión (“To Loved and Be Loved”) a la relación que mantienen Frank y su amante. Un idílico y romántico tema que Bernstein orquesta para cuerda, situándolo en la esfera del deseo al responder a la necesidad de Frank por reencontrar el amor, aunque éste adquiera la condición de imposible (no olvidemos que el personaje nunca renunciará a su acomodado status en el pueblo) (“Tryst”). La inteligencia de Bernstein pasa por aplicarlo en lo sucesivo a la hija de Frank (Dawn, Betty Lou Keim), quién ha sido testigo ocular del adulterio de su padre. El tema pasa a asociarse a su despertar sexual, oculto hasta entonces debido a las férreas normas de conducta inculcadas por sus padres (“Dawn at Dawn”), naciendo en ella un sentimiento de rebeldía. Perfilado como ejemplo de las relaciones adúlteras (llevadas incluso a un plano intelectual), Bernstein lo rescatará cuando Bamma reprende a Dave por sus intenciones matrimoniales hacia Ginny, a sabiendas de que ama a Gwen (“Tired”).
Sin duda, uno de los grandes aciertos de Bernstein reside en la introducción de los dos temas asociados a las protagonistas femeninas de la trama. Aquellas sobre las que se asienta el mundo imaginario (Gwen) y real (Ginny) de Dave (su punto de vista). Gwen provoca que renazca en éste el deseo de escribir, la superación de su fracaso. No es extraño que su tema sea una virtuosa melodía llena de arrebatador clasicismo. Como si fuera un personaje más de su novela, Dave idealiza a Gwen, tomándola como vehículo con el que superar su desencanto. Un extraordinario tema que habita el mundo de la ficción. Por eso, cuando Gwen acaba rechazándolo, las notas del tema central regresan, recordándonos el posicionamiento de Dave en el lado de los perdedores e infelices (“Rejection”).
Ginny por su parte, se ve ligada a una melodía sensual que apela a su vertiente más grosera (de nuevo el jazz asociado al asfixiante mundo real frente al clasicismo aplicado al de las aspiraciones). Sin embargo, ésta no es más que una angelical prostituta que ama denodadamente a Dave, sin que éste la corresponda. De esta manera, Bernstein logra que sea Dave (su propia subjetividad) quien domine la adscripción de los temas femeninos en el mundo real o en el imaginario. Sólo al final, cuando éste decide casarse con Ginny, seguro del profundo amor que ella siente, Bernstein introduce una bella variación para cuerdas, trasladando el tema al mundo onírico, como reflejo de la necesidad de ser amado (“The Noblest Act”), deseo que instalado en todos los personajes de la trama ha acabado perfilándose en centro argumental del relato. Con ello, el compositor neoyorkino insiste en anticipar el fatal desenlace, pues ha quedado claro que en esta obra de profundo pesimismo los personajes son incapaces de encontrar la felicidad (dejemos a un lado la absurda confusión que genera el epílogo final añadido por la Metro).
“Some Came Running” es una de las grandes obras iniciales de Bernstein, a caballo entre sus filmes jazzísticos (“The man with the Golden Arm”, “Sweet Smell of Sucess”, “Walk on the Wild Side”) y sus posteriores incursiones en los universos mágicos y poéticos de una América no exenta de crueldad y cinismo (“Desire Under the Elms”, “Summer and Smoke”, “To Kill a Mockingbird”). El retrato de una sociedad en descomposición, tan próspera en sus conquistas bélicas como desamparada en su necesidad por evadirse de los viejos prejuicios morales.
9-abril-2007
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